Opinión

La ONU humillada en su 80 aniversario

La ONU se preparaba para celebrar su 80 aniversario a lo grande durante la inauguración de alto nivel esta semana en la Asamblea General en Nueva York. Mientras que la organización se ha convertido en una cáscara vacía en la escena política internacional, ausente de todos los grandes asuntos -desde Ucrania, donde ni siquiera se la menciona en las conversaciones de paz entre Vladimir Putin y Donald Trump, hasta el asunto de Gaza, donde solo está presente en calidad humanitaria-, esperaba volver a ser el centro de los debates internacionales gracias, en particular, al discurso de Emmanuel Macron. Al reconocer a Palestina, este último había creado una dinámica que arrastró a Reino Unido, Canadá y Australia.

Lamentablemente, todo ello quedó rápidamente eclipsado por el agresivo discurso de Donald Trump, dirigido evidentemente a los países que han reconocido a Palestina, pero también a la Unión Europea, India y China. Un discurso de una agresividad sin precedentes en la tribuna de Naciones Unidas para un jefe de Estado, y más aún para el presidente de Estados Unidos, el principal donante de la organización.

Trump arremetió brutalmente contra la ONU ridiculizándola: “Las dos cosas que he obtenido de Naciones Unidas son una escalera mecánica defectuosa y un teleprompter defectuoso”, ironizó, burlándose de los problemas técnicos encontrados. Humilló a la organización afirmando que él había puesto fin a guerras mientras la ONU “se cruzaba de brazos”, olvidando rápidamente que esta no es un órgano decisorio, que su secretario general no tiene ningún poder real y que la organización es solo lo que sus Estados miembros -en primer lugar, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad- quieren que sea.

Un triste aniversario, pues, para Naciones Unidas, menospreciadas por el presidente estadounidense, que bien podría, durante su segundo mandato, decidir dar un golpe de efecto y abandonar la institución. Y a quienes objeten que Washington nunca abandonará una organización con sede en Nueva York, recordemos que el general De Gaulle pidió en 1966 a la OTAN que se trasladara de París a Bruselas.

Por Romuald Sciora, ensayista franco-estadounidense y director del Observatorio Político y Geoestratégico de los Estados Unidos del IRIS, es autor de L’Amérique éclatée (Estados Unidos dividido), publicado por Armand Colin.

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