Columna de Alberto Texido: ¿Expandir o compactar nuestras ciudades?



El reciente debate sobre construir en altura o extender la ciudad -que lleva décadas de discusión y se suma a la restricción de levantar edificios en zonas de riesgo-, sigue generando controversias.

La tendencia global ha planteado la inconveniencia del crecimiento periférico y, por lo mismo, ha fomentado la compacidad urbana, es decir, una alternativa que permite la densificación, donde la construcción en altura bien regulada nos entrega una mayor oportunidad de sustentabilidad. Así, una mayor cantidad de habitantes y usos en una menor superficie ayuda en la distribución de equipamiento, vialidad, de los sistemas sanitarios y de energía, entre otros.

Es lo que se ha debatido como “ciudad caminable” donde los beneficios que brindan las urbes son accesibles en menor tiempo y sin depender, necesariamente, del transporte motorizado.

Llama la atención el debate que se ha creado y que dificulta hallar soluciones. Esto lleva a que hayan surgido voces para evitar la densidad en barrios cercanos a las estaciones de metro o trenes que, siendo inversiones públicas, deben beneficiar a quienes viven en las cercanías.

Esto también se evidencia en dos argumentos extremos: los que buscan congelar los planes reguladores a un máximo de dos pisos y los contrapuestos que pretenden la poco razonable norma de “altura libre”, abriéndose una pregunta respecto a cuál es la altura más eficiente para la construcción de viviendas, que pueda dar garantías de un habitar más accesible y seguro. Hay que decir también que, a los impactos de los edificios altos, se suman las dificultades en las emergencias internas, propias de su diseño y proporciones, como las externas, evitables a través de la planificación y detección de riesgos.

Las universidades, la Corporación Ciudades y el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, entre otras instancias, están reflexionando sobre estos escenarios y han dado luces para entender que entre los dos y los cuarenta pisos, hay otras opciones. Se debe reiniciar la discusión para encontrar esa altura de mayor consenso, para entender que la oportunidad está en manos de la autoridad, de la industria y de los habitantes que comprenden la importancia de resolver el problema con voluntad, con normas ajustadas y los procesos necesarios.

Los efectos del cambio climático desafían a la ciencia y su capacidad de influenciar sobre la planificación urbana. Los grandes incendios, las crecidas de cauces y las remociones en masa, están afectando zonas expuestas que resultaron de la expansión urbana sin regulación.

Con diagnósticos coincidentes y un déficit habitacional, urbano y ambiental récord, ha llegado el tiempo de preguntarnos sobre qué dejar de hacer para salir de dinámicas que no resuelven y donde el aporte académico y gremial podría ser clave. Una mejor ciudad solo resultará de un trabajo participativo.

Por Alberto Texido Z. , académico de la Universidad de Chile, Consejero del Consejo de Políticas de Infraestructura

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