
Gas natural y transición energética, certezas en tiempos de cambio

El debate sobre el rol del gas natural en el sistema eléctrico chileno suele presentarse como una confrontación entre intereses particulares y renovables. La verdad es más amplia y se trata de cómo asegurar un diseño regulatorio que garantice energía confiable, eficiente y sostenible para la sociedad entera.
Chile ha liderado la región en el desarrollo de energías solares y eólicas, un logro notable. Pero todo sistema necesita un respaldo cuando esas fuentes no están disponibles. Las tecnologías de almacenamiento, en particular las baterías, son una parte fundamental de la solución. Sin embargo, todavía no están en condiciones de cubrir todas las necesidades. Su despliegue a gran escala avanza, pero hoy resulta insuficiente para suplir noches completas o periodos prolongados sin viento. Además, suelen estar diseñadas para variaciones intradiarias de pocas horas y no para contingencias mayores, donde sobredimensionar capacidad sería extremadamente costoso.
Aquí surge el valor del gas natural. La infraestructura ya existe y está amortizada, con centrales, gasoductos y terminales de regasificación que pueden activarse en forma flexible y confiable. Además, Chile dispone de dos fuentes seguras de abastecimiento. Una es el gas proveniente de Argentina, conectado a yacimientos entre los más grandes del mundo. La otra es el suministro de gas natural licuado (GNL) por barcos a través de nuestros terminales de regasificación. Eso nos da redundancia y estabilidad, elementos estratégicos en un escenario energético cada vez más exigente.
Este no es un dilema chileno. En la mayoría de las economías desarrolladas, la estabilidad del sistema descansa en tecnologías firmes como la nuclear, el carbón o el gas, o interconexiones eléctricas con países vecinos. Chile no tiene interconexiones, tampoco centrales nucleares y está cerrando el carbón. La alternativa realista para transitar a una matriz más limpia y resiliente es asegurar el rol del gas natural.
La política energética no puede basarse solo en la esperanza de que siempre habrá sol o viento, ni en la improvisación de encender diésel, más caro y contaminante, que además cuenta con una logística que ha demostrado ser frágil. Se requieren señales regulatorias claras que incentiven decisiones de largo plazo, reduzcan la dependencia del diésel y den certidumbre a hogares, empresas y sectores productivos.
El país ya mostró liderazgo en renovables. El desafío ahora es equilibrar lo anterior con el objetivo de seguridad, desplegar almacenamiento, aprovechar la infraestructura de gas disponible y diseñar reglas que no inhiban una mayor contratación y disponibilidad de gas natural. Solo así Chile podrá asegurar una transición energética exitosa, competitiva y al servicio de todos.
*El autor de la columna es presidente ejecutivo de la Asociación de Gas Natural (AGN)
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.
Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.
Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE