Review | Kingsman 2: The Golden Circle, cuando el exceso agota

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Una secuela que potencia al máximo todos los elementos que funcionaron en la primera. Pero, quizás, no siempre es bueno el hecho de dar más por dar más.



A la salida de la función en la que fue exhibida Kingsman 2: The Golden Circle, se pudo ver a un Michael Bay sudando frío, moviendo la cabeza y lanzando un grito: "¡se fueron al chancho!".

Esa imagen sirve para representar lo que genera esta secuela, que mete el pie a fondo para acelerar y superar cada uno de los puntos que marcaron al original basado en el cómic de Mark Millar, una especie de sátira que abraza cada elemento de James Bond en vez de parodiarlo.

En esta secuela, que vuelve a dirigir Matthew Vaughn, todo se siente como una extensión de aquella notable escena de la iglesia de la primera película. Los realizadores de esta Kingsman 2 tienen claro lo que funcionó de la primera película y no se pusieron límites a la hora de continuar la historia de Eggsy, provocando que al menos cuatro escenas de acción repliquen el estilo de esa secuencia de la gloriosa batalla campal contra feligreses.

Pero el problema es que la novedad poco a poco se va diluyendo en ese escenario y una vez que llegan a la gran batalla final de esta historia, en el cerebro se instala la imagen de George Harrison en Los Simpson clamando: "¡Eso ya se ha visto!".

Mientras constantemente nos recuerdan el chiste de sexo anal que terminó la película anterior, aunque hay que reconocer que existe un gran momento relacionado a la participación de Elton John en esta entrega, Kingsman 2: the Golden Circle deja en claro que todos los involucrados avanzaron por la ruta de la autosatisfacción sin restricciones. De este modo, entregan una secuela que es una sobredosis. Si la primera era una piscola en la que podías ver el reloj al otro lado del vaso, esta nueva entrega es literalmente una chupilca del diablo.

En Kingsman 2 la vida del Eggsy interpretado por Taron Egerton va viento en popa, estableciéndose tanto en la secreta organización para la que trabaja, como en su relación con la Princesa Tilde. Pero antes de conocer a sus suegros, los reyes de Suecia, el agente es atacado por Charlie, el aspirante a Kingsman con el que compitió en la primera película.

Dicho encuentro inevitablemente lo conecta con la amenaza de Poppy, una narcotraficante con apariencia bonachona interpretada por Julianne Moore, que tiene su base de operaciones en medio de la jungla y cuyo plan entra en ejecución una vez que se deshace de los Kingsman. Solo con Merlín (Mark Strong) de aliado, Eggsy sigue una pista que los lleva hasta Estados Unidos, conociendo a sus homólogos Statesman. Los mismos que rescataron a un amnésico Harry (Colin Firth), que perdió todos sus recuerdos y, tal como en su juventud, solo quiere cazar mariposas.

Esa es la base de una historia que incluye una sucesión de secuencias de acción cada vez más groseramente pirotécnicas. Todo es una construcción que golpea con un garrote cuando, por momentos, solo bastaba con un puñete.

Uno de los puntos de Kingsman 2: The Golden Circle que mejor grafica el exceso, más allá de los elementos visuales de esta película, es el plan de su villana que busca el reconocimiento público de su imperio al legalizar la droga. En el camino, su objetivo da pie a un genocidio, ya que la droga que traficó fue infectada por un virus que requiere de un antídoto. Pero mientras millones de personas están en riesgo, y Poppy exige firmar la legalización para evitar la muerte de millones, el presidente de Estados Unidos ve la oportunidad de ignorar el rescate, dejar que mueran los consumidores y con eso lograr el hito de ganar la guerra contra las drogas. Ninguna postura se defiende, ya que tanto Poppy como el mandatario son extremadamente caricaturizados.

En medio de la acción plástica de esta secuela, ya que generalmente se percibe el aporte digital que hace posible gran parte de los tiroteos y persecuciones, quizás su mayor problema radica en la opción de traer de regreso a Harry. No hay forma en que vendan el retorno, ni siquiera cuando dejan en claro que todas las particulares habilidades especiales del agente quedaron desequilibradas tras recibir la bala en el ojo.

Asimismo, aunque los Statesman no desentonan, de todas formas no salen del campo del cameo glorificado. Mientras Jeff Bridges, Channing Tatum y Halle Berry le dan un aire de validación a la secuela, en definitiva todo queda sobre los hombros de Pedro Pescal, quien interpreta al "agente Whisky" que acompaña a Eggsy en su misión junto a un Merlín que tiene probablemente el mejor momento de la película.

En el camino hay múltiples locaciones exóticas, hamburguesas hechas de humanos, consumidores de droga que mueren como si hubiesen sido infectados por un virus sacado directamente de la Edad Media y rastreadores ingresan por vaginas en escenas absolutamente disparatadas. Pero probablemente lo único que merece ofensa de parte de la audiencia es el hecho de que Roxy, la agente Kingsman de la primera película, tiene una participación insólitamente menor.

Kingsman 2: The Golden Circle en definitiva llega a ser divertida, y brilla en una secuencia relacionada a Merlín, pero agota en varios puntos de sus 130 minutos. A mitad de camino se siente que avanza solo por la sobredosis del combustible que dio fuerza al original, con una postura en la que consideran que tener más siempre es mejor. Pero casos como este demuestran que no siempre es así.

Como último punto solo quiero acotar que cuando se reveló que Kingsman no incluía la escena de la iglesia en su exhibición en cines chilenos, decidí no verla en pantalla grande y esperar meses hasta ver la película completa, como correspondía. Dicha espera, valió la pena. En perspectiva, vista la propuesta de esta secuela, aquella decisión que concretó Fox tiene aún menos sentido. Ojalá nunca vuelva a suceder.

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