SEÑOR DIRECTOR:
Mucho se discute sobre el precio de las autopistas urbanas en Santiago y los reajustes anuales por IPC; sin duda, un duro golpe a los automovilistas capitalinos. Se realizan movilizaciones en masa, bloqueos parciales de rutas, sin embargo, y a riesgo de sonar impopular, me parece de toda justicia que las empresas sí hagan ese ejercicio, como todas las industrias en general. Donde sí creo que el legislador debería poner atención es en la facultad del proveedor de establecer distintos tipos de tarifas para cada pórtico, de manera independiente y discrecional.
¿Cómo se puede entender que un pórtico en Costanera Norte pase de $ 598 a $ 1.747 a las 13 horas por ser un “horario saturación”? o ¿en Vespucio Norte el pórtico a la altura de El Salto desde $ 403 suba en un bloque horario a $ 1.208?
Respecto de estas tarifas de saturación, ¿serán justificadas? Hoy las concesiones han cooptado la movilidad de los capitalinos (lo hecho en el sector de La Pirámide en Huechuraba es un claro ejemplo), viéndose imposibilitados de tomar alternativas razonables. Es irreal pensar que en horario punta un automovilista encuentre rutas concesionadas expeditas.
La discusión está mal enfocada: el reajuste es lo que corresponde y si tuvimos una inflación anual del 12,8% es de toda justicia que se reajuste por el mismo indicador. Pero es muy distinto el 12,8% de $ 403 que el 12,8% de $ 1.208. La forma de tarificar cada pórtico, los bloques horarios y la ubicación de ellos son el verdadero negocio de las autopistas urbanas. Es hora de ponerle el cascabel al gato, simplificar el asunto y que el Estado alguna vez proteja a los ciudadanos y establezca la tarifa base como la única posible.
Hernando Hernández M.
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