Mamá (primeriza) a los 50

primeriza a los 50

Ya no es novedad que una mujer a los 40 años tenga un hijo. Lo sorprendente es que se embaracen al borde de los 50, lo que es posible con la ayuda de las técnicas de fertilización asistida. La tendencia ya está tomando fuerza en Chile. Tanto, que los especialistas hablan de un baby boom a los 50. Estas son sus historias y desafíos de debutar en la maternidad a esa edad.




Paula 1183. Sábado 26 de septiembre de 2015.

Talía Flores tiene 50 años, una única hija de 2 y un marido de 79; el padre de la pequeña Tamara Julieta. Mientras algunas de sus amigas ya tienen hijos en la universidad y otras incluso ya piensan en los nietos, Talía recién está dando los primeros pasos del largo camino que recorre una mujer cuando es madre: sacarle los pañales, corregir la pronunciación de sus primeras palabras, llevarla a jugar a la plaza, contarle cuentos antes de dormir, correr a tranquilizarla cuando tiene pesadillas, despertar al alba porque pide su leche, vestirla, bañarla y, si le queda algo de tiempo libre, ir pensando en qué colegio la matriculará en dos años más cuando recién entre a prekínder. Todo eso recién le sucede a Talía, mamá primeriza a los 50 años.

"Me embaracé a los 48 y la tuve a los 49. Me subí al último carro del último tren. Y, aunque es cierto que soy mamá vieja, soy feliz porque la vida me regaló esta belleza", dice riendo, mientras su hija, vestida de pies a cabeza de rosado, se esconde entre sus brazos.

Talía no representa los 50 años que tiene. Se ve más joven. Matrona de profesión, congeló óvulos a los 38 años porque estaba sola y, aunque no quería tener hijos en ese momento, pensaba que más adelante podría desearlos. Pero ese deseo no se despertó a los 40, ni a los 42 ni a los 45, momentos en que estaba full de pega. Recién a los 48 años, cuando la despidieron, tuvo la certeza . "Empecé a hacerme todas esas preguntas de quién soy, para a dónde voy, qué espero de la vida", recuerda. "Y la respuesta, en lo más profundo, fue que quería un hijo". Pero su pareja, el doctor Horacio Croxatto –considerado una eminencia en temas de anticoncepción–, era un hombre que por entonces ya tenía 77 años, seis hijos y siete nietos.

"En algún momento yo le había dicho que a mí me alcanzaba el amor para entender que él no quisiera tener más hijos. Pero cuando tuve el convencimiento de que quería ser madre, decidí que si él no quería iba a recurrir a un banco de espermios. Ahí fue cuando nos sentamos a conversar y pusimos todas las cartas sobre la mesa. Él tenía la percepción, que es cierta, de que efectivamente el embarazo después de los 45 años tiene más riesgos para la salud de la mujer. Pero me dijo "Si tú estás decidida, lo vas a hacer y somos pareja, ese hijo no podría ser de otra persona que no sea yo. Tu hijo tiene que ser mío".

Talía se ríe.

"Bueno, y cuando me dijo 'vamos', yo respondí: '¡ya po', vamos corriendo!'".

INCERTIDUMBRE EN EL CAMINO

Un mes después Talía y Horacio estaban sentados en la consulta del ginecólogo Ricardo Pommer, jefe de la Unidad de Medicina Reproductiva de la Clínica Monteblanco, uno de los 15 centros de medicina reproductiva que hay en Chile donde se realizan tratamientos de alta complejidad y, de ellos, uno de los tres –junto al Centro IVI Chile y a la Clínica de la Mujer en Viña del Mar– que ofrecen dos opciones que están facilitando que mujeres se embaracen tardíamente: congelar óvulos cuando son jóvenes o bien, si estos ya no están en buenas condiciones, recurrir a la ovodonación como se conoce al uso de óvulos de una donante más joven.

Al escuchar el pedido de Talía, el doctor lo encontró de lo más normal: historias de mujeres que llegan a su consulta pidiendo ser madres por primera vez sobre los 45 años, asegura, se han vuelto "pan de cada día". "La tendencia comenzó hace diez años, pero hoy es un boom", explica Pommer. "Ya no es raro que lleguen mujeres a punto de cumplir 50 años a pedir ayuda para embarazarse".

Tal como suele hacerlo con todas las pacientes en este rango etario, Pommer partió explicándole a Talía el escenario que enfrentaba: que a su edad la opción de embarazo natural o espontáneo había disminuido en un 90%. Luego, que, en caso de querer intentarlo igualmente por esa vía, enfrentaba otro flanco: a su edad a las mujeres prácticamente ya no ovulan y, de hacerlo, esos ovocitos suelen ser de mala calidad, disparando a 85% la probabilidad de que estos generen embriones alterados genéticamente. Y que, en caso de ser fecundados, la probabilidad de aborto natural en mujeres sobre los 45 años es de un 93% (mientras en una mujer de 20 años es de 9% y en una de 40, 51%). También le mostró cómo subía la curva de las trisomías 13, 18 y 21, asociadas a la edad. De embarazarse espontáneamente la posibilidad de síndrome de Down era muy alta: a diferencia de a los 20 años, donde la probabilidad es de 1 en 1.500; a los 40 años es 1 en 128 y a los 42 años 1 en 55.

En Chile no existe una ley que fije un límite de edad para que las mujeres se realicen tratamientos de fertilización asistida. Pero desde hace un par de años los centros que los realizan se impusieron uno: los 50 años de las pacientes.

Pero Talía ya había decidido no darse ninguna vuelta larga. Con Horacio tenían claro que para embarazarse de manera segura debían recurrir a un tratamiento de fertilización asistida de alta complejidad: una fecundación in vitro donde se unieran los óvulos preservados de ella con los espermios de él para que luego, de los embriones resultantes, uno fuera implantado en el útero de Talía. De no resultar, podrían optar por la ovodonación.

Pese a la determinación inicial que había mostrado, tras salir de esa primera consulta con el doctor, Talía dudó en seguir adelante. "Tenía susto a que el tratamiento no resultara, pero también empezó a asustarme que funcionara. Me dio miedo hacer algo tan diferente, porque es distinto planificar con conciencia un embarazo y más a esta edad. También tenía miedo a que por mi edad me pasara algo en el parto. Me llené de incertidumbre", dice.

Estuvo 4 meses dándole vueltas al asunto. El impulso final se lo dio un llamado del doctor. "Me dijo: '¿Qué estás esperando? Echémosle para adelante'", recuerda Talía.

Finalmente, en noviembre de 2012 se sometió al tratamiento: de los embriones que resultaron de la fecundación in vitro, uno fue transferido a su útero en un procedimiento que tardó 10 minutos. Los demás quedaron criopreservados a -190 °C en el banco de embriones de la clínica para que, en caso de que más adelante quisiera tener otro hijo, pudiera utilizarlos (o, en caso contrario, cederlos en adopción). Dos semanas después, supo que estaba embarazada.

El 4 de julio de 2013, con 49 años, Talía cumplió su sueño de convertirse en madre. Pero la fase final no fue fácil: Tamara nació por cesárea en la semana 36, porque a Talía le detectaron placenta previa, lo que aumentaba las posibilidades de una hemorragia durante el parto poniéndola en riesgo a ella y a su hija. Tras nacer, Tamara pasó 15 días hospitalizada en Neonatología por inmadurez pulmonar, uno de los riesgos asociados a la maternidad en edades extremas. Ante el incierto panorama que rodeó el parto, ese mismo día Horacio Croxatto partió al Registro Civil a tomar una hora para casarse con Talía. "Quiero dejar protegida a la Tamarita", les dijo a sus cercanos. El matrimonio fue al día siguiente en la sala de recuperación.

Tamara ya tiene dos años y esta tarde juega en la terraza con sus abuelos que pronto cumplirán 90 años y con su papá, de 79. Ninguno puede ayudarla a rescatar la pelota que va a parar debajo del sofá. Talía mira la escena de lejos y se ríe. Hasta el primer cumpleaños de Tamara, pensó en darle un hermano. Quería que tuviera un par de su edad. Descartó la idea cuando Horacio sufrió un accidente cerebrovascular que lo dejó con una pequeña secuela de orientación y de memoria reciente.

"Era uno de los riesgos. Él antes ya había tenido un infarto. Pero su papá –Héctor Croxatto, Premio Nacional de Ciencias en 1979– vivió perfecto hasta los 102 años y estaba excelente de cabeza. Yo pensé antes de embarazarme: 'me puedo dar el lujo de tener a esta hija con un papá por un buen rato'", cuenta Talía.

Sin embargo, reconoce que el accidente cerebrovascular de su marido fue un golpe fuerte. "Se me cayó un poquito el mundo. Sobre todo porque criar es muy demandante". Luego observa a Tamara, a Horacio y a sus papás nonagenarios y entonces reflexiona con un dejo de humor: "Aquí tengo a mi club de la tercera edad y mi jardín infantil juntos. Creo que si mi hija eligió como alma vivir esta situación… se lo agradezco todos los días. Yo creo que ella es un alma bien bacán".

En Chile, Entre 2000 y 2010 las mujeres que tuvieron a su primer hijo sobre los 45 años aumentó 24%.

LAS RAZONES DEL BABY BOOM

El auge de la maternidad sobre los 45 años es una tendencia no solo en Chile, sino que en muchos países desarrollados –o en vías de–, donde el aumento de la escolaridad femenina, junto con la inserción de las mujeres al mercado laboral, han llevado a retrasar la maternidad hasta edades extremas. En EE.UU., por ejemplo, según el Centro de Control de Enfermedades, en 2008 el número de mujeres que se convirtió en madre sobre los 45 años rozó los 8 mil, el doble que una década antes; 541 de esos casos eran mujeres mayores de 50; es decir, el porcentaje en ese tramo se disparó 375%.

En Chile, en tanto, mientras en las últimas dos décadas la tasa de natalidad ha caído 24% en mujeres entre 20 y 35 años, en mayores de 40 se ha dado a la inversa. Mientras en 1990 el Anuario Demográfico del INE registró que los recién nacidos de madres en ese rango fueron 5.773, en 2012 la cifra ascendió a 8.923. Y, aunque en número sigue siendo el segmento que menos aporta a la natalidad en Chile, en porcentaje es el que más ha crecido. De hecho, entre 2000 y 2010 las mujeres que tuvieron a su primer hijo sobre los 45 años aumentó 24%. Un verdadero baby boom.

Este nuevo escenario, explican los expertos, se debe a una serie de cambios sociales que coincidieron con la aparición, en Chile y el mundo, de nuevas tecnologías reproductivas.

"Por un lado, las personas se están emparejando mucho más tarde que antes y, como las mujeres ahora tenemos más expectativas profesionales, hoy es muy raro encontrar una mujer que, a los 18 años, apenas sale del colegio, quiera casarse y tener hijos", explica la doctora Sofía Salas, directora ejecutiva del Programa de Ética y Políticas Públicas en Reproducción Humana de la UDP –donde la maternidad tardía ha sido materia de análisis– e integrante del Departamento de Ética del Colegio Médico. "Ha habido un cambio cultural importantísimo, donde la mujer busca su independencia profesional y económica, tener ciertos bienes con la pareja antes de decidir tener hijos. Pero eso no necesariamente implica que se ha rechazado la maternidad para siempre", asegura.

El aumento de la expectativa de vida –que en Chile, para las mujeres, es en promedio 82 años–, explica Salas, también ha instalado la idea de que a los cuarenta y tantos todavía se es joven para ser madre. "Además, hoy las mujeres llegan a los 50 mucho mejor que como lo hicieron nuestras madres o abuelas. Hacen yoga, viajan, escalan cerros, emprenden nuevas actividades, por lo tanto a esa edad se sienten plenamente vigentes", comenta.

Otro factor que ha disparado la maternidad a edades extremas, analiza, son los primeros o segundos emparejamientos tardíos y el deseo de tener hijos en común. "Tener un hijo que te vincule con tu nueva pareja hace que las mujeres empiecen a considerar la posibilidad de tener hijos cuando antes estaban en el retiro físico y psíquico. Y luego viene lo que la ciencia te permite: las tecnologías de reproducción asistida son relativamente nuevas; también la posibilidad de que el útero reciba embriones después de la menopausia. Entonces ha habido una eficiencia en la técnica y un acceso mayoritario a ella que, conjugado con una serie de otros factores psicosociales, hacen que la gente considere que parte de su proyecto de vida es volver a ser madre, o serlo por primera vez, en una edad que antes era impensable", explica Salas.

En Chile, dos son los dos principales avances médicos que han disparado la maternidad en mujeres entre 45 y 50 años. Por un lado, la posibilidad de congelar óvulos, tecnología que en Chile apareció en 1992. Si bien en un principio se implementó para que mujeres que debían someterse a tratamientos oncológicos guardaran sus óvulos antes de que sus ovarios fueran arrasados por el tratamiento, con el tiempo fue una opción cada vez más utilizada por mujeres que programaban retrasar su maternidad. De hecho, del total de óvulos criopreservados en el banco de la Clínica Monteblanco, hasta 2014, 19 mujeres lo habían hecho por razones oncológicas y 246, por edad. Durante lo que va de 2015, asegura Ricardo Pommer, los números subieron, respectivamente, a 56 y 400.

El segundo fue la implementación en Chile, a principios de 2000, de la ovodonación: la posibilidad de adoptar una camada de óvulos de una donante anónima de entre 20 y 35 años. "Esta alternativa, además de aumentar las posibilidades de embarazo en una edad donde espontáneamente es casi imposible o muy riesgosa, hace que el riesgo biológico de alteraciones cromosómicas propias de la edad desaparezcan", explica Carlos Troncoso, director médico del Centro de Fertilización Asistida IVI Chile. Por eso, asegura, es la alternativa que más toman las mujeres que llegan buscando la maternidad entre 45 y 49 años y que no congelaron óvulos a tiempo. "De tener diagnósticos reproductivos muy pobres, pasan a liderar las posibilidades de embarazo que suben a 60% y 70%. Es decir, lo más seguro es que se van a embarazar. Y, como son óvulos donados por una mujer joven, las posibilidades de sufrir una pérdida en el embarazo son mucho menores también".

"Antes lo que pasaba era que las mujeres que se embarazaban de manera espontánea sobre los 45 años en un alto porcentaje tenían pérdidas reproductivas y en otro porcentaje, no menor, tenían niños con alteraciones cromosómicas. Las técnicas de reproducción asistida, especialmente la ovodonación, permitieron que, independiente de que una mujer tuviera o no ovocitos, o que los suyos fueran de mala calidad, se abriera una última opción para convertirse en madres. Porque, al contrario de los óvulos, el útero no envejece. Y así es como hoy mujeres incluso menopaúsicas pueden convertirse en madres", explica Sofía Salas. "Hoy la tecnología reproductiva puede despejar (previo el embarazo) qué probabilidades hay de generar un embrión con alguna alteración genética. Se pueden hacer diagnósticos genéticos antes de implantarlo y hay una serie de mecanismos para favorecer que el deseo de tener hijos se pueda hacer de manera más segura y eficiente", afirma.

"Ha habido un cambio cultural importantísimo. La mujer busca su independencia profesional y económica, tener ciertos bienes con la pareja antes de tener hijos. Pero eso no implica que se ha rechazado la maternidad para siempre", dice Sofía Salas.

"Y si bien esto en un principio se daba sobre todo en un segmento ABC1, intelectual, profesional, capaz de costear el valor de estos tratamientos –que cuestan entre 2 y 6 millones de pesos– el perfil ha ido cambiando", comenta Ricardo Pommer. "Creo que eso ha sido porque cambiaron los medios de difusión que tocaban este tema: primero salían en revistas muy intelectuales; ahora puedes ver el dato de dónde congelar óvulos en Vanity Fair. En Chile ha pasado lo mismo. Y por eso ahora ya no solo llega la mujer con un MBA o 10 años de posgrado. Empezó a llegar la mujer que tiene un título de técnico profesional o profesional y que trabaja en un cargo medio de una empresa. El abanico se abrió", comenta.

Lo cierto es que, por embarazarse después de los 45 años estas mujeres pasan a integrar el grupo llamado "embarazo en edad muy avanzada", una categoría que las sociedades internacionales de ginecología y obstetricia incorporaron en 2008 –ante el boom de los embarazos en este tramo– para resaltar los riesgos maternos-perinatales que suelen darse en este rango: diabetes gestacional, preeclampsia, cuadros de placenta previa y hemorragias, gatillados principalmente por la disminución natural de la capacidad cardiovascular y la dificultad de adaptarse físicamente al embarazo, factores que empujan a que 51% de estos embarazos terminen en cesáreas.

En Chile, uno de los artículos más recientes que analiza los riesgos en este tramo es La edad de la mujer como factor de riesgo de mortalidad materna, fetal, neonatal e infantil, desarrollado por los ginecólogos de la unidad de Medicina Materno-Fetal de la Escuela de Medicina de la UC Enrique Donoso, Jorge Carvajal, Claudio Vera y Andrés Poblete. Publicado en febrero de 2014 por la Revista Médica de Chile, tras comparar la tasa de mortalidad fetal, neonatal, infantil y materna en los distintos quinquenios de la edad fértil, concluye que en el tramo de mujeres de 45-49 años se cuadriplica la tasa de mortalidad fetal (28,6 entre mil nacidos vivos), se triplica el riesgo de mortalidad neonatal (12,75 entre mil nacidos vivos) e infantil (20,3 entre mil nacidos vivos) y la tasa de mortalidad materna aumenta 18 veces (159,3 entre cien mil nacidos vivos). "Por eso, en este tramo hay que hacer hincapié en que las mujeres que están buscando embarazase asistan a un control prenatal con especialistas en alto riesgo obstétrico, que las obligue a un control preconcepcional para estabilizar las patologías preexistentes y realizar un control estricto de ellas durante el embarazo", comenta el doctor Andrés Poblete.

Hasta ahora en Chile no existe una legislación que fije un límite de edad para que las mujeres se realicen tratamientos de fertilización asistida. Eso llevó a que, tiempo atrás, incluso se embarazara a chilenas de 53 años. Pero desde hace un par de años los centros que realizan estos procedimientos se autoimpusieron un tope: los 50 años de las pacientes. "Lo hicimos por recomendación de nuestros equipos de salud mental y también porque hay evidencia que ha demostrado que sobre los 50 años aumentan las patologías cuando la mujer se embaraza. Pero así y todo, a nuestro centro cada mes llaman unas dos o tres mujeres sobre 50 años preguntando por tratamientos para embarazarse", comenta el doctor Carlos Troncoso.

SEGUROS PARA EL FUTURO

Antonia (su nombre ha sido cambiado a petición de la entrevistada) tiene 52 años y fue madre por primera vez a los 49. Su hijo fue concebido con los óvulos de una donante más joven, tema que con su marido todavía no saben si le revelarán algún día a su hijo. Se emparejaron tarde, cuando ambos rozaban los 40 años. Congelar óvulos antes de eso, a Antonia no se le pasó por la cabeza. Tampoco que podría costarle tener un hijo. Cuando llevaban un año intentándolo sin resultados, recurrieron a su primer tratamiento. Quedó embarazada a los 41 años. Al enterarse de la noticia, decidieron casarse. Pero a las tres semanas, en plenos preparativos, sufrió un aborto espontáneo. Como habían descartado la posibilidad de adoptar, entraron en el ruedo de los tratamientos: dos inseminaciones más que, tras fracasar, dieron paso a cinco fertilizaciones in vitro a lo largo de siete años. "Fue muy agotador. Al punto que hubo un momento donde yo le dije a mi marido: '¿Sabes qué?, parte si quieres. Yo no voy a ser un impedimento para que tú tengas hijos'. Pero él me dijo: 'Yo no quiero tener hijos nomás. Quiero tener hijos contigo'. Eso me hizo seguir adelante", asegura Antonia.

Fue en el penúltimo intento cuando su doctor se dio cuenta que sus óvulos ya no servían. Y entonces le planteó la alternativa de la ovodonación. "Era mi última opción y decidí tomarla", dice. "Y claro, se abre un dilema en tu vida: si a futuro decirle o no la verdad a tu hijo. Pero, por ahora, es un dilema encapsulado", comenta.

Tras estrenarse en la maternidad a los 49 años, Antonia conoció un nuevo lado de sí, del que se ríe: ahora, a la primera cana que divisa, parte a teñirse. Tampoco se permite andar mal vestida. "Un día empecé con el típico lamento 'Ay, voy a ser una mamá tan vieja', entonces un amigo me dijo 'Te tienes que vestir mejor y andar siempre bien peinada para ser una vieja bonita'". Ha aprendido tanto en el ruedo de probar maquillajes para mujeres de 50 que tiene pensado armar un blog de belleza para mujeres de su edad. Y, aunque no era amante de los deportes, desde que su hijo llegó al mundo se obliga a practicarlos. Es su forma de pelear contra los años. "No me queda otra. Soy la mamá más vieja del jardín infantil", dice con humor.

Asegura que, a ratos, el futuro le despierta temores que con su marido han tratado de aplacar. Él decidió contratar un seguro para que, en caso de que parta antes de que su hijo cumpla 18 años, la universidad quede pagada. "En cambio mis preocupaciones son del tipo si podré tener un chofer cuando sea adolescente para que le maneje o cuál irá a ser el auto más blindado cuando él saque el carnet de manejar", dice. Antonia reconoce desventajas de criar a esta edad. "Ser más viejo te hace tener un poco menos de paciencia, juegas menos. Pero también tiene ventajas: haber hecho una carrera antes es un tema que me agrada tener resuelto. Ya no quiero ganarle a nadie. Ahora lo más importante es estar para mi hijo. Además, a esta edad alcanzas una solvencia emocional que antes difícilmente podría haber tenido y eso ayuda a enfrentar dificultades. Es una maternidad más resuelta, quizás por haber vivido la vida un poco al revés. A estas alturas no sientes que te estás perdiendo de algo, o si te lo estás perdiendo, te da lo mismo. Ese conjunto de seguridades hace que te sientas más contenta y eso se les traspasa a los hijos".

La idea de darle un hermano a su hijo llevó a que Antonia intentara dos veces más convertirse en madre por medio de ovodonación. Pero ambos intentos fracasaron. "Lo hice porque quería tener una respuesta cuando mi hijo empezara a pedir, como ahora, un hermanito". Buscando qué decirle, Antonia le preguntó a un amigo hijo único si había sentido algún vacío por no tener hermanos. "Me dijo 'Para nada. Mi papá y mi mamá fueron mis mejores amigos'". Desde entonces vive abrazando esa idea: vivir lo más posible para acompañar a su hijo durante la mayor cantidad de etapas. Aunque, ahora último, Antonia reconoce que la ronda una nueva idea: adoptar. "Ahora que sé cuánto se te estira el corazón con la maternidad, me siento preparada para tener otro hijo, y ser mamá de nuevo ahora que tengo 52".

Recién a los 48 años la matrona Talía Flores sintió la certeza de que quería ser mamá. Para lograrlo tuvo que convencer a su marido, el doctor Horacio Croxatto, quien por entonces tenía 77. Hoy Tamara Julieta, la hija de ambos, tiene 2 años.

PREGUNTAS DIFÍCILES

Para muchos la maternidad tardía despierta una pregunta compleja: ¿debieran las mujeres tener hijos a los 50 años? Conscientes de que la ciencia estaba ayudando a disparar la natalidad en este tramo, en 2011 el programa de Ética y Políticas Públicas en Reproducción Humana de la Universidad Diego Portales decidió incluir este punto en la primera encuesta de opinión pública que se hizo en el país con miras a conocer la impresión de los chilenos frente al uso de la tecnología en el área de la reproducción humana.

"Estábamos interesados en saber qué opina la gente sobre los tratamientos in vitro, donación de óvulos, embriones, espermios, y ahí, una de las preguntas que hicimos fue qué opina la gente sobre las mujeres mayores post menopausia que quieren tener un hijo, porque efectivamente es uno de los grupos donde se da el uso de la reproducción asistida", explica la socióloga Florencia Herrera, quien participó en su elaboración.

El sondeo —que se realizó a través de entrevistas personales a 1500 personas de 34 comunas de la Región Metropolitana— arrojó que solo 35% estuvo de acuerdo con que fueran mujeres post menopausia quienes pudieran convertirse en madres por esta vía a trasvés de óvulos donados. El apoyo, analiza Herrera, descendía según la edad de los encuestados: mientras en el tramo entre 18 y 29 años este era de 42%, entre 45 a 65 años el apoyo fue de solo 27%.

"La idea de que las mujeres ya no estén en edad reproductiva causa rechazo", explica Herrera, quien, en estudios posteriores ha indagado en las razones. "Lo que despierta preocupación ante la maternidad tardía es la idea de que una mujer mayor no pueda cuidar a su hijo. La gente tiene la impresión de que es una maternidad más egoísta, porque no se está pensando en el bienestar del hijo, porque si lo tiene a los 50, cuando él tenga 15 esta mujer va a tener 65 y aparecen todas esas preguntas de qué pasa si después tiene problemas de salud y ese hijo queda abandonado", explica.

"La primera reacción de la sociedad frente a estas cosas es lo que en inglés se llama el Yak Factor. Eso de 'Ahhhgg, no'", explica Fernando Zegers, uno de los primeros médicos en realizar tratamientos fertilización en Chile y director del Programa de Ética y Políticas Públicas en Reproducción Humana de la UDP. "Pero cuando pasa el tiempo la gente empieza a reflexionar y a hacerse preguntas del tipo: ¿Es esto una cosa mala o es algo bueno? ¿Es una cosa que ayuda o no?".

Y continúa: "La primera pregunta que uno se hace cuando se entera de estos casos es: si la naturaleza nos permite reproducirnos hasta los 45 años porque después se acaban los óvulos, ¿es lícito querer ser mamá después? Y yo creo que las ganas de ser mamá no se acaban y lo que hace la ciencia es permitirse que se exprese. Así que la pregunta quizás sería: ¿es lícito prohibir que se exprese?", comenta. "Uno podría decir que la mujer va a estar poco tiempo con su hijo, porque si empieza a los 20 su maternidad va a estar más tiempo que si empieza a los 45. Pero una mamá a los 45 años que ya cumple con todas sus etapas académicas, que ya ha decidido no ganarle a nadie más, y que ahora todo lo que quiere es amar, ¿será una mala mamá? Yo diría que no. Estos son embarazos realmente deseados.. Por eso, en mi opinión, es difícil pensar que el hecho de parir a sobre los 45 años lleve consigo ser una mala mamá.

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