
Columna de Diana Aurenque: Alucinante y espeluznante

Debido al art. 16 de la propuesta constitucional -”la ley protege la vida de quien está por nacer”- alertan expertos que podría declararse inconstitucional la actual ley de aborto en tres causales. Más allá de repetir argumentos académicos a favor o en contra, le pido suponga que es mujer. Imagine que pese a tomar anticonceptivos es una de esas 350 mujeres que en Chile (2020) recibieron pastillas defectuosas y está embarazada; o que pese a ser abstinente, fue violada y está embarazada. En ambos casos, la mujer no solo puede tener un grave conflicto, sino que, en rigor, se trata de una pugna con su propio cuerpo: la mujer que gesta involuntariamente se volvió presa de su cuerpo y de lo que en ella crece.
Porque el cuerpo de una mujer posee generalmente una capacidad alucinante y espeluznante a la vez. Alucinante, porque lleva en sí la posibilidad de que un otro entero, un hijo/a, sea gestado; espeluznante, porque aquello solo ocurre en una dependencia vital con su cuerpo; con uno que la mujer-madre debe poner a disposición de un otro -como lo expresó la filósofa J. T. Thomson en el “dilema del violinista”.
Cuando era universitaria decidí que si mis anticonceptivos fallaban tendría que suicidarme -porque no quería ser madre, pero no podía “matar” a un hijo-. Por fortuna, no pasó. Y mejor aún, cuando sí falló, ya era profesora de ética médica en Alemania. Afortunada porque ya conocía los argumentos a favor y en contra del aborto, y tenía la convicción de que el conflicto no era entre personas, que no era igual a un asesinato, porque existía suficiente evidencia científica para sostener que el estatus moral de un embrión avanza gradualmente. Aprendí que un embarazo puede ser interrumpido por razones ético-jurídicas y que existían derechos civiles que protegían a las mujeres de ese momento terrible que es ser presa del propio cuerpo embarazado.
Afortunada, además, porque la pesadilla ocurrió en Alemania, donde se puede interrumpir un embarazo hasta el 3er mes sin causa mediante, sin objeción de conciencia institucional y donde los profesionales de la salud me dieron el apoyo que no podría haber tenido en Chile -ni de médicos, ni del Estado y quizás tampoco de amigos o familiares. Y lo entiendo. Porque hasta ahí ¿quiénes sabían de bioética? En Alemania jamás me enjuiciaron; más bien me acompañaron, aconsejaron y respetaron. Gracias a ellos, a ese sostén en ese momento terrible, pude recuperar mi cuerpo de una prisión que ninguna mujer merece padecer. Porque la verdad es una: la maternidad se decide o se padece.
No hay que ser mujer, feminista o abortista, para comprender lo desgarrador que nos resulte a muchas perder la ley de aborto -pese a ser tan acotada-. Basta entender la particularidad del cuerpo de una mujer como para tener razón suficiente y rechazar la Carta propuesta.
Usted decida como quiera en este plebiscito. Pero, por favor, no nos juzgue por hacerle frente a esa posibilidad alucinante y espeluznante que somos -y jamás pedimos.
Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile
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