Vietnam promociona su imagen país con cumbre Trump-Kim en Hanoi

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Kim Jong Un llega a Dong Dang, tras un viaje en tren desde Pyongyang, que duró más de dos días.

Los vietnamitas han comenzado a cortarse el pelo estilo Kim y a teñirse como Trump. Pese a fallas organizativas, la ciudad aprovecha su momento.


Bastaron dos ediciones para que las cumbres Donald Trump-Kim Jong Un se conviertan en un género propio. También en Hanoi, la capital vietnamita, se ven las poleras conmemorativas, los cócteles y hamburguesas bautizadas para la ocasión y los imitadores de Singapur. Los dobles habían amenizado las vísperas frente a la Casa de la Ópera hasta que el gobierno de Vietnam mandó parar a el escándalo. Así, expulsó al falso Kim alegando presuntos problemas con su visado.

El australiano Howard X lo ha visto de otra forma: "La razón es que nací con una cara que se parece mucho a la de Kim Jong Un. Ese es mi único crimen". A la injusticia se le une la discriminación, porque el falso Trump aún anda por Hanoi. "La medida es absurda y despreciable", señaló Human Rights Watch.

Son días ajetreados para Duong Le Tuan desde que ofreciera cortes de pelo gratuitos para quien quisiera emular a ambos líderes. Más de 600 vietnamitas han salido de su barbería con esos peinados lisérgicos que apuntalan su condición de iconos pop. La mayoría, explica Duong, ha optado por el estilo Kim, pero un buen puñado de vietnamitas lucen un rubio dorado ajeno a sus genes.

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Un joven se realiza un corte pelo al estilo Donald Trump, en Hanoi.[/caption]

Las autoridades han definido la cumbre -del miércoles y el jueves- como la mejor campaña de relaciones públicas global. La ciudad recibirá publicidad de valor incalculable durante la semana y se ha esforzado en mostrarse bella. Arreglos florales salpican sus parques, espaciosas avenidas y el lago que linda con el distrito antiguo. Ahí, en ese ovillo de callejuelas que conserva su delicioso caos de motos y triciclos, los turistas encuentran estos días souvenirs con los ubicuos rostros de Kim y Trump.

Se espera que los efectos de la campaña se noten a mediano plazo, porque la ciudad no ha recibido ningún aluvión turístico si se descuentan a los cientos de periodistas. "Estamos en temporada alta. Aquí no cabían ya más turistas", comenta la recepcionista de un hotel céntrico.

No se nota ninguna excitación en el Parque de Lenin. La estatua del pensador ruso, con una mano en el bolsillo y la mirada reconcentrada en el horizonte, tiene el mismo aroma a naftalina que el retrato de Mao de la plaza de Tiananmen en Beijing. Son una suerte de fósiles revolucionarios reducidos a su dimensión más banal y atropellados por los tiempos. Los adornos florales sirven de fondo para las fotos de media docena de mujeres con sus vestidos tradicionales. Tres jóvenes patinan con su gorros hacia atrás sin ningún interés en atender cuestiones sobre el comunismo, la influencia de Lenin en Ho Chi Minh o la cumbre Trump-Kim.

Largo viaje en tren

A los sesudos debates sobre la desnuclearización de las vísperas se sumaron las especulaciones sobre cómo llegaría Kim a Hanoi. En Singapur aterrizó en un Boeing-747 prestado por China. Se entendió que su avión privado, un fósil soviético de 40 años cuyas piezas de repuesto ya no se fabrican, desmerecería frente al Air Force One de Trump. Evitó así el ridículo, pero no las bromas que identificaban a su país como otra provincia china.

Quizá ahí se fraguó la odisea ferroviaria. O quizá interpretase su viaje a Hanoi como una parsimoniosa marcha triunfal a la manera del César en los territorios conquistados. Es complicado decodificar a los líderes norcoreanos. La elección del tren, que exigió dos días y medio de trayecto, no era la más ortodoxa. Bastan cuatro horas en avión para cubrir esos 4.200 kilómetros que separan la gélida Pyongyang de la tropical Hanoi. Pero Corea del Norte no se ha labrado su reputación desde la ortodoxia.

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Kim reunido con su equipo de trabajo. Foto: Reuters.[/caption]

El tren alcanzó finalmente la estación vietnamita de Dong Dang a media mañana. Ahí lo esperaba la alfombra roja y la soldadesca para otorgarle un recibimiento que recordó al que su abuelo disfrutó el siglo pasado. Subió a bordo de su berlina Mercedes, con la robustez de un pánzer, y emprendió el último tramo saludando al público que se agolpaba tras las vallas.

Por las redes circularon fotos de su ferrocarril para seguir su trayecto y la grabación anodina y granulosa de Kim fumando en una estación de provincias china mientras su hermana le aguantaba el cenicero se viralizó rápidamente. No hay ningún líder mundial que iguale esa expectación. El recibimiento a Trump, horas después, palideció sin remedio.

La comitiva norcoreana se dirigió hacia el Hotel Meliá. Allí se encontró con las decenas de periodistas empotrados de la Casa Blanca que habían empleado días en adecuar el centro de prensa en lo que se adivinaba una convivencia imposible. No se recuerdan fallos organizativos de ese calibre. El problema se resolvió de la única forma posible: con la prensa buscándose otro hotel. Se espera que lo medular de la cumbre se concrete el jueves, aunque con Trump y Kim no se sabe.

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