Columna de Hernán Larraín: ¿Qué es ser chileno?

¿Qué es ser chileno?
¿Qué es ser chileno?


Celebramos en estos días un aniversario más de nuestra independencia patria con fiestas, desfiles y cánticos religiosos de acción de gracias (Te Deum), por tan magno acontecimiento. Gritamos ¡Viva Chile! Y brindamos con una copa de tinto.

Pero me pregunto, ¿qué celebramos y qué significa ser chileno y no colombiano o francés? La respuesta es menos clara porque la identidad nacional es reciente en la historia y si bien perfila rasgos propios, comparte muchos con otras nacionalidades: el idioma, la historia, el territorio, la cultura, la etnia. En la región se pudo haber producido un fenómeno similar al de América del Norte (dixit Bolívar), donde Estados Unidos unificó desde su independencia pueblos y territorios, generando una nación que, a pesar del constante flujo migratorio, alcanzó identidad y pertenencia en lo que ellos llaman, vaya paradoja, América.

Sin embargo, lo que hoy conmemoramos no es solo una fecha donde se instala una Junta Provisional Gubernativa que se separa del gobierno de España por lealtad al rey depuesto, sino el comienzo de una nación que inadvertidamente abriría un espacio único en el contexto universal.

Dicha Junta convocó a un Congreso que se instala en 1811 y dispuso un reglamento para organizar el funcionamiento del Ejecutivo: el primer Reglamento Constitucional (4/8/1811), originando un proceso que se extenderá por años, cuyo norte era generar orden y unidad de mando a la incipiente república. Habrá nuevas reyertas con los españoles que culminarán con nuestra independencia real en 1818, luego de lo cual sus gobernantes perseverarán en consolidar una estructura institucional. Será en los ensayos constitucionales hasta la aprobación de la Carta Política de 1833, donde cristalizará la impronta de Chile, con un orden soberano que lo diferencia del resto de las naciones.

De los muchos elementos que van configurando al país, que los historiadores definirán, destaco este proceso jurídico fundacional como eje de nuestra existencia. Con razón se atribuye a Diego Portales haberle dado gobernabilidad al país en este período, pero no se puede olvidar a ese puñado de juristas que le dio arquitectura normativa a la sociedad. Entre ellos destaca Andrés Bello por su labor de integración del derecho, superando así la jungla normativa, con la redacción del Código Civil que desde 1855 conforma el derecho general de la república. Este esfuerzo, unido a su visión educacional impulsada desde la U. de Chile para dar forma a un pueblo ilustrado y a la búsqueda de una gramática que favoreciera la unidad de la gente a través de un lenguaje común y simple, va permeando la fisonomía de lo chileno.

La historia continúa, pero siempre tras la huella de nuestra vocación por el orden, la ley y la autoridad, en democracia, subsistiendo con porfía muchos y fuertes embates que no impedirán preservar el sentido prístino de la nación.

En estos días se siente el peso de una profunda crisis moral, donde el orden jurídico y las instituciones flaquean. Quizás el recuerdo de la forma cómo cuajó la chilenidad a raíz de este 18, abra el camino que permita reencontrar ese ser profundo que habita en el alma nacional.

Por Hernán Larraín F., abogado y profesor universitario