¿Un acuerdo nacional por la equidad de género?

Imagen de la conmemoración del 8M de 2020 en Plaza Italia.


El actual gobierno ha intentado desde el primer día lograr “acuerdos nacionales”, sin gran respuesta de aquellos a quienes quisiera sumar, para avanzar en temas que considera trascendentes. No es por defender esta idea que ya tuvo su mejor momento hace 30 años, pero si de verdad queremos que todo un país se ponga de acuerdo en temas de alcance nacional, quizás sea hora de proponer un gran Acuerdo Nacional que por fin saque adelante la equidad de género en Chile, con objetivos definidos, metas claras y acciones concretas.

Puede parecer un atrevimiento en virtud del importante y arduo trabajo del Ministerio de la Mujer, ONGs y sectores como la salud, la hospitalidad y la cultura y las artes, entre otros por alcanzar el ideal de un país en el que todas y todos tengan acceso a las mismas oportunidades para desarrollar su potencial en igualdad de condiciones, pero las estadísticas muestran que aún estamos lejos de la tan ansiada equidad.

Un reciente estudio sobre el tema del World Economic Forum, pone a Chile en el número 57. Puede que ese dato no esté mal pero al “desmenuzarlo”, se constata que la mujer chilena figura internacionalmente en el lugar 30, de acceso a la educación; en el peldaño 36, por empoderamiento político; en la casilla 55, en prestaciones de salud y en un abismante puesto 111, respecto de su participación económica. Tales rankings, son especialmente preocupantes cuando en vez de aislarlos, los relacionamos con otras problemáticas como la pobreza. Estar a la zaga en el acceso de las mujeres al crédito y a otros instrumentos financieros, que es en parte lo que grafica su limitada presencia en la economía, implica que muchos de los hogares que en un 42,4 por ciento tienen jefatura femenina y de los que un 62 por ciento pertenecen al tramo más vulnerable del Registro Social de Hogares, según la encuesta Casen de 2017, están condenados a una situación de marginalidad.

Pero, ¿por qué mejorar? Porque según está el mundo, es esencial. No hacerlo es no velar por la sostenibilidad social de la humanidad. ¿O alguien puede defender que siendo las mujeres más de la mitad de la población planetaria, se puede pensar que es viable marginarlas de los desafíos que tenemos por delante como seres humanos? ¿Es plausible que empresas multinacionales y chilenas diseñen planes de desarrollo a corto, mediano y largo plazo, con una mínima parte de su fuerza laboral integrada por mujeres? ¿Pueden los gobiernos seguir sin legislar lo necesario para que la mujer sea realmente partícipe del bienestar general de la población? La respuesta a todas esas interrogantes es corta y evidente, en función de lo que ya es una tendencia irreversible.

¿Pero cómo llegamos a un acuerdo nacional para que por fin avancemos en la equidad de género? Habría que ser atrevidos. ¿Cómo? Estableciendo metas que sean ambiciosas y alcanzables. Cabría quizás plantear este tema como un “sí o sí”. Algo así como lo que está ocurriendo con el cambio climático, en el sentido de establecer “objetivos-calendario” que se revisen en el camino de manera de cumplirlos sin desviaciones, porque es urgente. Tal vez se pudiera con al menos un grupo de países, acordar un plan de acción tangible y similar al de la Coalición de Derechos Igualitarios (en inglés, “Equal Rights Coalition”), entidad multilateral y multi-grupos de interés (“stakeholders”) que en pocos años ha materializado importantes logros para diversas minorías sexuales. En esa instancia, el éxito se debe a que países, ONGs, empresas, la sociedad civil en su conjunto e incluso la ONU, han trabajado en igualdad de condiciones y con resultados que cada vez abarcan una mayor geografía política y humana.

La pandemia que hoy aflige al mundo, tan sólo en lo que a empleos se refiere, ha golpeado mucho más a mujeres que a hombres, por la precariedad en la que ya nos encontrábamos al inicio de la emergencia sanitaria. Lo que es peor es la predicción de que producto de ella, retrocederemos en equidad de género porque en periodos de crisis, las brechas tienden a acentuarse. Por eso cuando la urgencia se supere, es menester que la “nueva normalidad” de la que muchos hablan, de verdad nos prepare para estar en un mejor lugar cuando una nueva pandemia se desate. Eso pasa por echar manos de todos nuestros recursos y no tan solo de aquellos de los que hemos dispuesto hasta aquí por comodidad y porfía. Las mujeres deben estar en todos los lugares donde se toman decisiones y para eso es hora de ponernos todas y todos de acuerdo.

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