Neo “Pacificación de La Araucanía”



Por Fernando Pairican, posdoctorante CIIR; académico Usach

En la década del 50 del siglo XIX, la élite chilena a través de la prensa hizo un llamado constante para ocupar el territorio mapuche. En esos años, nuestro pueblo gozaba de una libertad relativa a raíz de los acuerdos ratificados primero con la corona hispana y luego sin ellos. Los parlamentos planteaban que las tierras situadas al sur del río Bío Bío eran independientes y dirigidas por sus principales ñidolongko. Sin embargo, la doble revolución (Ilustración y Capitalismo) como plantea el célebre historiador Eric Hobsbawm, formó un nuevo tipo de sociedad. Desde ese momento, el Wallmapu fue visto como un territorio en que sus bosques, cursos de los ríos, tierras aptas para la agricultura y la ganadería y sobre todo los yacimientos de carbón, comenzaron a ser deseados por la élite para su despegue económico. El mismo historiador británico denominaría en La Era del Capital como “los costos del progreso”.

Diversos diarios de la época hicieron un constante llamado a “pacificar” la rebeldía de los mapuche que se opusieron al “progreso”. La historia posterior es conocida: en 1861 se inició formalmente la ocupación de La Araucanía que es el origen del actual conflicto. ¿Por qué? La agresión militar se tradujo en la muerte de un número importante de la población mapuche, luego la usurpación territorial y finalmente la pérdida del patrimonio material, en específico platería, toki kurra, chemamul, entre otros. ¿Cómo llegó un toki kurra a subastarse en un museo europeo? ¿Cómo llegó la espada de plata de un importan ñidolongko al museo francés por el cual tuvimos que cancelar un monto no menor para hacer uso de su imagen para libro Toqui: Guerra y Tradición? ¿Qué hacen Moai en museos norteamericanos y franceses? No hay que investigar en profundidad para llegar a una respuesta. Gustavo Verniory lo narra en sus memorias titulada Diez Años en La Araucanía y también otras memorias de viajeros y colonos. Son los resultados de una ocupación militar que derivan en un proceso de colonialismo que atrajo el despojo material del pueblo mapuche.

Esta es la herida que no cicatriza y es el origen del actual conflicto. Podrán decir que han pasado más de cien años, pero en la disciplina de la Historia, a ojos de un ciudadano del tiempo presente parece mucho, no lo es tal. Sin hacernos cargo de esta historia, es muy difícil hablar de paz y justicia. Para lograr lo primero se debe reconocer la situación de ocupación que vivió el pueblo mapuche y de colonialismo en el caso del segundo. Al hacerlo se podrá avanzar en políticas  de reparación. Algunas ya sugeridas en la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato.

En ese escenario un nuevo llamado a “pacificar” y hacer uso de la violencia para detener la misma violencia que surge de sectores del pueblo mapuche nos llevará a una nueva crisis en que pasarán menos de cien años para regresar con mayor fuerza y rabia. ¿Realmente se desea seguir heredando un conflicto de esta envergadura?

Un sector del pueblo mapuche ha trabajado en abrir canales políticos para insertar la demanda de las primeras naciones. Los escaños reservados no fueron una tarea simple, pero permite por primera vez que una fuerza indígena pueda hacer uso de un espacio para escribir la Carta Magna que deberá regir por los próximos años a las múltiples naciones que conviven en su interior. Existe un sector del pueblo mapuche que desconfía de este proceso, tiene derecho a hacerlo, han vivido y experimentado la pobreza desde la década de los 90 y sus comunidades han sido allanadas de forma constante desde 2001 en adelante.

Para descender la violencia es necesario reparar y, para lograr esto último, reconocer. ¿Descenderá la violencia con el ingreso de representantes de las primeras naciones a la redacción de la Constitución? Posiblemente no. No obstante, permitirá la consolidación de una vía política que permita ir abriendo mayores espacios de participación hasta que en algún momento la violencia pueda ir siendo canalizada a través de las nuevas institucionalidades que los mismos pueblos originarios vayan construyendo. Para lograrlo, todas las partes deben ceder. El momento político hoy está puesto en la conquista de espacios de reconocimiento. En ello han sido importantes actores las organizaciones rupturistas del movimiento mapuche.

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