Cultura y tradición
Voces y puntos de vista. Uno dado por el aporte del académico Gastón Soublette y el segundo lo define el periodista y autor de Siútico, Óscar Contardo. Posturas que echan las hojas de la historia para atrás y hacen un recuento de cómo éramos los chilenos hace cien años y cómo hemos llegado a ser lo que somos hoy.

Lo que perdimos: “Todo el mundo quiere saber quiénes somos o quiénes fuimos”.
Se podría decir que es la voz de la experiencia. Con una vasta trayectoria, el profesor de estética de la Universidad Católica de Chile, Gastón Soublette dice que los chilenos perdimos algo esencial de nuestra raza. ¿Qué? La sabiduría. Hoy, cuenta Soublette, nos paramos en un escenario diferente. Si retrocedemos en el calendario dice todavía existía una cultura específicamente chilena con sus tradiciones y estilo propio. Actualmente eso ya no existe, y no existe porque al ser un país en vías de desarrollo, por no decir subdesarrollado, donde nos vemos obligados a depender de las decisiones que toman las grandes potencias, ha significado que lo propio se descuida y se absorbe lo extraño, lo extranjero, y agrega que “primero estuvimos influenciados por lo francés, luego lo inglés y posteriormente lo norteamericano. A lo que suma que esto nos ha obligado a ir incorporando elementos que no han sido creados por nuestra cultura”.
¿Cómo era la radiografía del chileno 100 años atrás? Hace 100 años seguíamos el modelo francés, pero hay que hacer una distinción entre el pueblo y la elite ilustrada, ya que por ser esta última la que siempre estuvo mirando hacia afuera, es la que pierde más fácilmente su identidad cultural producto de muchos viajes, dándose más fácilmente un fenómeno de transculturización. Esa gente que viajaba a Europa, que leía a los franceses, ingleses y alemanes volvía a su casa del fundo a ponerse en contacto con el pueblo y encontrarse con su propia identidad. Pero esa vida se fue acabando porque la ciudad empezó a crecer y a absorber cada vez a más gente y fue ahí cuando imperó el modelo norteamericano.
Para Gastón el cambio se marca en los años 50. “Yo vivía en Viña del Mar donde existía una estética propia, una forma de vestirse muy local, en que las mamás les contaban cuentos tradicionales a sus hijos. Cuando se produce el cambio toda esta tradición se derrumba. A Viña llega un modelo arquitectónico que muele lo que había, instaurando una arquitectura básicamente utilitaria, donde no hay una poética del espacio y, tal como lo dijo Fidel Sepúlveda, Viña quedó convertida en un triste cementerio de elefantes grises”.
¿Qué perdimos y qué ganamos? Si tú comparas a un chileno de 30 años hoy con un joven de Francia o de Japón, básicamente no hay ninguna diferencia. Hay rasgos de carácter que se han mantenido, como, por ejemplo, que el chileno es astuto, es rápido pero es apático. Intelectualmente somos astutos y despiertos. Pero algo que perdió el chileno y que existía, es la sabiduría. Una que venía dada por la tradición oral basada en el respeto a los ancianos, a nuestros mayores, que eran los depositarios de una sabiduría que se transmitía no sólo hablando sino que actuando, dando ejemplos.
A juzgar por lo que yo he leído, el pueblo chileno fue muy virtuoso. Había ejemplos que yo recuerdo de las mamás viejas que cuidaban a los niños, que sabían canciones, proverbios, adivinanzas, prácticamente desaparecieron al igual que los ancianos. En el campo ellos eran monumentos de sabiduría. Ahora ya no existen viejos sabios y si hay, son pocos los que conservan esa sabiduría práctica y una intuición muy poderosa del valor de la gente. Porque la sabiduría finalmente es un conocimiento del sentido de la vida, la ciencia sólo te dice cómo es el mundo, pero no hacia dónde va y dónde está el deber ser; en cambio la sabiduría te enseña esto, lo del deber ser. Te enseña el sentido.
¿Cómo podemos rescatar esto? Qué recomendaría yo a futuro para hacerle honor a ese pasado, es que esa sabiduría sistematizada se incorpore a la educación superior. Antes había un espacio de reflexión, de paz, de silencio, eso que hacía meditar, hoy eso ya no existe.
- "Antes había un espacio de reflexión, de paz, de silencio, eso era lo que hacía meditar."

Lo que nos cambió: “La clase media contrasta con la elite que tiene un sentido de pertenencia".
Oscar Contardo estaba esperando con un buen café al lado. Apenas me vio, me dijo lo que había pensado para la entrevista y así comenzó a hablar. “Pensé hablarte de lo que pasó con el cambio en el espacio doméstico, donde está lo que dice María Graham, viajera británica que llegó a Chile cuando se estaba conformando como república. Ella describe un espacio doméstico precario, siendo que llegó a la casa de la elite de ese minuto, que es casi la misma de ahora. Casas estilo pompeyano, la típica casa chilena que da a un patio, con corredores y algunos muebles que ella consideraba de buena calidad pero sencillísimos, y todo dispuesto de una manera que le llama la atención porque no es la manera habitual a la que está acostumbrada a ver en Europa. Habla de una mesa de comedor pegada al muro, de los modales para sentarse a la mesa y describe una situación de habitaciones pegadas una a otras con puertas interconectadas, donde tu pieza pasa a ser parte del espacio común. Una situación muy diferente a la que estamos acostumbrados hoy”.
¿Y cuándo cambia todo esto? A mediados del siglo XIX, cuando empieza llegar la plata de las minas y ahí se empiezan a importar cosas de Europa, porque antes, cuando llega María Graham, Chile era un país quebrado que recién se estaba formando. Cincuenta años después todo cambia porque aparecen los nuevos ricos, aquellos que traían la riqueza del norte, algo que se comienza a reflejar en la calle Ejército, en la casa de los Subercaseaux de Pirque y en una imitación en la forma de vida de lujo que antes no existía.
Las transformaciones también se pueden ver a nivel medio, y ahí es donde entra a formarse este espacio doméstico estándar con una casa con living, comedor, habitaciones y jardín. Esta es una forma de vida inglesa aburguesada.
Había una revista de principios del siglo XX que se llamaba Pacífico Magazine, que mostraba y enseñaba formas de vida doméstica civilizadas y traía una columna de Alberto Edwards que se llamaba La Felicidad de la Vida Moderna. Lo que él hacía es una especie de labor pedagógica de cómo llevar la casa, cómo vivir bien y mostraba conductas de comportamiento que hacían a la gente vivir mejor con cosas imitativas de la sociedad europea.
En el caso de la clase media, específicamente del amoblado, se empiezan a vender juegos de muebles. Es una idea muy de clase media que no existe en la clase pituca. Esto es un fenómeno que entró a mediados de los 50 o principio de los 60. Luego aparece el electrodoméstico y la mujer como dueña de casa, ideas imitativas de Hollywood.
¿Y el chileno de ahora…? La vida cotidiana del chileno está atravesada por el consumo. Antes de la dictadura esto no era así. Pero más que del golpe, esto viene desde que se establece el modelo económico en el año 78. Eso es lo que rompe el orden en el que vivíamos. Ese en el que los atributos de estatus no estaban dados por la plata sino por la familia a la que se pertenecía, algo que todavía sigue importando muchísimo.
Sin embargo es el consumo lo que cambia todo y así el comprar y el ganar plata da estatus, y esto, en términos concretos, se puede medir por la importancia de la multitienda y la compra a crédito, que se masifica. Se cambió la forma de acercarse a la clase alta, cambiaron los referentes y símbolos como la educación pública y la universidad.
Ha sido una transformación medio coja, porque a la vez que se ha accedido a un mejor nivel de consumo y calidad de vida, por otra parte hay un abandono del Estado, es decir, si el tipo quiere que sus hijos estudien bien, tiene que pagar. En los 80 se masificó la educación pública y fue ahí cuando perdió calidad.
¿Y qué nos identifica? Los códigos que tenemos los chilenos son tan locales que eso nos da una identidad y hace que adaptemos lo que venga de afuera a nuestra condición. Hay un alejamiento de las tradiciones más rurales porque el campo se ha desocupado, y a la vez hay una ansiedad por ser modernos que a veces es vacía, porque es querer ser algo que no somos. El sello chileno tiene mucho de imitación, de necesidad de autoridad permanente que sigue pesando mucho más que la creatividad y la rebeldía. Hay un temor al cambio, pero también hay una vuelta a la tradición, como lo que ha pasado con las cuecas bravas, que se alejan de lo rural y se van al barrio bravo de la ciudad; lo mismo pasa con la reivindicación de lo guachaca, aunque, si te fijas, la reina guachaca es rubia.
Lo bueno es que la masividad ha logrado unión donde antes no era posible. En la juventud sí ha habido muchos cambios porque ahora existe un grupo específico denominado jóvenes. Esto hace que la gente se mezcle por gusto y no por origen, algo que dura hasta que entran a trabajar. Otro punto importante es la urbanización de Chile, en 100 años nos hemos urbanizado. A partir de los 80 empezamos a tener una cara en el cine. El McDonald’s, cuando llega a Santiago en los 90, hace que nos sintamos como una ciudad grande, el ir para allá se convierte en un panorama, es un símbolo de modernidad.
- "La clase media no se percibe como un grupo que aspira siempre a algo, y hace cosas de manera imitativa".
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
4.