Opinión

¡Que se callen!

Diego Martin

Por Verónica Munita, periodista

Ya se ha hecho habitual que dentro de lo que es la polarizada campaña política del plebiscito del 4 de septiembre, los actores llamen a guardarse y a callarse a ciertos personeros porque les incomodan para su estrategia electoral. O, por el contrario, los emplacen a pronunciarse, con el único objetivo de perjudicar la campaña del bando contrario, como una forma de usar maliciosamente a la persona en pos de un objetivo.

La semana pasada fue casi un escándalo que José Antonio Kast encabezara una delegación de diputados de su partido, el Republicano, cuando acudieron a la Contraloría a denunciar el descarado intervencionismo que ha llevado a cabo el gobierno para favorecer la opción del Apruebo. Después de meses en que el excandidato de derecha no aparecía en los medios, salía del closet para hacer un punto político y la izquierda aprovechó de tacharlo como líder del Rechazo. Sumándose a la cuasi funa, voces de la misma opción no hicieron más que culparlo por la baja de cinco puntos que había tenido su opción en la última encuesta Cadem del fin de semana. Como si la opinión política sobre un tema de un excandidato presidencial en un país libre pudiera cambiar la opción de la gente con sentido común del país.

Ese mismo domingo, un senador del mismo partido de Kast caía en el mismo juego y exigía que el expresidente Piñera no fuera a salir de su encierro para pronunciarse por su opción política ante el próximo plebiscito, palabras que han sido replicadas con más o menos fuerza por varias personas del sector, considerando la poca popularidad con que terminó su mandato. Nadie tomó en cuenta ni por un minuto su postura de exgobernante para tanto ninguneo.

Está claro que la estrategia de la opción Rechazo es poner por delante a la ciudadanía, con sus demandas que no fueron escuchadas y el poco sentido común que se ve en el texto constitucional. Pero en la legítima búsqueda del juego democrático de más votos, el sector no puede caer en lo que más se le criticó a la Convención Constitucional: la permanente cancelación. Esa costumbre totalitaria de los extremos de discriminar al que no me gusta cómo piensa y al que no me conviene que se exprese.

No podemos olvidar la última frase que marcó a esta fracasada Convención, esa de que “el pueblo unido avanza sin partidos”. Aunque sea contradictorio, está muy en la línea de la estrategia de la campaña del plebiscito del Rechazo, que ha puesto a los partidos en el closet hasta una próxima oportunidad. Porque existe conciencia de que la ciudadanía no tiene una buena imagen de ellos.

Pero no existe sistema democrático que funcione sin partidos políticos legítimos, basado en el sistema representativo, que tanto denostó la Convención. Porque prefieren la democracia directa, asambleísta, que termina en populismos, caudillismos y la destrucción de la democracia, como se ha visto en otros países de Latinoamérica.

En todo caso, esta estrategia es de alguna manera un engaño a la ciudadanía, porque después del 5 de septiembre los partidos tendrán que volver a ser protagonistas de las conversaciones que se inicien para el proceso constitucional post plebiscito. Y esto no hará más que profundizar nuevamente la desconfianza en el sistema. Pan para hoy y hambre para mañana.

Ya cometimos el error de realizar un proceso constituyente basado en listas de independientes, cuando lo cierto es que no se trataba de ciudadanos neutros, sino que de políticos disfrazados con una agenda extrema, que nos llevó al resultado que conocemos.

Una Convención que hizo imposible lograr un texto que se convirtiera en la “Casa de Todos”, con anulaciones de un lado al otro a la orden del día. Si no queremos repetir este panorama en la próxima etapa, partamos dando el ejemplo y no nos cancelemos entre nosotros.

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