Columna de Juan Ignacio Brito: Su peor enemigo



Si hay un ámbito en el que el Presidente de la República confunde emocionalidad con interés del país, es en política exterior. Desde el día uno, cuando se apresuró a criticar al rey de España por llegar tarde al cambio de mando en Valparaíso, Gabriel Boric parece haber entendido que su postura es indistinguible de la del Estado que encabeza.

Se equivoca. Una cosa es que la Constitución asigne al Presidente la conducción “de las relaciones políticas con las potencias extranjeras y organismos internacionales”, y otra muy distinta es que ello le permita hacer y deshacer. Parecía esta una lección aprendida, luego del desaguisado con el embajador de Israel en La Moneda y la desafortunada crítica a Perú en la cumbre de la Celac el año pasado. Pero ahora la tendencia volvió a asomar con el reconocimiento a Baltasar Garzón. Lo único que explica la entrega al juez español de la condecoración/medalla es que Boric comete el error de pensar que el interés nacional está supeditado a sus emociones políticas.

El Mandatario parece confundir la persona con el cargo que ocupa. Porque tiene sentido entregarle al Presidente de la República (en cuanto institución) el manejo de la política exterior, pues se entiende que él posee la mejor posición y cualidad para promover el interés del Estado. Sin embargo, Boric parece no verlo así. En repetidas ocasiones ha mostrado que estima que el cargo que ocupa le habilita para dejarse guiar por sus sentimientos políticos. ¿Se da cuenta de que, al operar de esa manera, más parece jefe de barra que jefe de Estado? Su esfuerzo por deconstruir a Garzón, separando su papel como acusador de Pinochet de su lamentable actuación contra Chile, solo evidencia la confusión del Mandatario.

En 1998, cuando se produjo la detención de Augusto Pinochet en Londres a solicitud de Garzón, el gobierno de la época comprendió que el primer interés del país siempre será la defensa de su soberanía y actuó en consecuencia. Ello le significó un alto costo: se vio forzado a postergar su preferencia política para proteger un intangible irrenunciable. Mantuvo la cabeza fría en un momento en que los corazones estaban muy calientes. El Presidente Boric, que en Europa revalorizó los denostados 30 años, parece no haber aprendido de esa experiencia.

Garzón se ha destacado por operar en contra del interés chileno en una serie de instancias, incluso contradiciendo de forma explícita actuaciones oficiales del actual canciller en defensa de la soberanía nacional. Tal como le ocurrió a su antecesora, este ha debido salir a explicar lo incomprensible, devaluando su capital político para proteger el amateurismo de su jefe en el manejo de las relaciones exteriores. Definitivamente, esta es un área en la que Boric se comporta como su peor enemigo.

Por Juan Ignacio Brito, periodista

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