
Columna de Jorge Ramírez: “Perro que ladra, no muerde”

El gobierno del Presidente Boric perdió su épica y relato tras la aplastante derrota de la opción Apruebo el pasado 04 de septiembre. Como se advirtió en una columna de este mismo espacio[1], resultaría inevitable vincular el destino de la propuesta constitucional al derrotero del gobierno del Presidente Boric. ¿Qué ha pasado en el Ejecutivo a casi dos meses del triunfo de la opción Rechazo por un 62%?
En primer lugar, se ha instalado un nuevo triunvirato en el Comité Político conformado por Mario Marcel (PS), Ana Lya Uriarte (PS) y Carolina Tohá (PPD), quienes consolidan un nuevo polo de poder en el epicentro de la toma de decisiones del Ejecutivo. Mientras que el otro polo de poder (Apruebo Dignidad) ha quedado reducido a la representación de la vocera Camila Vallejo, quien antes que comunista es oficialista, la talentosa Jeannete Jara (PC) quien no tendrá una misión distinta a la de disciplinar y contener el escape comunista en los días más sombríos del complejo año 2023 y la hábil ministra de la Mujer Antonia Orellana (Convergencia Social), quien, sin estridencia, ha logrado sobrevivir como la única frenteamplista “químicamente pura” en Palacio. Curiosamente, RD, el partido que estaba llamado a cumplir un rol bisagra entre el Socialismo Democrático y el Frente Amplio, ha quedado marginado del comité político y quizás, en el mediano plazo, termine siendo absorbido por Convergencia Social o un suprapartido frenteamplista.
Por otro lado, paradójicamente hoy el costo de la administración de gobierno es asumido casi en su totalidad por los otrora denostados cuadros de gobiernos de la ex Nueva Mayoría. Sin embargo, la última toma de decisión sigue siendo potestad del círculo estrecho frenteamplista, basta ver, por ejemplo, la alambicada estrategia del subsecretario José Miguel Ahumada para lograr dilatar la suscripción del TPP11.
¿Y el Presidente? A menos de un año de arribar a La Moneda se encuentra atrapado entre estas dos aguas, entre dos coaliciones, entre la reivindicación o la renuncia a su programa, en definitiva, expuesto a una encrucijada posplebiscitaria. Mientras tanto, transcurre una acelerada descapitalización de imagen que lo sitúa en el peor registro de aprobación presidencial a menos de un año a la cabeza del Ejecutivo.
En este contexto, es tal el desconcierto en el Ejecutivo que el Presidente ha tenido que desplazarse discursivamente hacia la colonización de un campo político que le resulta hostil: el control de la delincuencia y la inmigración: “Seremos unos perros en la persecución de la delincuencia” ha declarado. Una operación loable, pero que resultará fallida, por la sencilla razón de que no es verosímil para un amplio sector de la ciudadanía. Como ha quedado patente durante estos días, basta una sencilla búsqueda en Google o Twitter para contrastar la conducta del Gabriel Boric parlamentario y sus aliados en torno al rol de Carabineros, la temática de la seguridad ciudadana e inmigración versus el relato que han asumido hoy.
Así las cosas, el Presidente Boric nunca podrá ser el sheriff que el diseño comunicacional de La Moneda pretende hacernos creer que es, porque sus atributos más valorados son la cercanía y la sensibilidad, no la firmeza y la autoridad. De ahí que, a mayor estridencia en la retórica presidencial en torno al control de la delincuencia, mayor será la expansión de la brecha entre lo dicho y lo hecho.
Perro que ladra, no muerde. Dicen por ahí.
[1] https://www.latercera.com/opinion/noticia/la-constitucion-de-boric/4XTSEC76Z5DGVOOALGILR6RE5M/
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