Huelga de mujeres

pondgorica
Decena de mujeres se reunieron en Podgorica, Montenegro. EFE


Hay varios inconvenientes en convocar a una huelga general de mujeres. El principal es cómo medimos su efecto. Aun si llegaran a paralizar el país algún día, ¿se cumplirían todas sus demandas? ¿Cómo lo sabríamos? ¿Creen realmente sus organizadoras que pueden terminar con lo que llaman "zonas de sacrificio" y obtener "soberanía y autodeterminación de pueblos y territorios en resistencia" (desmilitarizar el Wallmapu), porque trabajadoras dejan de consumir durante 24 horas? Algo no calza. Se confunde lo que es una huelga que supone petitorios puntuales que se pueden conceder, con lo que no es más que una adhesión a un manifiesto sin límites.

Ya el problema se presentaba cuando pretendían terminar con el patriarcado (¿a punta de movilizaciones: calle, paro y toma?). Ahora, resulta que no se entiende en qué quedó, entre tantas "causas" enumeradas, la específica y propia de la mujer. A no ser que convertidas todas en "trabajadoras" por emancipar (¿ninguna profesional independiente y sin afiliación?) se pretenda una "revolución cultural", ¿que recuerde a esa gran marcha adelante "Yes, We can" que, en China al menos, sabemos en qué terminó?

La diputada Karol Cariola, con un envidiable desplante que se lo quisiera uno cada vez que está ante la página en blanco, lo planteó desde la historia: "Los avances que hemos tenido las mujeres a lo largo de la historia han sido gracias a la huelga". Los registros que yo manejo no arrojan tan formidables logros. En los innumerables listados que se han hecho de huelgas célebres se constatan dos cosas: no hay acuerdo sobre cuáles han sido indiscutiblemente decisivas (la mitificación histórica no ha llegado a un consenso -la historia de género va a la retaguardia de la vieja historia social- y Cariola es suficientemente PC para conceder ese punto), y el listado tiende a multiplicarse últimamente (lo cual ratifica que el fenómeno es reciente, la historia, a su vez, más larga).

La falacia es obvia. Centrarlo todo "en las mujeres para las mujeres", sus "reivindicaciones de género" pasa por alto avances a favor de la humanidad más notorios. Pensemos en el papel de las mujeres desde hace 20 mil y tantos años, tras el surgimiento de la agricultura y el ámbito doméstico (el salto de la crianza a la maternidad); el rol de la mujer en el Cristianismo (¿qué sería nuestra cultura sin la devoción mariana?); su contribución al arte de la conversación durante el Renacimiento, la suavización de las costumbres (siglos XVII y XVIII), la lectura de novelas, en el cuidado de enfermos en guerras, en la educación… ¿Todo ello es pura "dominación"?

Mal estamos llevando esta discusión. Por un lado, el activismo quiere corregir la historia, por el otro, las autoridades no atinan qué hacer, si sumarse o no a semejantes demandas. ¿En qué queda la sensatez?

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