La comunidad organizada y la protección de la costa

Vista de las dunas de Santo Domingo. Foto: Costa Central Chile
Duna referencial


Después de participar de la COP25, en Madrid, y reunir en un mismo espacio de discusión, a los académicos que estudian hoy el deterioro extremo que experimenta nuestra costa y a los representantes de la comunidad organizada del litoral central de Chile, nuestra mirada a futuro es una: la construcción de una Ley de Costas con componente de cambio climático requerirá no solo ciencia, sino el apoyo de la comunidad organizada y de los parlamentarios que asuman un desafío de nueva gobernanza para la costa chilena de siglo XXI.

Con un claro apoyo de los Comités Ambientales Comunales del litoral central, hemos estado trabajando en conjunto para proponer una ley incluya efectivamente la protección de la playa, los campos dunares y los humedales costeros. Protección de la zonas costeras que redundará en un mayor bienestar y protección de la vidas humanas. Nuestro objetivo a corto plazo, por lo tanto, es contar con la mayor cantidad de comités ambientales de la costa de todo Chile involucrados, para impulsar esta normativa con la mayor urgencia.

Se debe considerar que en Chile, las áreas donde más se ha degradado la costa por estas actividades poco sostenibles, se asientan grandes conglomerados urbanos, con alta exposición de vidas humanas a peligros naturales como las marejadas y tsunamis. Peligros que se proyectan más frecuentes e intensos producto del cambio climático. Por lo mismo, entre las estrategias de adaptabilidad y resiliencia al cambio climático prioritarias figuran conservar y proteger los ecosistemas costeros porque actúan como barreras naturales.

Por otro lado, en las áreas ya urbanizadas es urgente implementar Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) e infraestructura verde para poder preservar la costa. Aquí los instrumentos de planificación territorial son fundamentales para reconocer el valor natural y cultural del paisaje costero, e implementar usos de suelo coherentes a la funcionalidad de cada ambiente evitando las disfuncionalidades.

El problema en Chile, es que muchas de las comunas costeras presentan zonificaciones muy antiguas y permisivas, no previendo los efectos ambientales de los usos de suelo, favoreciendo el desarrollo inmobiliario en áreas de alta valor natural. El diseño urbano y las estrategias de ocupación también son fundamentales para elevar la resiliencia urbana, especialmente considerando los escenarios de cambio climático para 50 años (aumento del nivel del mar, aumento de temperatura), proyectando a su vez el crecimiento y las áreas de expansión urbana de manera de construir ciudades sostenibles y seguras en el tiempo, reduciéndose la vulnerabilidad a desastres.

Pensar en adaptación y resiliencia involucra un cambio de paradigma del que debemos hacernos cargo, ya que hasta ahora nos hemos sostenido en la respuesta a la emergencia (climática o del desastre), sin actuar desde la prevención, lo cual involucra transferir al territorio las condiciones adecuadas para el desarrollo del bienestar social en un contexto de riesgo mínimo.

La adaptación y la resiliencia obligan a conocer todos los componentes del sistema costero y como las comunidades se vinculan a este y han construido sus saberes, para tomar acciones desde lo local, utilizando el capital social que poseen, que es base de la resiliencia comunitaria. Especialmente la resiliencia involucra reflexionar qué hemos aprendido de eventos pasados, por ello es importante responder qué hemos aprendido de los desastres pasados en la costa. Si pensamos que ya llevamos 11 procesos de reconstrucción en la zona costera, solo en los últimos ocho años.

El modelo económico extractivista está colapsado y mientras sigamos explotando irracionalmente nuestros recursos naturales, el desarrollo económico no podrá ser equitativo. El desarrollo sostenible es posible si se regulan los usos de suelo haciéndolos armónicos con su naturaleza, si se protegen los ecosistemas que a su vez nos protegen del cambio climático y de los desastres de origen natural, y si se trabaja para el bienestar social y no para el consumo.

Es por ello que esta crisis no es solo social, muchas de sus causas están arraigadas en disfuncionalidades con la naturaleza y los ciudadanos están reflejando esta relación con sabiduría, en forma de cabildos socio-ambientales.  La comunidad organizada hoy más que nunca es la herramienta más poderosa para lograr los cambios en nuestro país necesita.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.