Democracias bajo lupa

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Jair Bolsonaro durante un acto en Porto Alegre, a fines de agosto. Foto: Reuters


El debate sobre los alcances y retrocesos de la democracia se ha vuelto un lugar común durante el último tiempo no solo en nuestro país, sino que en el mundo. La preocupación tiene evidentemente asidero y se vincula fundamentalmente a los retrocesos o las interrogantes que se abren respecto a lo que ha ido sucediendo en distintos países del mundo donde, se suponía, la democracia ya había ido ganando un espacio importante.

A diferencia de antaño, no se trata de amenazas que implican quiebres institucionales, la instalación de regímenes autoritarios y una muy difícil transición hacia la redemocratización. Muy por el contrario, las dificultades que hoy enfrentan las democracias existentes están dentro de sí mismas y se circunscriben a regímenes que, habiéndose legitimado mediante las urnas (mediante el voto universal, una conquista formidable del S. XX), presentan una importante amenaza a sus principios fundamentales.

Para ilustrar lo anterior, es bueno revisar lo que señala el Índice de la Democracia elaborado por The Economist para el año 2017 (uno de muchas mediciones sobre la democracia que existen), con un universo amplio que incluye a 167 países. En dicha medición se reconoce cuatro tipo de democracias: las plenas, las defectuosas, los regímenes híbridos y aquellos que no son democracia o que constituyen regímenes autoritarios. Este índice señala que solo 19 países del mundo -encabezados por Noruega- alcanzan la categoría de democracias plenas; dentro de estos países, el único país latinoamericano que alcanza esta categoría es Uruguay. Por su parte, 57 países -entre los que están varios países de la región, incluyendo a Chile en el lugar 26- se encuentran bajo el rótulo de democracias defectuosas. Más abajo, en una categoría híbrida tenemos a 39 países, entre los que se encuentran, por ejemplo, países como Bolivia, Nicaragua y Honduras en nuestra región. Mirado a nivel mundial, el dato es aún más preocupante. Bajo esta medición, solo el 45,5% de los países se encuentran bajo regímenes democráticos plenos o defectuosos, lo que alcanza al 49,3% de la población mundial.

Una de las conclusiones más relevantes de este estudio -y a la vez, motivo de preocupación- es que muchos países experimentaron una baja en su desempeño, generándose un fenómeno que el politólogo Larry Diamond ha denominado una "recesión democrática".

Si observamos esta realidad a la luz de lo que ha ido pasando en el mundo entero en los últimos procesos electorales apenas este año, donde han ido emergiendo y, en muchos casos, legitimando de manera preocupante discursos nacionalistas, xenófobos y que desconocen la conquista de derechos, así como la emergencia de casos de corrupción que han abierto la puerta tanto a alternativas populistas tanto de derechas como de izquierdas, es que entonces estamos frente a un problema mayúsculo que merece nuestra preocupación.

En la historia de la humanidad no ha habido mejor régimen que la democracia, con sus defectos y todo, que permita garantizar derechos fundamentales en base a la defensa de principios como la libertad y la igualdad. Es por esta razón que es preciso que abramos los ojos y abandonemos esa mirada tan limitada que a veces inhibe nuestra capacidad de entender que no estamos aislados en el concierto mundial, que lo que suceda en nuestra propia región y también en otras latitudes determinará irremediablemente nuestra manera de relacionarnos con el mundo y nuestra posibilidad de entenderlo, pero sobre todo, nuestra capacidad para construir. En esto no debiera haber dobles discursos ni relativismo; mal que mal, se trata del futuro del mundo en el que queremos vivir.

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