¿Dónde duermen los niños?: Cuando el espacio propio se vuelve un privilegio
No tener una cama propia no solo es una carencia material: es una barrera que impide a miles de niñas y niños en Chile descansar, jugar y crecer con dignidad. Hoy, 1 de cada 4 niñas y niños en educación parvularia enfrenta esta realidad, lo que evidencia la urgencia de políticas habitacionales que garanticen espacios dignos, seguros y adecuados para su bienestar.

Después de un día largo, lo único que queremos es llegar a casa y acostarnos. Sentir el peso del cuerpo rendido, el calor de las mantas y la seguridad y confort del espacio propio. Pero no todos pueden hacerlo. Para miles de niñas y niños en Chile, una cama propia no existe.
Aunque las cifras de hacinamiento han mejorado en los últimos años, las condiciones de habitabilidad siguen siendo insuficientes. Niñas y niños duermen en camas compartidas con hermanos, padres o abuelos, en sillones o colchones que se arman y desarman a diario. Esta realidad afecta a 1 de cada 4 niñas y niños de Pre Kínder y Kínder y a 1 de cada 20 de los niñas y niños de primero medio de escuelas públicas y subvencionadas, según la última Encuesta de Vulnerabilidad Estudiantil de Junaeb. Entonces, ¿cómo se duerme cuando no hay un lugar seguro para descansar? ¿Cómo se juega, estudia o sueña cuando el espacio propio no existe?
Paloma Del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga –centro que recopila y sistematiza data de niñez en Chile–, advierte que estas cifras reflejan un desafío urgente de abordar. “El porcentaje de niñas y niños sin una cama exclusiva es mayor entre aquellos que además viven en hogares hacinados. La falta de espacio al interior de los hogares repercute entonces en las posibilidades de niñas y niños de tener un espacio privado para descansar ”, explica.
Según las Naciones Unidas, la habitabilidad es uno de los seis elementos clave que tiene una vivienda adecuada. Significa que una casa no solo debe tener techo y paredes: debe proteger, cuidar y dar espacio. Resguardar del frío, de la lluvia y del calor extremo, así como ofrecer lugar suficiente para moverse, descansar, estudiar o jugar.
Esta dimensión afecta directamente al bienestar de niñas y niños. Por eso, desde Observatorio Niñez Colunga, se analizaron dos factores clave de la habitabilidad, ambos esenciales para entender cómo viven niñas y niños en Chile hoy: “Hacinamiento” y “Cama de uso exclusivo”.
Piezas llenas, niñez sin espacio
Cuando en un dormitorio hay 2,5 personas o más, estamos hablando de un hogar hacinado. La falta de espacio personal produce problemas en la salud física (debido a la facilidad de transmisión de enfermedades infecciosas) y en la salud mental, afectando el desarrollo de la autonomía, el rendimiento escolar y la manera de relacionarse con otros.
Vivir en un hogar hacinado afecta mucho más que la comodidad. El juego debe esperar a que se corra un mueble y el estudio a que haya un espacio libre en la mesa o cama. Según detalla el sitio web de Observatorio Niñez, el 13% de la niñez vive en hogares hacinados (Casen 2022). Si nos enfocamos en la primera infancia, el número aumenta a un 18%.
Este es su punto más bajo desde el inicio de su medición en 2006, pero para las niñas y niños nacidos fuera de Chile esta cifra aumentó casi 10 puntos. En 2022, un 36% crecía en hogares hacinados: tres veces más que quienes nacieron en el país.
Y eso no es todo, pues otras condiciones continúan en la precariedad.
La falta de un espacio propio para la niñez, limita el derecho a crecer, imaginar, explorar y descansar. En 2023 un 8% de niñas y niños de educación parvularia declaró no tener un lugar donde jugar en su casa. En primero medio, el mismo porcentaje dijo no contar con un espacio para estudiar o hacer tareas. Y en ambos niveles, cerca de un 20% señaló que esos espacios existen, pero no están siempre disponibles: deben ser habilitados cuando se quieren (y pueden) usar.
“Según la literatura, el juego es fundamental en el desarrollo de niñas y niños. Disponer de espacios para jugar fomenta la imaginación y creatividad y, en este sentido, el aprendizaje de las niñas y de los niños comienza desde el juego. Construir y fomentar espacios para jugar que estén siempre disponibles establece los cimientos del desarrollo cognitivo”, asegura Del Villar.

Cuando la cama se comparte
A principios de 2024, María Jesús se encontraba vendiendo un camarote, pero mientras esperaba una oferta por él, decidió regalarlo a una madre que dormía con su hija de 12 años en una cama de plaza y media. “Se llamaba Rocío, era técnico de párvulos y recientemente le habían diagnosticado cáncer. Estaba muy avanzado y al tiro empezó con tratamientos paliativos”, explica. “Durante todo ese proceso, ellas compartieron cama, por eso decidí darles la mía. Falleció unos meses después, pero al menos ese último tiempo ambas pudieron descansar bien”, dice.
Este caso no es único. El sitio web de Observatorio Niñez Colunga indica que en Chile, un 26% de las niñas y los niños que asisten a Pre Kínder y Kínder en colegios con financiamiento estatal no tiene una cama para su uso exclusivo. En primero medio, un 6% sigue durmiendo sin una cama propia. Y cuando hablamos de hogares hacinados, estas cifras aumentan significativamente: el 44% de la niñez en edad preescolar y el 21% en enseñanza media duerme sin este espacio mínimo.
En 2006 se lanzó la campaña “Un niño, una cama. Camas para mi país”. Buscaba abordar esta problemática y asegurar que todas las niñas y niños tuvieran un lugar propio para descansar. Sin embargo, hoy, la situación no solo persiste, sino que ni siquiera es tema de debate, dejando a muchas niñas y niños sin solución.
Un desafío pendiente
Pese a la evidencia sobre la importancia de contar con espacios adecuados para la niñez, programas clave que abordaban estas problemáticas han sido reducidos o eliminados. Por ejemplo, el Programa de Entrega de Espacios de Juego en hogares (RINJU), valorado por familias y educadores, fue suspendido en 2021 luego de recortes presupuestarios, a pesar de que sus dificultades técnicas podrían haberse solucionado. Esto refleja una falta de prioridad en políticas públicas que garanticen condiciones habitacionales dignas para todas las niñas y niños.
“Es necesario pensar el diseño de las políticas de vivienda con perspectiva de niñez. Hoy hay una proporción importante de niñas y niños que no cuentan con espacios para jugar o estudiar al interior de su hogar o que, si bien tienen un dormitorio, no tienen una cama exclusiva para ellas o ellos, lo que afecta su desarrollo y bienestar”, explica Del Villar.
Garantizar espacios dignos para que la niñez juegue, estudie, descanse y crezca es un derecho irrenunciable que debe estar en el centro de las políticas habitacionales y sociales del país. Sin esta perspectiva, seguimos dejando a miles de niñas y niños en situaciones que limitan su desarrollo y bienestar.
Es urgente que las autoridades retomen y fortalezcan iniciativas que aseguren el derecho a una vivienda adecuada con enfoque en la niñez, promoviendo programas con cobertura amplia y recursos suficientes, para que ninguna niña o niño tenga que compartir cama, vivir hacinado o quedarse sin un espacio propio para jugar y aprender.
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