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Otro mundo

Otra cosa, otro aire, otro ritmo, otra vida.Eso es vivir en Peñalolén, en la Comunidad Ecológica. Allí cada una de las casas de las 350 familias que la conforman es una galaxia única. Arriba, ahí en el cerro, está también la casa del diseñador Rodrigo Castillo.

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Vivir en la Comunidad Ecológica de Peñalolén simboliza un estilo de vida y una forma de pensar. De hecho, vivir en comunidad tiene una serie de implicancias, que van mucho más allá de esa idea de espíritu 'hipón' que se le puede atribuir a sus habitantes. Aquí existe un contrato que une mucho más a las familias involucradas que la idea o el gusto por las casas construidas con barro; de hecho, quienes han levantado sus casas y sus vidas en este lugar están unidos por 22 parcelas en régimen contractual de comunidad, lo cual les impide hipotecar las propiedades, están constituidas por derechos que les permite subdividirlas en roles individuales.

Es decir propiedad, propiedad como tal, acá no. Tampoco estamos frente a una cooperativa, pero sí es un sistema que al menos durante los 30 años que existe ha funcionado y, lo más importante, ha agrupado a ciudadanos con ideales comunes nada de triviales. En primer lugar habitar y vivir con la naturaleza y no contra ella; luego preocuparse y ocuparse de la preservación y ampliación de las especies vegetales del entorno, la reforestación y recuperación del bosque esclerófilo propio de nuestro país, y de cada una de las especies animales con los que viven en estas tierras ancestrales: 3 especies de anfibios, 9 de reptiles, 82 de aves y 21 de mamíferos, de las cuales 25 se encuentran en estado de conservación.

Las tres sillas altas de fierro, que coinciden en altura con la mesa diseñada por Rodrigo, fueron encontradas en una feria de Santiago a quinientos pesos cada una. Posteriormente fueron restauradas con maderas nativas y una pintura celeste que combina con la pared de la cocina.

¿Le parece único? Sí, es bien especial y está aquí, cerquita. Esto lo descubrió Rodrigo Castillo a los 18 años, cuando tuvo que elegir dónde vivir y se decidió por estos faldeos precordilleranos. Escogió vivir solo y levantar con las manos su propia historia. "Todo comenzó hace veinte años con una pequeña construcción que me hice de adobe, no tenía ni luz ni televisión", cuenta el hoy socio de la empresa de publicidad y diseño ProImagen.

Con los años, esa casa inicial tipo loft habitada por un joven soltero, tuvo que modificarse; adaptarse a esos ciclos maravillosos que nos propone la naturaleza. Unos los toman, otros los dejan pasar; Rodrigo hizo lo primero. Lo que ocurrió aquí es que la casa "se puso en orden", dice él. Fue gracias a su profesión y a esa capacidad de percibir y crear espacios, que hizo del diseño su aliado para lograr que la familia que hoy tiene sobrepase por mucho ese sueño creativo que partió hace dos décadas.

Junto a su señora y sus cuatro hijos, respecto a la "casa plasticina", como la llaman por su terminación inconclusa y ese permanente afán de cambio que parece darle vida propia, Rodrigo asegura que este espacio es para vivir y también para  desconectarse, para que los niños, primos y vecinos encuentren aquí un lugar para jugar. Todo se usa dentro de la casa y afuera la consigna es gozar: hay resbalines, puentes y canopy para deslizarse entre los árboles. "Habita un alma infantil, y mientras los niños juegan en el jardín o cruzan a visitar a los vecinos, yo aprovecho de pensar nuevas transformaciones para la casa", relata Rodrigo.

De las 348 construcciones que existen en la comunidad, en 215 se aplicaron técnicas constructivas con tierra y en más del 50% se empleó materiales reciclados de demolición.

Alejado de cualquier tipo de esquema, el interiorismo solo busca conjugar libremente estilos, formas y materiales. Las paredes tienen  revestimientos rústicos, casi todos diferentes; los muebles son diseño de Rodrigo y comparten sin pelear con descubrimientos del barrio Franklin, también hay arte, obras de gente querida y cercana como Margarita Dittborn y Javier Marticorena.

Inspiración

Para seguir la línea de naturalidad, debe haber elementos cuyo diseño, materialidad o concepto se asemejen al medioambiente que rodean.

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