Columna de Noam Titelman: Normalidad



Las evaluaciones de los gobiernos sobre la marcha siempre tienen bastante de artificial. Oficialismos y oposiciones confirman sus prejuicios, más preocupados de la imagen que se vaya a construir, en miras a las próximas elecciones, que de detenerse a reflexionar sobre un gobierno en curso. Es lo normal.

Sospecho que la otra columna de este “cara a cara” hará el exhaustivo trabajo de resaltar todo lo que no haya resultado en el primer año de gobierno. Y está muy bien. Pero creo que es justo reconocer una cosa: en varios ámbitos estamos mejor que hace un año. No todo es mérito del gobierno, pero una buena parte lo es. En una de esas, en el encuentro de este cara a cara se pueda tener una imagen más equilibrada.

Nuestras perspectivas económicas están mejor. Por primera vez desde 2012 tenemos un superávit fiscal. Lograr un superávit de 1,1% del PIB es resultado del trabajo silencioso y meticuloso de muchos, pero destacan en esto las gestiones del ministro Mario Marcel y la directora de Presupuestos, Javiera Martínez. Este destacable logro viene de la mano con varios indicadores en los que Chile vuelve a brillar en la región. La inversión extranjera superó los US$ 17 mil millones y alcanzó el registro más alto desde 2015. Asimismo, la cartera de proyectos manejada por InvestChile cerró en niveles récord, de US$ 28 mil millones. Además, la deuda externa cayó por primera en décadas y en 2022 creció muy por sobre las expectativas. Así, según Bloomberg, Chile ha recuperado su sitial como el lugar más atractivo para invertir en América Latina.

En todas las encuestas, sin excepción, orden y seguridad pública aparecen como la primera prioridad de los chilenos. Sin duda, falta mucho por hacer al respecto, pero reconocer que aún falta no significa desconocer los importantes avances que han empujado muchas autoridades en el Estado. Entre estas se encuentran la ministra Carolina Tohá y los subsecretarios Eduardo Vergara y Manuel Monsalve, además de la delegada presidencial Constanza Martínez. En particular, algunos ejemplos de estos esfuerzos son el combate al tráfico de madera (incluyendo la desarticulación de tres importantes bandas), la recuperación de espacios públicos (como el barrio Meiggs, donde delitos bajaron un 93% después de la intervención policial) y la presentación de una nueva ley contra el crimen organizado. Aún falta mucho, por cierto, pero son avances significativos para enfrentar este problema de difícil abordaje.

Quizás donde más se ha notado el cambio este año ha sido en el lento sanar de nuestras heridas políticas y sociales. Después de años de mucha conflictividad, hemos entrado en una especie de estabilidad. No es paz todavía. Más parece tregua. El ejemplo más notorio de esto fue la capacidad de oficialismo y oposición de ponerse de acuerdo para un nuevo proceso constituyente. Chile ha mostrado la resiliencia institucional y democrática que lo caracteriza. No por nada The Economist le restituyó este año el estatuto de “democracia plena”. Para esto ha sido importante una disposición de apertura y diálogo, incluso de reconocimiento de errores, del gobierno, que ha ayudado en el proceso de sanación.

En definitiva, luego de un periodo de conflicto social desatado y crisis institucional, al gobierno se le puede atribuir un rol importante en la progresiva normalización que hemos vivido este año. Volver a la normalidad no es suficiente por sí solo para resolver los desafíos que enfrenta el país, pero es un importante primer paso. Ahora toca dar el siguiente.

Por Noam Titelman, analista político

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