60 años de la revolución cubana: comunismo con propiedad privada

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Miguel Díaz-Canel, que nació después del triunfo de la revolución, asumió la Presidencia en abril. Raúl Castro dejará en 2021 el liderazgo del Partido Comunista.

El 60 aniversario tiene lugar en medio del debate que ha provocado la futura Constitución, que garantiza el modelo socialista, pero permite la generación de riqueza privada. En la "nueva Cuba", además, ya no hay un Castro en la Presidencia. "Cuba no ha honrado ninguna de sus Constituciones", advierte Alcibíades Hidalgo.


Los 60 años de la Revolución Cubana, todo un hito para el castrismo y que se cumplen el 1 de enero, ocurren en un momento muy particular: la isla ya no está al mando de un Castro -al menos en el papel-, mientras que el gobierno se prepara para poner en marcha una nueva Constitución que aunque garantiza el comunismo como meta de la sociedad, permitirá la generación de riqueza privada. "Iremos por más", dijo días atrás el Presidente Miguel Díaz-Canel a través de Twitter, cuenta que abrió en octubre, acorde a los "nuevos tiempos" que corren en Cuba.

El nuevo gobernante, que reemplazó a Raúl Castro en abril, encarna la "nueva Cuba": tiene 58 años, nació después del triunfo de la revolución y es un civil. Apenas asumió el mando, sinceró su apuesta al reconocer la necesidad de reformas económicas, aunque descartó cambios políticos de relevancia. Y eso es precisamente lo que está plasmado en la nueva Constitución, aprobada por unanimidad el sábado pasado por el Parlamento y que será sometida a referendo el próximo 24 de febrero.

Sin embargo, la trastienda de la nueva Carta Magna puso de manifiesto las complejas relaciones entre "fidelistas", "raulistas" y "díazcanelistas". En un comienzo, el anteproyecto de la Constitución eliminó la palabra "comunismo", incluida en el texto de 1976. Así, sólo mantuvo el concepto de "socialismo" como política de Estado. Pero luego, se restituyó el comunismo como meta social. Para la disidencia cubana, todo esto es "más de lo mismo".

También hubo disputas entre sectores aperturistas y la vieja guardia comunista en cuanto al matrimonio homosexual. Esto, porque el proyecto original abría el camino para dicha unión, pero finalmente fue reemplazado por la figura del matrimonio como "una institución social y jurídica". A su vez, hubo también rechazo al artículo que limitaba el mandato presidencial a dos períodos de cinco años y una edad máxima de 60 años para iniciar el mandato. Ahora, no habrá límite de edad en la "reelección" y se creará la figura de primer ministro.

En lo que sí no hubo discusión es que el Estado administrará la economía y en que el Partido Comunista seguirá ocupando un rol central, aunque se permitirá la generación de riqueza privada, todo un cambio para una sociedad que intentó ser igualitaria, aunque hace años que hay diferencias sociales, especialmente a raíz de la explosión del turismo. Eso sí, la generación de riqueza será regulada mediante un rígido sistema fiscal y se evitará la concentración de la propiedad. Además se establece que la inversión extranjera y la propiedad privada serán complementarios para el desarrollo de la isla.

Para Alcibíades Hidalgo, que ejerció como jefe del despacho político de Raúl Castro a mediados de los 80, este "comunismo con propiedad privada" es "menos de lo mismo". "Está por verse si se permitirá a los cubanos 'acumular riquezas', que no parece para nada ser el propósito de esta descolorida sucesión. Y el 'comunismo con propiedad privada' ya existe hace varias décadas", dice a La Tercera.

"La nueva Constitución incluye elementos importantes de continuidad, al tiempo que crea una base legal para un cambio económico significativo", plantea el cubanólogo William LeoGrande, de la American University. "Reafirma que Cuba es una sociedad socialista liderada por el Partido Comunista. Pero legaliza la propiedad privada y proporciona garantías a los inversores extranjeros. Así, la Constitución reconoce que en la 'nueva Cuba', la economía tendrá un lugar para el sector privado, la inversión extranjera y los mercados", agrega. De hecho, Díaz-Canel modificó varias normas que restringían a los cuentapropistas, como los dueños de paladares y taxistas.

Esto último era precisamente la idea de Raúl Castro cuando tomó el mando de Cuba tras la enfermedad de su hermano en 2006. Hoy, en la Cuba postFidel, 590 mil cubanos son cuentapropistas, el 13% de la fuerza laboral. En 2010, los trabajadores por cuenta propia llegaban sólo a 157 mil.

Eso sí, los cambios han sido paulatinos y lo seguirán siendo de acuerdo con los analistas. De hecho, recién en 2021, Raúl Castro -de 87 años- dejará su estratégico puesto de primer secretario del Partido Comunista Cubano. "Cuando yo falte, (Díaz-Canel) podrá asumir el cargo de primer secretario", dijo en su discurso de despedida en abril.

La transición cubana ha sido largamente planificada y recién en 2021 el liderazgo del país y del partido recaerá en una sola persona, tal como ocurrió en su momento con Fidel y Raúl. Por eso, el sistema político se mantendrá.

Alcibíades Hidalgo, sin embargo, es escéptico: "Cuba no ha honrado ninguna de sus últimas Constituciones, incluida la de 1940, que no pasó de letra muerta, tras un espléndido debate parlamentario por el cual es más recordada. No creo que la Constitución que finalmente se proclame el 24 de febrero corra mejor suerte que la elaborada bajo la batuta de Blas Roca en la década del 70, o los muchos documentos conceptuales aprobados en los congresos del Partido Comunista para ser olvidados en las próximas semanas".

Para Arturo López-Levy, coautor de Raul Castro and the New Cuba: A Close-Up View of Change, la futura Carta Magna "es resultado de un compromiso entre los tímidos sectores aperturistas dentro del campo oficialista-revolucionario y los grupos defensores de las posiciones comunistas fundamentalistas dentro del sistema, que terminaron ejerciendo un papel de veto incluso sobre las propuestas modernizadoras de la comisión". Y concluye: "Cuba tendrá que vivir en la ambigüedad de una legalidad económica, con fronteras que permiten un considerable cambio estructural, con una estructura política unipartidista que no cambia en lo sustantivo".

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