Columna de Soledad Alvear: El elefante en la sala



El primer ministro de la India, Narendra Modi, visitó la Casa Blanca hace un par de meses. Junto con promover una relación fluida con la administración del Presidente Joe Biden, proclamó la amistad con Washington en un apasionado discurso ante ambas cámaras del Congreso. El otrora adalid del no alineamiento mostraba su amor por los Estados Unidos. Posteriormente, durante la semana pasada, el ministro de Relaciones Exteriores, Subrahmanyam Jaishankar señaló que su país aumentaría su presencia en América Latina. Además, sostuvo que su país busca la diversificación de la cadena de suministros, allegar recursos y generar instancias bilaterales para el desarrollo, a la vez que tener posiciones comunes frente a los desafíos globales tales como el cambio climático o la inseguridad alimentaria. Todo, en el marco de una reunión con países de la región donde se retomaron negociaciones para un acuerdo de libre comercio con Perú y se reimpulsaron más exportaciones a Brasil, las que alcanzan en la actualidad 10 mil millones de dólares. De hecho, Chile ya tiene un Tratado de Libre Comercio con la India que data del 2007.

Este no es un discurso aislado, parte de un plan de largo aliento. Conscientes de que tienen la misma población de China, manifiestan un interés particular en transformarse en un actor clave en la escena internacional. De hecho, países como Reino Unido postulan a India (otros a Brasil) para un futuro asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Quieren tener una voz propia que les permita competir con China por el control de Asia, y también, del Asia Pacífico en su conjunto.

Sabidas son las tensiones chino-indias, las que significaron en el pasado una guerra en 1962, y en la última década varios connatos fronterizos, algunos graves como en el año 2020 y el peor de septiembre de 2022. Este último tuvo peleas cuerpo a cuerpo con palos y otros materiales (se desconoce si hubo bajas). Es decir, existe una disputa hegemónica que es regional, pero que en el contexto de la disputa entre Estados Unidos y China puede transformarse en global. No son pocos los analistas que ven más probable en el futuro un conflicto entre los dos gigantes asiáticos que un enfrentamiento chino-norteamericano.

En este contexto, aparece América Latina. Preocupación existe en círculos occidentales por la presencia china en inversiones, asistencia militar y otros puntos de trabajo compartidos. Es común escuchar en los pasillos de Washington sobre penetración china, particularmente en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador. En menor medida en otros países de la región. Es en este cuadro donde la aparición de India en la región viene a complejizar aún más un panorama internacional donde los ejes de poder mudaron en las últimas dos décadas hacia el Pacífico.

La India como país y cultura están más presentes en otras áreas del mundo. El pasado colonial británico dejó una gran huella en el gigante asiático. Hasta el día de hoy el inglés es el idioma común en la elite, de las universidades, e incluso, el idioma legal en las cortes. Sin embargo, y a diferencia de otras experiencias coloniales, esta vez fue en los dos sentidos. Es imposible entender al Reino Unido de hoy sin la India. Más allá de que el curry es en la práctica la comida oficial de los ingleses, el propio primer ministro Rishi Sunak es de ascendencia india. Lo mismo puede decirse de otras comunidades indias con mucho poder en Estados Unidos, Canadá o Australia. Su cultura, científicos y desarrollos tecnológicos son desconocidos en nuestra región. En ese sentido, es hora de conocer en profundidad al elefante que ya está en nuestra sala.

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