Opinión

Ser y parecer: sin espacio para errores

Andres Perez

“Me encantaría ser director en esa empresa, pero tengo una potencial inhabilidad. Mi hijo se casa con la hija de un gerente importante. Nada dice que tenga una relación especialmente cercana con mi consuegro, pero la independencia no es solo serlo, es que no haya ninguna duda al respecto”. Este fue el comentario que me hizo un postulante a director independiente hace unos días.

Y aunque —reconozco— me dejó un poco de desilusión, también me dio tranquilidad escucharlo. Sin duda, es un buen antecedente a considerar para otros procesos, pues da cuenta de la madurez de esa persona, pero también de la propia industria, pues se trata de una práctica aceptada y que no se logra de un día para otro. En el mundo corporativo, es bien sabido que en esta materia no hay espacio para errores.

La Ley 18.046 define con precisión qué se entiende como director independiente: aquel que no mantiene vínculos relevantes —económicos, profesionales, comerciales, crediticios o de parentesco— con la sociedad, su grupo empresarial, su controlador, sus ejecutivos principales, sus competidores, clientes o proveedores; que no ha prestado servicios relevantes a dichas entidades; y que puede ejercer su cargo con total autonomía, sin conflictos de interés ni pérdida de independencia de juicio.

A lo anterior se suma el factor interlocking, aplicable a directores y ejecutivos relevantes. Esta figura busca evitar la participación simultánea en directorios de empresas competidoras o con relaciones comerciales significativas, conducta que ha sido clasificada como anticompetitiva. Este tema incluso ha llegado a tribunales, y Chile es uno de los pocos países de la región que sanciona este tipo de situaciones.

No es fácil dar con el perfil ideal, sobre todo en procesos tan sensibles como los de las AFP, cuando deben elegir a los directores que los representarán en las sociedades donde tienen participación. El conjunto de competencias técnicas exigidas es amplio, como también la trayectoria y redes del candidato. Además, se trata de un rol altamente expuesto desde el punto de vista reputacional.

En este escenario, hay variables que pueden verificarse objetivamente, pero muchas otras no, como en el caso de relaciones familiares. Por lo mismo, la autorregulación resulta clave.

En línea con ello, muchas sociedades anónimas afectas a esta normativa están actualizando su política de manejo de conflictos de interés, incorporando mecanismos más dinámicos de control. Entre ellos, la exigencia a directores y ejecutivos de actualizar anualmente un anexo donde declaran no tener conflictos de interés, precisamente porque los contextos personales y profesionales cambian año a año.

En este ámbito no basta con cumplir la ley: hay que anticiparse a la duda. La independencia no admite zonas grises ni explicaciones ex post. La confianza del mercado se construye precisamente ahí, en las decisiones que se toman antes de que exista un problema. Por eso, encontrarse con candidatos capaces de autoexcluirse no es una anécdota: es una señal de que el estándar, para bien, está subiendo.

*La autora de la columna es socia fundadora y directora de Humanitas/Cornerstone Chile

Más sobre:OpiniónDirectorio

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Lo más leído

Plan digital + LT Beneficios por 3 meses

Navidad con buen periodismo, descuentos y experiencias🎄$3.990/mes SUSCRÍBETE