#VíaInclusiva: Conoce los resultados del programa en "Padre-Hijo en Casa" en Nueva York, modelo replicado en Chile

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Foto: Fundación Niños Primero.

El investigador César Zúñiga entregó los resultados del plan que se aplica en el estado de Nueva York, y que en nuestro país es implementado por la Fundación Niños Primero.


De visita en Chile, el Director de Evaluación e Investigación de la ONG estadounidense Parent-Child Home Program (PCHP), César Zúñiga, expuso algunos de los resultados de la evaluación de impacto que genera la implementación del programa de educación inicial "Padre-Hijo en Casa" en el estado de Nueva York, en Estados Unidos, y que en la actualidad se está replicando en Chile a través de Fundación Niños Primero.

El programa de educación "Padre-Hijo en Casa" es una iniciativa con más de 50 años de trayectoria en Estados Unidos y que a través de visitas domiciliarias a familias que viven en contextos de vulnerabilidad, busca desarrollar competencias y habilidades cognitivas en menores a partir de los dos años, y también empoderar a sus padres como los principales facilitadores y responsables del futuro educacional de sus hijos.

Parte de la investigación presentada por César Zúñiga apunta a demostrar que una adecuada intervención durante la primera infancia asegura que los niños y niñas logren llegar al colegio con muchas más herramientas para triunfar, dada las habilidades tanto cognitivas como socioemocionales que desarrollan a través del programa y gracias a que sus padres comprenden la importancia que juegan ellos durante dicho proceso.

Cabe señalar que PCHP está trabajando en Estados Unidos en conjunto con NYU en un ensayo de control aleatorio – randomized control trial – donde tomaron a 500 niños y niñas del estado de Nueva York a quienes están siguiendo para observar su trayectoria escolar y en el futuro su performance laboral. Así, han logrado establecer las diferencias que se generan entre los menores que participaron del programa y quienes no.

Hasta el momento, se ha constatado que los niños que pasaron por el programa "Padre-Hijo en Casa" de PCHP, han sido derivados en un 50% menos a servicios especiales de educación que los del grupo de control (por ejemplo: clases particulares). Además luego de visitar en sus casas a familias que habían sido parte del programa 18 meses después, pudieron comprobar que esas familias tenían muchos más insumos educativos para sus otros hijos, que las familias del grupo de control, lo que se traduce en el mayor uso de libros educativos hasta interacciones familiares de mayor calidad, lo que demostró que el desarrollo del programa de PCHP deja capacidad instalada en los hogares donde se lleva a cabo.

Al respecto César Zúñiga agrega: "las familias que participan del programa en Estados Unidos y en otros países logran involucrarse mucho más en la vida de sus hijos, ya que comienzan a participar en los colegios donde se educan sus hijos y se transforman en los principales defensoras de sus familias. Todo esto crea un círculo virtuoso donde las familias comienzan a buscar nuevas oportunidades incluso para ellos. Por ejemplo muchas madres vuelven a estudiar o a capacitarse, al comprender que pueden generar cambios en las vidas de sus hijos y también en las propias. Son tan potentes estos resultados, que pronto estudiaremos este resultado de manera científica, porque es un efecto de segunda generación por llamarlo de alguna forma, ya que no solo se beneficia el niño o niña sino que también sus padres o algunos de ellos".

Si bien el desarrollo de Chile y Estados Unidos es distinto, vivir con bajos ingresos en ambos países tiene una consecuencia común. "Vivir en Nueva York, con bajos recursos genera un sistema de aislamiento para los padres y sus hijos, realidad que también he visto por estos días en Chile, al visitar a familias en las comunas de Panquehue (V) y en Curacaví", señala Zúñiga, quien hace hincapié en que no podemos olvidar que las familias con altos y bajos recursos en cualquier parte del mundo quieren siempre lo mejor para sus hijos.

Por esta razón, a su juicio, ser parte del programa "Padre –Hijo en Casa" es una "excelente herramienta de inclusión social que a través de la promoción de nuevas herramientas para hijos y padres, logra promover el correcto desarrollo de los niños durante la primera infancia, etapa fundamental para el desarrollo del ser humano donde se logra potenciar de mejor forma no solo habilidades cognitivas sino que también socioemocionales, las que son fundamentales para enfrentar con éxito el futuro".

Al igual que en Chile, el nacer en hogares de bajos ingresos en Estados Unidos es la principal fuente de desigualdad entre las personas. De ahí que sea primordial invertir en programas de estimulación temprana porque de esta forma se promueve el futuro éxito escolar, el egreso de la educación media y por supuesto el desafío de convertirse en jóvenes productivos.

"Desde la perspectiva económica y de política pública, la inversión en primera infancia es la más rentable porque por cada peso invertido el retorno es enorme, es decir, a futuro habrá que invertir menos en políticas públicas sobre derivaciones de los niños a servicios especializados por embarazos adolescentes, deserción escolar y consumo de alcohol o drogas por ejemplo. Si como sociedad volcamos nuestros esfuerzos a los primeros años de vida y nos enfocamos en hacer programas preventivos, tendremos niños, niñas y familias más fortalecidas, lo que en definitiva traerá menores costos para el estado en programas paleativos, reparativos o rehabilitadores" señala Anne Traub Directora de Fundación Niños Primero, que trajo a Chile el programa de educación de PCHP y que hoy está funcionando en cinco comunas de Chile: Cerro Navia, Renca, Curacaví, Panquehue (V) y Puerto Varas atendiendo a más de 200 familias.

En Cifras

Otro de los resultados presentados por PCHP, indican que el 60% de los niños entre tres y cinco años de la muestra que provienen de hogares con bajos ingresos en Estados Unidos, demostró no tener habilidades básicas para ingresar al colegio tales como no saber contar de uno a diez, no conocer el alfabeto y -quizás lo más importante- no ser capaces de quedarse quietos, de respetar turnos e interactuar con éxito con sus pares o profesores.

Otro indicador de precariedad tiene que ver con el uso del lenguaje. Un niño que crece en una familia de bajos recursos escucha 13 millones de palabras en un determinado tiempo, versus las 45 millones de palabras que escucha un niño que crece en una familia de ingresos medios, lo que incidirá directamente en las habilidades lectoras, de escritura y lenguaje que tendrán los menores a futuro.

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