Violencia: ¿Construcción o destrucción?

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Cuando ya miras una realidad de cierta forma, cambia tu perspectiva y jamás podrás volver a mirar, sentir y pensar como lo hacías, porque esa realidad te transformó y los cambios de esa naturaleza son permanentes. La persona que estuvo presa  de la sociedad, de la marginación, de la violencia estructural y logra ver la libertad, nunca podrá recuperar su antigua visión ni su  anterior existencia.

Ese nuevo mirar pasa de lo simbólico a lo concreto, se hace cuerpo,  cuando Carabineros de Chile al no seguir  los protocolos policiales, está disparando y mutilando los ojos de las personas que se manifiestan.  Esas lesiones cambiarán su vida para siempre y dejarán una huella más allá de las palabras, porque su cuerpo lo hablará durante los días que le queden con vida. Es el caso del estudiante universitario Gustavo Gatica, de 21 años que quedó ciego al ser herido en sus dos ojos por balines disparados por Carabineros.

Así la ceguera, la sordera  alude a negar, minimizar y en ciertas oportunidades ridiculizar   un proceso social relevante, actitud que ha tenido el gobierno y sus autoridades frente al despertar de un pueblo.  También debemos tener en cuenta que nosotros como sociedad fuimos ciegos, no vimos la agonía de una gran parte de la población que enfermaba con el sistema en que vivimos, y por eso ahora hay una lucha entre los que "no tienen nada que perder" y los que "tienen todo que perder". Me pregunto si tal vez en el medio nos encontramos los que estamos a favor de los cambios profundos que se requieren, pero en contra de la violencia desbordada y la destrucción que azota y ronda nuestras calles hoy en día.

Esta violencia se manifiesta de manera tan diversa y tiene un origen tan oscuro y antiguo, que  ha cambiado el tiempo y espacio en que vivimos .Ahora el tiempo se detiene y tiene otras claves que hay que leer: antes de la marcha o después de la marcha. Lo días son más cortos, empiezan a otras horas y el anochecer se ha adelantado por la falta de movilización. Los sonidos de la ciudad también son distintos, son de cacerolas, fuego y cantos, que entonan los que "quieren todo lo que han perdido "

En medio de esto constructivo y destructivo surgen miles de cuestionamientos, individuales y colectivos, que me recuerdan a una carta de Albert Einstein a Sigmund Freud del año 1932, en la cual el primero preguntaba acerca del  ¿Por qué  de la guerra?, en nuestro caso podría ser el porqué de la violencia. Freud dice: "Si la propensión a la guerra es producto de la pulsión destructora, hay que apelar entonces al adversario de esa inclinación, al eros. Todo lo que engendra, entre los hombres, lazos sentimentales debe reaccionar contra la guerra."

En este sentido, no basta combatir la violencia con violencia de forma además desigual entre las fuerzas del Estado y el pueblo,  no basta tampoco con condenar el impulso de muerte de destructividad, sino comprender las causas que lo determinan, buscando  como señala Enrique Carpintero, que la pulsión de muerte, de destructividad, de violencia dé sentido a la pulsión de vida, por ende una cultura que utilice la fuerza de la muerte como pulsión al servicio de la vida.

Cuando no miramos la desigualdad e injusticia, cuando no miramos y reconocemos la relevancia de las luchas políticas y sociales, no estamos buscando la paz, así como tampoco la busca el que destruye las calles y edificios como símbolos de una ciudad que no los incluye ni representa.

¿Debemos entonces mirar de frente el dolor, la pobreza, la indignación y la destrucción para poder hallar lugares de encuentro que den espacios a pulsiones de vida?  Posiblemente esto nos devuelva aquella esperanza, utópica, de que para construir algo, no tenemos que destruir todo lo anterior.

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