Espacios con firma de autor
Justo donde la comuna de Providencia todavía conserva su corazón de barrio, se arraigaron estos artistas. José Santos Guerra y Simone Racz nos abrieron la entrada a un mundo íntimo y creativo: sus casas talleres.

Santos Guerra: Con alma de niño
Declara haber nacido pintor, pero no se dio cuenta hasta que cumplió los 47 años. En ese momento, gracias al impulso de Jorge Dahmy Nemesio Antúnez, decidió quitarse todas las caretas que se auto impuso. Dejó atrás sus múltiples oficios, el de vendedor viajero, secretario bilingüe o hasta de encargado de letras de cambio, y se convirtió en lo que es: un hombre feliz y agradecido de la vida. A sus 70 años sigue enamorado de la pintura y hoy disfruta ante todo de un pasar simple. Vive en el sector de Santa Isabel con Bustamante, en una antigua casa ubicada al final de un cité. Sus pisos de madera, la impactante altura de sus cielos y la cálida luz que entra por sus ventanas, fue lo que más le impresionó la primera vez que pisóesta construcción. De aquel día otoñal, ya han pasado cuatro años y admite que nada le agradamás que despertar con el sonido de los pájaros, trabajar en un pequeño patio habilitado como taller durante horas y horas, y disfrutar de un exquisito plato en su restaurante favorito -Ciudadano- ubicado a sólo una cuadra de su casa taller, porque cabe decir que este artista no cocina.
“Vivir en un cité es perfecto para un artista. Tiene algo de romanticismo en este siglo de altas torres”, dice José Santos Guerra.
En la casa taller de Simone Racz se respira arte. No es extraño, más si se considera que esta ceramista lo lleva en la sangre. Es hija del pintor André Racz, nacido en Rumania y nacionalizado norteamericano. Su pasión por el arte, al igual que él, la perpetuó en la docencia cuando fundó la Escuela de Artes Aplicadas Oficios del Fuego a pocas cuadras de su residencia en Francisco Bilbao con Salvador. Los años de vida de trotamunda, luego de vivir en EE.UU. y Perú, le dejaron un universo de ideas que ha ido plasmando en esta laberíntica construcción. Aquí, utiliza la cerámica como soporte para pintar y dar texturas a murales, logrando una nueva expresión, visual y a la vez táctil, al mismo tiempo que disfruta de la lectura o del simple acto de jardinear. Pero en los últimos meses se ha dedicado a dar vida a la idea de Pablo Walker, una obra monumental de 36 m2 (7 x 5 m) de placas cerámicas con diferentes texturas y colores, mural que se podrá admirar en el bicentenario.
“Este es un barrio muy tranquilo y amable. Aquí, todo se hace a pie y hay una muy buena onda entre los vecinos”, dice Simone Racz.
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