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Interno devela detalles de cómo operaba red de gendarmes indagados por corrupción y parejas dan cuenta de explotación sexual

El expediente de la denomina Operación Apocalipsis suma una serie de declaraciones de reos que accedían a los servicios de los gendarmes que comercializaban productos al interior de las cárceles. Gracias a estos testimonios los investigadores pudieron trazar el rol que cumplía cada uno de ellos.

Formalizacion de imputados en el marco de la Operación Apocalipsis. Javier Torres/Aton Chile JAVIER TORRES/ATON CHILE

Por cuatro jornadas consecutivas se ha extendido la formalización de los implicados en una red de corrupción donde se advirtió la participación de 47 gendarmes y 23 civiles, todos detenidos en el marco de la denominada Operación Apocalipsis.

Han sido audiencias en que los fiscales del equipo de focos penitenciarios, que encabeza el fiscal regional Occidente, Marcos Pastén, han detallado la forma en que estos sujetos se organizaban para ingresar de manera ilegal elementos prohibidos y habilitar visitas improcedentes en las cárceles Santiago 1 y el penal femenino de San Joaquín.

Para garantizar dichos servicios, como se ha ido relatando durante las audiencias ante el 12° Juzgado de Garantía de Santiago, los imputados cobraban elevados montos de dinero que posteriormente utilizaban como si fueran fruto de sus remuneraciones. Por lo mismo, se les formalizó por cohecho y lavado de activos, arriesgando quedar en prisión preventiva.

El equipo investigativo, que incluyó funcionarios de Gendarmería y de la Policía de Investigaciones (PDI), llevó por alrededor de siete meses una serie de diligencias. Se revisaron cientos de cuentas bancarias, se realizaron escuchas telefónicas, se revisaron horas y horas de grabaciones de video y, entre otras técnicas investigativas, se tomaron una serie de declaraciones.

Entre estas últimas, se recabaron testimonios de reclusos que supieron de primera fuente cómo funcionaba esta red de funcionarios, pues en más de alguna ocasión requirieron de servicios.

Por ejemplo, como pudo conocer La Tercera, en el expediente -que suma más de 6.500 páginas- aparece la declaración voluntaria del interno de iniciales L.E.L.R., quien ingresó al módulo 4 de Santiago 1 en enero de este año, por una causa vinculada a tráfico de drogas. Desde el primer día, como relató, vio cómo gendarmes cobraban por entregarles comodidades.

Celulares, comida y vista gorda

“Al llegar a la cárcel vi que los internos mantenían teléfonos. Me contaron que para tener uno había que comprarlo. Yo compré uno a un gendarme por la suma de $300.000. No recuerdo el nombre del gendarme, pero lo podría reconocer. Le pedí a mi pareja que le hiciera la transferencia a un mozo. Ella, como no tiene cuenta bancaria, le pedía a un tercero que hiciera esas transferencias, quien es otro interno que trabaja para los gendarmes. Esto ocurrió el día 25 de enero y el mismo día me lo entregaron. El teléfono era de segunda mano y los gendarmes los tienen ahí. El gendarme me lo entregó de su propia mano”, relató.

Junto con ello, también agregó: “A veces me quitaban el teléfono y yo tenía que pagar $100.000 para recuperarlo. No conozco el nombre de los gendarmes, pero estoy en condiciones de reconocerlos”.

De acuerdo con el relato de L.E.L.R además había opción de pedir comida como si fuera a la carta. El servicio funcionaba siempre que solicitaran algo de un día para otro, como pollo asado con papas fritas o empanadas. Todo con pago previo.

“Estos dos gendarmes mantienen un negocio de comida, ellos vendían pollo y asado, vendían el pollo entero con papas fritas y cobraban $40.000. Lo hice cuatro veces. También venden empanadas, compré cerca de ocho veces empanadas por la suma de $10.000 cada una. La comida debía ser encargada de un día para otro y la mantenían antes de entregarla en la pecera. Todos estos pagos los hice por medio de transferencia. Toda la comida fue a la cuenta del mozo”, declaró el recluso.

El testigo explicó que para tener dinero en efectivo para materializar otras compras, le decía a su pareja que le transfiriera a otro sujeto, que le cobraba una comisión.

Asimismo, detalló que había cobros por otras cuestiones: “Tenían un negocio en el que si un interno le pagaba la suma de $50.000, ellos permitían que en el módulo cayeran pelotazos, luego cuando se vendía el interior de la pelota, se le hacía llegar un dinero por eso al gendarme. También sé que si uno hace hartos negocios con los gendarmes ellos no te clasifican, para que no te deriven a otro módulo, demoran ese trámite para que sigas haciendo negocios con ellos”.

“Ellos hacían una ronda en las noches. Si veían a un interno con un teléfono se lo quitaban y ahí el interno tenía que ir al día siguiente en la mañana y pagar la suma de $100.000. Esta práctica es generalizada en Gendarmería. Sé que un amigo le pagó a un funcionario la suma de $30.000 para que, cuando lo trasladaran no lo revisaran, ya que llevaba un teléfono”, sumó en su declaración.

El ‘Chuky’ y el ‘Taita’

En medio de su declaración, el mismo interno dio cuenta de que cuando se le llevó a otro módulo del penal pudo advertir que ahí se replicaba el mismo modelo, aunque con algunas variaciones.

“Allá no venden comida cocinada. Allá venden la comida cruda y hay que cocinarla. Esa comida se llama ‘feria’. Los precios son el kilo de arroz, $30.000; el kilo de carne, entre $30.000 y $60.000, dependiendo el peso; el paquete de chorizos vale $15.000, salchichas el paquete de ocho vale $5.000, la palta vale $10.000, tomate entre $5.000 y $10.000, las hamburguesas del McDonald’s $20.000. Todo se cocina en micrón, que son cables en agua que calientan las cosas. Todo eso lo vende alguien que es apodado el ‘Taita’, es un interno, es moreno, alto, maceteado, todo esto se compra en efectivo”, sostuvo.

Igualmente, se refirió a un gendarme que tenía un rol relevante en la organización: el ‘Chuky’.

De contextura gruesa, de baja estatura, de pelo claro, como lo describió, era el gendarme que le entregaba los insumos a el ‘Taita’ para que sostuviera el negocio. Si él no estaba, no había comida en el módulo. Y lo que se entrega, sí o sí tenían que comprarlo. Si los internos no lograban consumir todo, conforme el relato del interno que declaró en la causa, el ‘Taita’ debía pagarle todo al ‘Chucky’.

“El ‘Taita’ nos cobra a todos lo que llaman la pieza, era un cobro que había que hacer para vivir ahí. Si alguien no pagaba, llegaba la perrera, que son soldados del ‘Taita’ y les pegaban. Si de todos modos no se pagaba, lo echaban del módulo. Teníamos que lograr hacer $500.000 entre todos, semanalmente, por concepto de pieza, y para que los gendarmes dejen hacer cosas dentro del módulo, como pagar la suma de $20.000 para poder ir con tu visita a un privado para tener relaciones sexuales. La suma de $500.000 pesos debíamos tenerlo sí o sí el jueves y hace tres semanas que podemos pagarlo el viernes. Se la pasan el viernes en la mañana, entre las 10:00 a 11:00 de la mañana”, relató.

Conforme al mismo testimonio, no todos los reos podían llegar al ‘Chuky’. Él se relacionaba solo con el ‘Taita’, para entregarle “la feria” y con otro interno conocido como ‘Wiwi’, quien tenía facilidades para moverse entre distintos módulos.

Parejas y pagos

Como contó L.E.L.R., su pareja era la encargada de hacerle las transferencias, y ella también declaró en la causa, pues desde el primer día que llegó a visitar a su pareja le explicaron el sistema de las encomiendas irregulares y cómo lograr entrar a la cárcel siendo una migrante que no tenía documentación, pues había ingresado al país de manera irregular.

“Me dijeron que como era extranjera irregular no podía enrolarme para enviarle encomienda, entonces pregunté afuera cómo se hacía para el tema de las encomiendas, y ahí mismo, en la calle, me dijeron que había varias personas que se dedicaban a eso. Me dieron un número y me apuntaron a una persona, me dijeron que esa señora, mayor, se encargaba de eso”, dice en su declaración.

Adicionalmente contó que para ingresar informalmente pagó en varias ocasiones $60 mil.

¿Qué pasa cuándo no hay dinero para pagar? Las escuchas realizadas por los investigadores dan cuenta de que los funcionarios les decían a las parejas de los internos que podían pagar teniendo relaciones sexuales con ellos.

De ello quedó registro en el informe 14 elaborado por funcionarios del Departamento de Investigación Criminal de Gendarmería, quienes tomaron declaración y registraron el testimonio de la mujer de iniciales A.P.G.W.

Esa testigo aseguró que el jefe de los manilleros -civiles que gestionaban ingresos fuera del penal- le insinuó “en varias ocasiones que, si no tiene dinero y teniendo relaciones sexuales con él o con uno de los funcionarios de Gendarmería, también pudiese ingresar como visita irregular o ingresar manillas (encomiendas que contienen especies ilícitos y/o irregulares), como forma de pago por este actuar”.

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