
Chile 1,03

No es una cifra macroeconómica, pero es una que cambiará por completo la situación económica y social de Chile.
1,03 es la última cifra de Tasa Global de Fecundidad en Chile, segun datos preliminares del INE. Esto sitúa a Chile como uno de los países con menor tasa de natalidad del mundo. La TGF ha disminuido de 5,4 hijos por mujer en 1960, a 1,16 hijos por mujer en 2023 y a 1,03 hijos por mujer en 2024, muy lejos de la tasa de reemplazo, de 2,1.
Es cierto que la caída de la natalidad es un problema global, pero en Chile hay tres particularidades que la hacen aún más grave: la impresionante velocidad de la caída (un desplome), la enorme negación de la clase política para darse cuenta de la envergadura del problema, y la negligencia colectiva para enfrentarlo.
Este es un rinoceronte gris, como dice Michele Wucker: un problema gigante que, por extrañas razones, se decide no mirar y hacer como que no existe.
Pero el rinoceronte gris de la baja natalidad, de un Chile sin niños, no se irá por sí solo. E impactará todas las áreas de la sociedad. No solo las escuelas y jardines sin alumnos -luego será el turno de las universidades-, sino que tendrá un impacto colosal en el crecimiento económico, que será mucho más cuesta arriba que hoy al contar con menos fuerza laboral activa. A aquello se suma un desastre en el sistema de salud y pensiones por la mayor cantidad de personas mayores, muchas de ellas sin hijos que los cuiden. Se suma el daño en la capacidad de innovar, de ahorrar, hasta de defenderse, sin suficiente personal en las Fuerzas Armadas.
De no mediar ningún aumento en la productividad, el impacto del envejecimiento de la población sobre la economía chilena estaría en torno a 2,3 puntos del PIB (por encima del 0,4 puntos en países OCDE), según Shruti Singh, economista de la OCDE. “Chile está envejeciendo más rápido de lo que hemos visto en Europa”, dijo a El Mercurio. Vaticina que en 2060 -30 años más- la mitad de la población chilena será de 50 años o más.
Seremos como Japón.
Antes de dejar el Ministerio de Hacienda, Mario Marcel encargó a las economistas Loreto Reyes y María Pilar Cruz un estudio para enfrentar este problema. El informe plantea la gravedad de la caída de la TGF, y que enfrentarla bien depende en gran parte de “una implementación oportuna, intencionada, articulada, sistemática en el tiempo y con foco específico”.
Qué lejos estamos en Chile de una política así. En año electoral, casi no se habla de esto, a pesar de que es, literalmente, donde se juega el futuro del país.
¿Qué hacer? Primero que nada, ver de frente este “rinoceronte gris” y darle prioridad como materia de Estado, hacer una fuerza de tarea transversal políticamente y que trabaje con un mandato urgente. Este grupo debe diseñar políticas públicas múltiples y estables en el tiempo. La natalidad ha caído a lo largo de décadas, y las razones son variadas. Se debe, en parte, a que hay una disminución notable del embarazo adolescente, lo cual es una buena noticia que sería una locura intentar revertir (por eso hay que tener cuidado con los “bonos”, porque hay evidencia de que han incentivado justamente a madres adolescentes). Otra causa es la postergación de la edad para ser madre, lo cual plantea desafíos de acceso a TRA (tratamientos de reproduccion médicamente asistidos). Y también existe la “renuncia silenciosa” de personas que quisieran tener hijos, o tener más hijos, pero que son desincentivadas por la gran cantidad de barreras que pone la sociedad chilena, partiendo por las económicas.
La solución, entonces, pasa por empezar a actuar en varios frentes a la vez. Partiendo -por fin- por hacer realidad la sala cuna universal (y no como beneficio para las madres, sino para padres por igual); políticas laborales flexibles para ambos; horarios de salas cunas, jardines y colegios acordes a esos horarios laborales (si un niño sale a las 12.30, ¿cómo podría ir un padre o madre a buscarlo? ¿Qué hace el resto del día?). Políticas de salud pública, beneficios tributarios para las familias con niños; política habitacional que les dé la prioridad de acceder a un espacio compatible con la crianza.
Por último, en materia cultural y social, hay que fomentar la corresponsabilidad como valor fundamental, es decir, relevar el rol del padre, sacando así tanta carga mental y emocional de los hombros de las madres. Ellas enfrentan una “pobreza de tiempo” (como ha estudiado Martina Yopo) y un nivel de estrés muy alto, pues cuidan varias horas más al día que los hombres, además de ganar menos (la famosa “multa por hijo”) y sentir muchísima culpa.1,03 es una catástrofe que, del mismo modo que las termitas, está socavando las fundaciones de nuestro edificio nacional: estamos en el lugar 222 de 236 países (ONU). ¡Solo 14 están peor! Enfrentar esta debacle no sólo es imprescindible, sino una oportunidad, la de unir al país en un imprescindible objetivo común: salir de este invierno demográfico.
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