¿Unión? ¿Demócrata? ¿Independiente?

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Bolsonaro con Van Rysselberghe.


Esta semana los exponentes de la derecha más conservadora compitieron por apropiarse de la figura de Bolsonaro y las banderas que lo llevaron al triunfo en la primera vuelta electoral. Como era previsible, las críticas no se hicieron esperar; aunque, de manera más sorpresiva, la timonel de la UDI enfrentó el reproche de varios de sus correligionarios.

Y aunque la acción y reacción provocadas se explican en el marco de la contienda interna por quién dirigirá el gremialismo a partir de diciembre, trasunta también una disputa por el proyecto que debe enarbolar la UDI para los próximos años. Sin ir más lejos, y después de un largo predominio que los llevó a no sólo ser el partido más grande de la derecha, sino también del país, en las últimas elecciones fueron destronados de aquel sitial, iniciándose un razonable cuestionamiento por el rumbo y sentido de la tienda política que fundara Jaime Guzmán.

No es la primera vez que se verifica esta tensión, pues el último proceso electoral que enfrentó a Jaqueline van Rysselberghe y Jaime Bellolio se registró en idéntica frecuencia. Junto con el choque entre dos generaciones, lo que subyacía a esa competencia era justamente la necesidad de modernizar a la derecha; la que, manteniendo sus valores fundamentales, debía recuperar su conexión con los ciudadanos, tanto en su dimensión social como también valórica y cultural. Hoy la presidenta de la UDI intenta reeditar dicho triunfo y su nuevo oponente es el diputado Javier Macaya.

Pero más allá de los nombres, ¿qué hace distinto el actual escenario? Primero, los "Coroneles" están extintos, al menos como ese cuerpo superior que dirigía el gremialismo a su arbitrio. Segundo, muchos militantes perciben el deterioro, la pérdida de influencia, y ese aroma a naftalina tan temido por toda fuerza política cuyo sentido desaparece. Tercero, se le carga a Van Rysselberghe -y quizás con algo de razón- el acelerar el declive electoral de su sector, haciendo primar el capricho y amiguismo interno, por sobre las reales posibilidades que tuvo su partido. Cuarto, el triunfo de Piñera y el auge de una derecha más moderada y social -tanto en la versión liberal de Felipe Kast, como también en la expresión conservadora de Ossandón- presionan a la UDI por su izquierda; mientras José Antonio Kast la tensiona por la derecha. Y como si fuera poco, su figura presidencial con más posibilidades -me refiero a Lavín- juega un partido aparte, donde se hace imposible encasillarlo en algún vector de la actual geografía política.

Entonces, ¿qué hace diferente a la UDI de los otros partidos y liderazgos en la derecha, que no sea aferrarse a un pasado que ya ellos mismos quieren superar y olvidar?

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