El panzer con delantal

El ministro de Salud, Jaime Mañalich. Foto: Agenciauno


Por Carlos Correa, Ingeniero civil industrial, MBA

Hasta el alza explosiva de casos en la semana pasada, la pandemia parecía bajo el control de la mano dura del ministro de Salud. El control de la agenda no lo perdió, pese a su pelea con una alcaldesa del oficialismo o su acusación a la prensa de “inventar mentiras” para vender más, a raíz de la entrevista al embajador chino que desmintió una supuesta donación. El ministro Mañalich parece una versión pública del Dr. House, aquel médico de la serie que, tras su torbellino de falta de empatía, un genio terrible y una incorrección política corrida hacia el individualismo, siempre tenía la solución a los males de salud.

Pero el ministro es más que su colega de la serie de televisión. Es el integrante más poderoso del gabinete del Presidente Piñera. No solo en lo informal, por su rol y cercanía histórica al Mandatario, sino también en lo formal. Hay que recordar que en el mismo decreto del 18 de marzo de 2020, donde se declaró estado de excepción constitucional de catástrofe, se dispuso que los jefes de la Defensa Nacional deberán tomar en consideración las medidas dispuestas por el ministro de Salud, lo que, en la práctica, los convierte en subordinados de Mañalich.

Para el gobierno, después de la caída de Chadwick, contar con un ministro de ese calibre ha sido una verdadera bendición. Sin él, la gente repararía en la irresponsabilidad de hablar de nueva normalidad, cuando todavía los casos iban creciendo, o en el intento fallido de echar abajo el plebiscito sobre la nueva Constitución. El actual titular de Salud se ve lo suficientemente villano para que la imagen presidencial se mantenga intacta.

En un régimen presidencial, la aprobación del Mandatario lo es todo. No existen los mecanismos de reemplazo que poseen otros sistemas y, por tanto, un Presidente con baja aprobación es un gobierno débil, como ocurrió en los días posteriores al alzamiento del 18 de octubre. A diferencia de entonces, en la pandemia fue distinto el rol del ministro de Salud, que se ha convertido en un verdadero panzer con delantal, ese nombre creado para José Miguel Insulza como ministro del Interior de Lagos, en momentos en que aquel gobierno se tambaleaba bajo los embates del caso MOP-Gate y el actual senador se movía entre aguas políticas y judiciales para salvar la estantería.

El actual ministro de Salud ha cumplido un rol similar. No solo por ser el centro de las polémicas y con ello blindar al Presidente, sino porque ha podido contener en el día a día los excesos de optimismo de La Moneda, que brindó antes de tiempo el alza de las encuestas. Ahora viene un tiempo más difícil, donde se podrá ver si Mañalich podrá compararse con el Insulza de principios de siglo. Atrás quedó la meseta ante el crecimiento de contagiados, en especial en zonas populares de la Región Metropolitana. Viene esta semana un vendaval de alcaldes, que habían guardado el enojo ante el ninguneo que se les había proporcionado. La oposición podrá salir a criticar las expresiones de retorno seguro que se habían pensado para minimizar el impacto económico. La crisis de la mesa de datos, mal administrada por el Ministerio de Ciencias, puede romper la tranquilidad en las aguas científicas. La oportuna aparición de ventiladores mecánicos, gestionados de manera eficiente por el nuevo presidente de la CPC, le da unos días de respiro al ministro, pero la amenaza de congestión de los servicios hospitalarios comienza ahora.

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