El negocio del etiquetado no se rinde ante la pandemia

AMF Etiquetas, que fue nombrada la Empresa Destacada del sector en 2020 y que presta servicios para las principales viñas del país, incrementó su producción e integran cada vez más a los clientes. El año pasado imprimieron más de 531 millones de etiquetas.


Sea cual sea el estado de la industria y el contexto mundial, todo producto tendrá siempre una etiqueta. Para diferenciarse, encantar a los consumidores o seguidores con algún diseño o colores, e incluso solo para marcar presencia o una numeración. En marzo de 2020, cuando comenzaban a verse los primeros rastros del COVID-19 en Chile, en AMF Etiquetas, la principal firma de etiquetado en la escena local, el ambiente fue de incertidumbre.

rimero, porque desde hace unos meses venían trabajando un proyecto de impresión al interior de las plantas de producción de sus clientes, y luego, porque tenían un plan ya armado para lo que venía dentro del año. Fuera de todo lo esperado Juan Ignacio Molina, gerente general de la empresa, dice que todo resultó “extraordinariamente positivo”.

La empresa, que trabaja con firmas como las viñas Santa Carolina, Aresti Wines, Baron Philippe de Rothschild, Viu Manet o Undurraga, entre otras, solo el año pasado imprimió más de 531 millones de etiquetas. De estas, un 90% son de papel y el otro 10% correspondieron a termoencogibles, una película retráctil de PET, que puede encontrarse en botellas de yoghurt líquido o bebidas isotónicas. Solo entre enero y febrero de 2021 sumaron otras 100 millones, durante marzo imprimieron 85 millones y el negocio va al alza.

Apunta a que la explicación más lógica, y dado el contexto pandémico, es que el consumo de vinos aumentó. A esto se suma que, como también son los encargados de realizar el etiquetado de distintos artículos de conserva y alimentos, trabajaron adicionalmente con el Gobierno en la elaboración de las cajas del proyecto “Alimentos para Chile”.

“Nos pusimos primero en todos los escenarios, y así armamos una estrategia para cada uno de ellos. Y en el peor, ¿si llegábamos todos a contagiarnos? No tuvimos que tomar ninguna medida drástica y tuvimos un año sobre lo esperado”, comenta Juan Ignacio Molina. La planta de la empresa, ubicada en Cerrillos, no cerró en ningún momento del año y pudieron mantenerse activos en la cadena de suministros. “Y como fue así, si alguien de la competencia tenía problemas, nos llegaba pega, y nosotros, para prevenir eso, todos quienes podían trabajaban desde casa y los que debían estar en la planta, lo hacían”, afirma.

Etiquetado con software

La empresa nacida en 2009 y perteneciente al Grupo AMF, desde hace unos 10 años tiene un contrato licitado con la Viña San Pedro (CCU). Con ellos, desarrollaron el proyecto del Print Center, y donde ellos les pedían ayuda para realizar maquetas de forma rápida. Viña Santa Carolina también se está sumando a esta medida y, próximamente, quieren realizar el lanzamiento de la iniciativa con Viña Santa Rita, donde tienen una mini imprenta que opera de forma remota y a través del desarrollo de software.

“Prácticamente, a ellos les llegan los pedidos y los imprimen ahí mismo de forme automática. Te evitas una cantidad de procesos que antes eran considerados necesarios, pero que, a la larga, significaban solo tiempo perdido. No hay desgaste, memas, traslados, fletes y es economía de ahorro en materia prima, procesos y ecología, porque hay menos fletes o cajas”, comenta Molina.

Esta es solo su primera etapa y, entre junio y julio, lanzarán una segunda fase que están desarrollando con un equipo de ingleses. “De aquí a unos meses tendríamos novedades importantes”, lanza. Además de grandes viñas, que representan entre un 60% a 65% de su producción, tienen también a clientes como Watts, Nestlé, Carozzi, Corpora Tres Montes, Aconcagua Foods, pesqueras como Orizon o Camachaca, entre otros.

Gracias a la tecnología aplicada en las mismas plantas de producción, dice han podido entregar soluciones pertinentes a sus clientes. Y ejemplifica. “Uno de nuestros clientes de aerosoles antes mantenía millones de latas pintadas en stock. Y los tenía guardados, para luego llenarlos de aerosol. Ahora, a medida que vende, les pone la etiqueta y no debe tener un número previo de envases pintados del modelo A, B, o C. Es mucho más productivo”, destaca.

Esta nueva forma de hacer más eficiente la cadena viene de la mano con las nuevas implementaciones en la industria gráfica. Molina dice que cada vez se ve más integrado al cliente en los procesos y las empresas siempre están pensando cómo se le puede sorprender para que, en vez de llegarle en cinco días las etiquetas, estas puedan estar “just in time”. “Y si tienen una venta, pueden apurar un pedido, cosa que hoy normalmente es muy difícil porque una imprenta está lejos. La idea es que la tecnología, que parece un peligro para la industria gráfica, se transforme en una oportunidad”, añade.

El papel en sí, afirma, es por excelencia el mejor material para poder reciclar. Su uso, que incluso algunas compañías han preferido utilizar para envases de vidrio, como Coca-Cola, asegura la posibilidad de reciclar el material. Por el otro lado, cuando una botella plástica trae motivos incorporados o diseños, e incluso cuando son de vidrio, esto impide su reciclaje.

Ahí también es donde entra la tecnología de los termoencogibles, que es básicamente una manga plástica que, al pasar por un horno de aire caliente, se contrae y se ve como si estuviera impreso. Esto facilita la remoción del etiquetado plástico y el reciclaje del recipiente (como hacen ahora bebidas tipo Gatorade o Kem Extreme).

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