
El Boric de la nueva etapa

Por Verónica Munita, periodista
Una nueva interrogante se abre tras el contundente triunfo del Rechazo. Una que será determinante para el camino que seguiremos para recuperar la unidad y el progreso perdidos por tres largos años. La gran pregunta es qué Presidente liderará este proceso. Si será el mismo que se presentó tras la derrota con un discurso unitario, llamando a dejar el maximalismo y la intolerancia.
Cuando hemos conocido tantas caras y volteretas de un mismo líder en tan corto tiempo, es imposible saberlo. Porque podría reaparecer atrincherado ese universitario asambleísta que llegó al Congreso a revolucionarlo todo, que se decía estar más a la izquierda del Partido Comunista y que encaró a los militares encargados de resguardar el orden público mientras Chile se quemaba por los cuatro costados después del 18 de octubre. El Presidente octubrista.
O el reconocido líder de izquierda, que marcó una gran diferencia en su sector, cuando se sumó al Acuerdo del 15 de noviembre, contra la opinión de la mayor parte de su tribu, los mismos con los que hoy gobierna y otros con los que nunca más volvió a conversar. El nuevo líder.
O el candidato de primera vuelta que hablaba de “compañeros”, amenazaba con perseguir a Piñera hasta las últimas consecuencias, anunciando transformaciones radicales. El radical.
O el de segunda, que supo ver que no ganaría sin la centroizquierda y se cambió a un discurso que tanto había criticado, apelando al de orden y seguridad, además de reivindicar los 30 años de la Concertación. Que estuvo dispuesto a darse la mano con Ricardo Lagos y hablar a favor de Patricio Aylwin. Todo con tal de superar a su contrincante. Pero que ha desilusionado a tantos de los que le creyeron esta postura de campaña. El moderado.
O el de gobernante, que ha oscilado de un lado a otro, con posturas tan cambiantes. Que partió anunciando retiro de querellas contra presos del estallido y rechazando decretar estado de emergencia.
Mientras llamaba a la Convención a no escribir un texto “partisano”, no logró influir en sus constituyentes cercanos para que lo escucharan, pero al mismo tiempo decía que cualquier cosa sería mejor que “un texto escrito por cuatro generales”. El errático.
Ese que se compró la idea de que el Apruebo era la única forma de llevar a cabo su programa y lo convirtió en un trofeo propio de su gobierno, por lo que no tuvo reparos en convertirse en su virtual jefe de campaña y llevar a cabo un descarado intervencionismo electoral. Mientras amenazaba con que si ganaba el Rechazo, no había otra opción que repetir el proceso, como una advertencia de castigo para quienes no siguieran sus llamados a aprobar “una de las dos opciones legítimas”, como se cuidaba de repetir.
Y cuando al final de la campaña su opción pareció inalcanzable, empezó a cambiar su discurso y a conversar con líderes más moderados y de la trinchera contraria, abriéndose a consensuar el cómo seguirá el proceso y a preparar su discurso de unidad tras la derrota.
Boric hoy se enfrenta a un centro político que recuperó su existencia y que está más fuerte que nunca. Son los mismos que él denostó por ser parte de los 30 años y por estar en la derecha, con quienes deberá acordar lo que viene y darse cuenta que los chilenos no quieren cambios extremos. Compremeterse en este proceso y volver a gobernar, pero para todos. Porque es hora de que actúe como estadista, que deje de una vez por todas al dirigente estudiantil, al líder de izquierda, al octubrista y al jefe de campaña.
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