El desafío del desarrollo inmobiliario responsable

Tomás Franke

Por Tomás Franke. Urge que más actores del sector inmobiliario apunten a una forma sustentable y responsable de habitar el territorio sin dar la espalda a la ruralidad y naturaleza del sur.




La demanda por terrenos con borde lago en el sur de Chile para segunda vivienda se ha incrementado en la última década de la mano de la tendencia que ve en la conexión con la naturaleza eso que se ha denominado el "nuevo lujo". La mayor conectividad, servicios y acceso a la información sin duda han incidido en esta valorización que, a su vez, ante una oferta finita –las orillas de lago son siempre las mismas-, ha traído aparejada un crecimiento sostenido en los precios. Para graficar, si hace 10 años, un terreno de 1 hectárea con buena playa de 50 metros en un lago como el Panguipulli, podía transarse en UF4.000, hoy esa misma propiedad alcanza fácilmente 5 veces ese valor, cifra a todas luces excluyente para la gran mayoría de quienes buscan invertir en este tipo de activos.

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El problema es que muchos aún creen que es posible acceder al sueño de ese pedazo de tierra a los precios de antaño. El sector inmobiliario, en tanto, no se ha quedado atrás en dar respuesta a esta demanda insatisfecha con una amplia variedad de alternativas, aunque con disímiles aproximaciones al territorio e idiosincrasia propias del sur.

Por un lado, han surgido desarrollos con características más urbanas en zonas consolidadas como Pucón o Puerto Varas, que replican el modelo de sitios de 5.000 m2, e incluso edificios de departamentos, con escasa relación con el entorno donde se emplazan. La falta de planificación territorial y la baja inversión en infraestructura para hacer frente a este crecimiento acelerado, han provocado la saturación de estos destinos especialmente durante los meses de verano; panorama que, junto con atentar contra la calidad de vida de sus residentes, está lejos del ideario que el público, ávido de naturaleza y desconexión, persigue.

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Pero en la otra mano, algunos actores del mercado han enfrentado este desafío como una oportunidad de innovar con productos inmobiliarios respetuosos con la naturaleza e identidad del lugar donde se emplazan, a precios más accesibles, y sin que ello implique sacrificar el "sueño del sur".

Estamos hablando de desarrollos con superficies más amplias en lagos como el Llanquihue, Panguipulli, Todos Los Santos, Riñihue o Colico, con terrenos de 2 o más hectáreas para asegurar la baja densidad y la privacidad entre vecinos, y con acceso a buenas playas de uso común con infraestructura acorde. Proyectos donde los límites no están marcados por una cuadrícula, sino que están dados por la geografía del lugar, como una quebrada, una suave loma o un viejo roble. Desarrollos que incorporan zonas de protección de bosque nativo, con senderos para recorrerlo, que cuentan normas de arquitectura para asegurar una convivencia armónica dentro del conjunto y con el entorno donde se insertan, y con urbanización acorde. Todo con el fin de fomentar la vida al aire libre y la experiencia del sur.

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También hay quienes han apostado por destinos menos tradicionales, como por ejemplo, el sector de Malalcahuello o el Lago Tagua Tagua, y las orillas de ríos navegables, como Puelo o Río Bueno, que antes no eran parte de esta oferta, y hoy si son una alternativa.

Con todo, vale destacar que el mercado de segunda vivienda en el sur es muy atractivo desde el punto de vista de la inversión, con muy bajo riesgo frente a la volatilidad de algunos instrumentos financieros y con alta rentabilidad en los últimos años. A ello se suma el componente emocional, que está dado por la tangibilidad de la inversión, que permite empezar a disfrutarla desde el mismo momento en que se toma la decisión de compra y se comienza a proyectar el lugar de descanso familiar con la familia y amigos.

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Por ello, urge que más actores del sector inmobiliario apunten a una forma sustentable y responsable de habitar el territorio sin dar la espalda a la ruralidad y naturaleza del sur, que es precisamente donde reside su riqueza tangible e intagible. Sólo así lograremos preservar nuestro patrimonio natural para futuras generaciones.

*El autor es socio y gerente general de Sur Realista

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