Opinión

El paciente Chile (III): las infancias

Infancia / niños

Desde una micro en San Antonio vi una escena desgarradora. Dos niños, de aproximadamente ocho años, sentados en el suelo sobre un cartón, apoyados en una pared. Se acurrucaban entre sí y miraban algo en el celular. Varias personas pasaron; ni un solo transeúnte les dio un vistazo. El semáforo en rojo y la micro no avanzaba. Los niños seguían ahí, hipnotizados con las imágenes. ¿Tan normal nos resulta ver en Chile a niños tirados en el suelo?

Es cierto que los derechos de los niños, menores y adolescentes constituyen protecciones jurídicas relativamente recientes. También es cierto que seguimos en deuda respecto de su reconocimiento no como objetos, sino como sujetos de nuestra protección y de derechos. Si bien los niños no pueden asumir responsabilidad plena sobre su vida, sus intereses, opiniones y/o necesidades importan y deben ser considerados por sus cuidadores y/o adultos responsables. Con todo, el cuidado de los niños ha importado mucho más de lo que pensamos, pues fue a partir de la atención y de un cuidado especial con ellos que el ser humano logró distinguirse de sus parientes mamíferos y evolucionar humano.

En su fascinante libro Eva (2025), Cat Bohannon explica la evolución humana poniendo especial esmero en describir la contribución de las primeras féminas homínidas en relación con sus cuerpos. Una tesis central del libro afirma que, para los seres humanos, “la cultura de la cooperación” es anterior a la “monogamia” o al aseguramiento de la “paternidad”: “Tuvieron que existir grupos de antiguos homínidos que fueran interdependientes y hubieran acordado consecuencias claras y consistentes para los comportamientos que pusieran en peligro a los niños”. Para un animal tan deficitario como el humano, apenas provisto con mecanismos para sobrevivir y, además, con tantas dificultades reproductivas (por ej. que “el embarazo es intrínsecamente peligroso”, al igual que “parir crías vivas”), la cooperación social especialmente en el cuidado de los infantes, justamente más allá de vínculos de paternidad y/o parentesco, jugó un rol decisivo para la sobrevivencia de nuestra especial especie. O sea: sobrevivimos porque cuidamos a los niños y niñas. Con ello comienza una organización social determinada y una forma de vida política del homo sapiens.

En medio de la profunda y multidimensional crisis de la política hoy, en Chile y el mundo, esta está emplazada a reconectar con las causas materiales de la existencia que inicialmente buscaba mejorar y la legitimaban: cooperar para sobrevivir. Si un país desea prosperar y aumentar su riqueza no basta con garantizar seguridad, debe comprender que lo mejor es invertir en los niños y niñas; en proveerles espacios seguros y una educación integral, lúdica y afectiva donde puedan nutrirse intelectual y materialmente. ¿Vendrán propuestas para mejorar las infancias en Chile de algún/a candidato/a presidencial? ¿O pasarán de largo, sin verles?

Por Diana Aurenque, Directora Centro de Estudios de Ética Aplicada, Universidad de Chile

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