
Una candidatura marxista

Todo surgió cuando se abrió un debate acerca de si Jeannette Jara proponía la nacionalización del cobre y el litio. Primero, ella sostuvo con convicción que esto no era así, pero luego tuvo que echar pie atrás, porque el programa que su candidatura a las primarias registró en el Servel efectivamente contenía esta propuesta. Entonces, se abrió una segunda conversación, tal vez bastante más interesante que la anterior ¿es razonable que la candidatura ganadora de una primaria cambie radicalmente su plataforma programática para ajustarla a los sectores derrotados que ahora tienen que apoyarla?
Parece bastante obvio que no. Una elección, en este caso una primaria, no es -o no debiera ser- el equivalente al casting para seleccionar al o la protagonista de una serie de Netflix. Se supone que es la manera democrática de elegir la propuesta de sociedad que un sector político le formulará al país para el periodo presidencial siguiente. Ello supone, desde luego, definir al candidato, pero también y especialmente una plataforma programática. En simple, la dirección en que ese sector quiere dirigir al país.
Entonces, quienes participan de la primaria asumen precisa y específicamente el compromiso de apoyar la candidatura ganadora, lo que no solo se restringe, en este caso, a la persona de la candidata, sino también a su proyecto. De no ser así, lo esperable y transparente sería que todos los competidores de la primaria lo hicieran bajo una sola propuesta programática, de manera que los electores sólo sean llamados a elegir al abanderado que representará esas ideas. Pero no fue ese el caso.
La tesis que se ha levantando desde la candidatura de Jara en el sentido que ahora ellos encabezan una coalición mayor, por lo que tienen que ajustarse a esa realidad, es intelectualmente insostenible y éticamente reprochable. Es evidente que el ganador de una primaria siempre hará esfuerzos por acoger e integrar de la mejor manera posible a los equipos derrotados, después de todo pertenecen a un mismo sector, así como agregar ideas que complementen y enriquezcan las propias. Eso es buena política, pero no es de eso de lo que estamos hablando.
La cuestión es otra, de lo que se trata es tomar la propuesta propia, decir que contenía “errores” y sustituir sus contenidos esenciales, incluso radicales, renegando de ellos, para reemplazarlos por otros totalmente contradictorios. Políticamente eso es un fraude y destruye la confianza que los ciudadanos necesitan tener en los procesos democráticos.
Al final, y relativamente pronto, la candidatura de Jara terminó siendo fiel expresión del ideario marxista. No se asuste estimado lector, no me refiero a Karl cuyas ideas envejecieron tan mal, que al pobre lo esconden; sino a Groucho que, después de todo, fue bastante más prolífico en ideas que siguen vigentes. Una de ellas, muy conocida, es esa de que “estos son mis principios, pero si no le gustan también tengo estos otros”. Algo así parece ser lo que sucede con el programa de Jara. Lo más marxista que hay.
Por Gonzalo Cordero, abogado.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
4.
Contenidos exclusivos y descuentos especiales
Digital + LT Beneficios$3.990/mes por 3 meses SUSCRÍBETE