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Espacio: Mi casa es tu casa

''Esta es la casa de todos los amigos, acá siempre llega gente, nos gusta recibir y atenderlos bien'', dice Beatriz Fabres. Así de claro, así de generosos y de familiares. Una santiaguina y un napolitano que armaron vida en Barcelona.

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EN LA ENTRADA, junto a unos aguayos, la foto con ilustraciones es una colaboración de Catalina Estrada y su marido, Pancho Tolchinsky.

UN GRABN CUADRO de Sonia Carballo Socatoba  se apoya sobre el segundo piso del departamento, y los otros tres acomodados sobre el sofá son de Paola Sommella.

SOBRE LA REPISA estilo rococó un cuadro de Miss Van, y el que está abajo de la repisa es el  Matrimonio de Animales, de Paola Sommella.

Luego de trabajar seis meses con maestros aparecieron materiales nobles como puertas de caoba cubana, otras de roble y el piso es hidráulico, típico catalán.

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“Nos conocimos durante las vacaciones del 2006 en Stromboli, una de las islas Eolias que están al frente de Sicilia. Yo estudiaba joyería en Florencia y fui de viaje a este lugar, que es uno de los nudos energéticos de Europa por su volcán activo”, cuenta Beatriz Fabres, la joyera chilena que se enamoró del productor musical napolitano Massimiliano Abbatangelo.

Se veía como el típico romance de verano, pero no. Una vez que él se fue de la isla hizo lo que pudo para seguir viéndola. “La llamé para que pasara por Nápoles antes que se fuera a Florencia y ella aceptó”, dice Massimiliano. Y la imagen fue la siguiente: ella llegó al puerto y él la esperaba sobre su Vespa con los dos cascos. Inseparables. Un año y medio de pololeo a distancia hasta que comenzaron a vivir juntos en Nápoles. “El arma con que gané la batalla fue la casa a la que la invité a vivir, encontré un piso maravilloso en el corazón de la ciudad, era un ático que te hacía tocar el puerto con un dedo”, dice él, pero después de eso vinieron Holanda e Ibiza siguiendo la mente incansable de Massimiliano. En un momento paró y le dijo a Beatriz: “Ahora elige tú”. Y ahí partió la etapa actual: Barcelona. Con el mar necesario para él tal como su Nápoles, cerca de todo para los dos, clima ideal y encanto latino para ella.

Cuando llegaron a Barcelona compraron otro piso en el barrio de Gracia, pero era muy chico para los dos. Encontrar el actual fue una cosa de suerte: “Vi un artículo en internet que vendía un pisito de 25 m² por un precio tirado. Y me dio curiosidad y llamé. Vine, vi la finca a la que pertenecía el piso y decidí comprarlo”, dice Massimiliano. Cuando además se dio cuenta de que todo el edificio estaba en venta llamó a los amigos que buscaban piso para que aprovecharan la oportunidad, y así fue. Entremedio le mostraron otro departamento: “Este gran piso, sobre el pequeño que había comprado, para mí fue como una mujer, me enamoré... así es que también lo compré y es en el cual hoy vivimos. Por venir de una ciudad antigua sé valorar lo que tiene historia, y lo que se usaba antes eran materiales que duran toda la vida. Yo me convencí porque era además una finca de marqueses hecha en 1863. Botamos muros estructurales pero en realidad la casa mandó la obra, se quitó más que se puso, es decir, sacamos a relucir los materiales nobles que tenía la construcción y que estaban escondidos”, suma Massimiliano. Una casa ideal, un amor incondicional, y por lo mismo fue el minuto indicado para casarse.

"En gustos convergemos en un 80% y el 20% restante son diametralmente opuestos. Massimiliano se encargó de todos los trabajos de la casa y este era su proyecto, una gran reforma. La decoración la hemos visto juntos", dice Beatriz.

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