Por Ignacia Canales“¿Quién vende clona?”: la ruta de la compra irregular de tranquilizantes al alza en estudiantes
El último estudio del Senda reveló un dato preocupante: han aumentado los jóvenes que se automedican con tranquilizantes. En ese contexto, los expertos afirman que el consumo sin la supervisión médica adecuada se traduce en varios riesgos como el desarrollo de abstinencia.

“¿Cuándo fue la última vez que consumió alguna de las siguientes sustancia: clonazepam, alprazolam, diazepam, lorazepam, entre otros?”. Esa fue la pregunta que el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) les hizo a 28.362 estudiantes. 5,7% de ellos afirmaron que lo habían hecho sin receta en el transcurso del último año. Pero ¿de dónde los obtienen si en teoría solo se venden con receta médica?
La cifra encendió las alertas, ya que representa un aumento respecto a 2021, cuando el 4,5% declaró haber consumido alguno de estos medicamentos. Además, este es uno de los pocos porcentajes que ha ido al alza, porque el consumo de otras sustancias como el alcohol y la marihuana ha bajado hasta un 20%.
Rodrigo Goycolea, docente investigador de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián, expone que “la evidencia indica que la mayoría los obtienen a través de fuentes informales en su entorno cercano, como familiares, amigos o conocidos, donde los medicamentos pueden estar disponibles en el hogar. Además, existen ventas ilegales y mercados informales, incluyendo ferias libres o vías digitales, que facilitan el acceso sin control”.
El tema es que para comprar algunos de estos fármacos es necesario una prescripción, y no una cualquiera, sino que bajo la figura de receta retenida, es decir, una vez que el paciente compra la farmacia se queda con el documento para que no pueda ser utilizado nuevamente.
Y aunque el estudio de Senda no pregunta directamente a los universitarios dónde consiguen los tranquilizantes sin la receta, la directora nacional del organismo, Natalia Riffo, afirma que sí tienen acceso a información que los ayuda a entender ese fenómeno.
“Por ejemplo, entre escolares, la principal vía de acceso a estos fármacos suele ser a través de personas cercanas —parejas, familiares o amigos—, seguida de la compra informal en ferias, o incluso el uso de medicamentos disponibles en sus casas”, detalla la directora del organismo.
En las universidades también es popular adquirirlos aprovechando grupos de compra y venta de otros artículos que se crean en WhatsApp. Las preguntas sobre venta de medicamentos como clonazepam o diazepam, entre otros, abundan. Y se hacen abiertamente, sin esconder las intenciones.
-¿Alguien vende Samexid (fármaco para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad )? - pregunta, por ejemplo, una estudiante en uno de los grupos de una reconocida universidad a los que tuvo acceso La Tercera.
-Yo vendo pastillas de 50 mg y 70 mg -responde otro integrante de la instancia minutos más tarde.

Pero no todos los estudiantes consumen de la misma forma. Según el sondeo de Senda, las mujeres son quienes más se automedican con tranquilizantes sin supervisión médica: un 6% declaró haberlos tomado durante el último año, frente al 5% de los hombres.
Por otra parte, el consumo de tranquilizantes sin receta médica fue más alto entre los jóvenes de 23 a 24 años, con un 8,2%, seguidos por quienes tienen 25 años o más (5,9%) y el grupo de 21 a 22 años (6,0%). Mientras, las prevalencias más bajas se observaron en los adolescentes de 17 a 20 años, con un 4,5%.
Sebastián, un estudiante universitario, cuenta que opta por el comercio irregular porque “pagar un psiquiátrico que puede costar 60 mil pesos solamente para que te dé una receta es demasiado. Por ejemplo, ansiolíticos en la feria pueden costar alrededor de seis mil pesos”.
Incluso, en redes sociales hay quienes ofrecen parte de la caja a cinco mil pesos, y cajas completas por 10 mil. También hay grupos en la misma red social donde facilitan las recetas médicas.
El fenómeno ha sido pesquisado por Carabineros e incluso la Policía de Investigaciones, que realizan operativos para incautar medicamentos en ferias libres y otros espacios de comercio ilegal. Sin embargo, las autoridades reconocen que estas acciones solo abordan una parte del problema. La raíz, advierten, está en el acceso inicial a las recetas médicas, ya que muchos logran obtenerlas para luego revender los fármacos de manera irregular.
En ese contexto, la directora del Senda agrega que “en el marco del Plan de Trabajo sobre Drogas Sintéticas, la Subsecretaría de Salud Pública está implementando un Sistema Nacional de Receta Electrónica, que busca fortalecer la fiscalización y el control de los usos lícitos de opioides sintéticos y otros fármacos. Es una medida que apunta precisamente a cerrar espacios de acceso irregular y a mejorar el seguimiento de medicamentos que pueden implicar riesgos si se consumen sin supervisión médica".
Por esta razón, desde la U. San Sebastián, Goycolea propone realizar campañas educativas dirigidas a estudiantes y círculos familiares sobre los riesgos del uso indebido y la importancia de la supervisión médica, además de mejorar la identificación y regulación en los espacios y redes donde se comercializan y ofrecen estos medicamentos ilícitamente.
En ese contexto, añade que parte de las explicaciones para este fenómeno al alza “están principalmente vinculadas a la creciente carga de estrés y ansiedad provocada por la exigencia académica, incertidumbre económica y problemas psicosociales comunes en esta etapa de la vida. Según estudios recientes, muchos estudiantes recurren a estos fármacos para manejar síntomas de ansiedad, insomnio y estrés".
Y aunque estos fármacos se utilizan precisamente para tratar estos síntomas, el problemas que apunta Goycolea es que los estudiantes admiten que los consumen sin guía ni supervisión médica adecuadas, lo que advierte, constituye un fenómeno preocupante de automedicación.
Miguel Prieto, psiquiatra y jefe del servicio de Salud Mental de la Clínica de U. de los Andes, advierte que existen varios riesgos asociados al consumo sin supervisión: “Está la sedación, mareos, problemas de memoria, caídas, accidentes del tránsito, adicción al medicamento, etc. Hay que tener en cuenta que varios de estos riesgos se multiplican con el uso concomitante con alcohol”.
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