Babel

Imagen Ministerio de Hacienda 26

Decidieron construir una gran torre cuya cúspide llegara hasta el cielo, desafiando todos los límites. Yahveh descendió para ver la torre y dijo: «Todos forman un solo pueblo y hablan una misma lengua; este es el principio de sus empresas. Pues bien, descendamos y confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros».

El tema tributario volvió a la palestra y en buena hora. Dos discusiones nos traen a la memoria la extraordinaria cita de la Torre de Babel: Qué idioma elegimos para volver a entendernos, el Sistema Tributario, y qué altura debe tener Torre; es decir, el nivel de tasas de impuesto a las empresas. El primer dilema se refiere a la simplificación tributaria que Chile necesita tan urgentemente. Buscando poner fin a abusos del FUT, nos pegamos un "shot in the foot" y dinamitamos todo. Un inexplicable despropósito que historiadores del futuro se rascarán la cabeza para explicar. Sin ser necesaria la intervención de Yahveh, cuando el polvo se despejó, nadie entendía nada de impuestos en Chile.

La salida de este enredo no es difícil. Basta con aplicar el sentido y el idioma común. "Todos hablan la misma lengua…este es el principio de sus empresas". El antiguo Sistema Integrado es conocido por todos y por eso es el principio de la solución. Un sistema eficiente se parece a los buenos árbitros: es predecible y se nota poco. Los enredos de impuestos son un gasto de energía innecesario. Asesores, complicaciones, papeleos, incertidumbres. El Sistema Integrado tiene otras dos virtudes. Primero, es justo, porque hace pagar a los empresarios por sus reales ingresos: sus sueldos más sus dividendos (descontando lo ya pagado por la firma, para evitar doble tributación). Por otro lado, incentiva la reinversión de utilidades: los dividendos pagarán impuestos adicionales, las reinversiones no. (Quienes han hecho un negocio entenderán rápido el párrafo anterior, los que todavía no se animan, pueden releer). Luego viene el problema de la altura de la Torre: las tasas corporativas.

La Torre se levantó con apuro, arrogancia y falta de rigor por parte de los arquitectos. Esa mezcla permite sospechar, en cualquier edificio, que las cosas no quedaron muy bien hechas en ningún aspecto. Tampoco en éste. Una revisión somera de los datos basta para sacar una conclusión del porte de una casa: estamos en un ciclo de baja de impuestos en el mundo. La comparación de tasas de impuestos corporativos Ocde entre 2000 y 2018 es demoledora: de los 35 países que la componen, 33 bajaron los impuestos a las empresas. Sólo Suiza los mantuvo y sólo Chile los subió. El promedio de tasas corporativas al despuntar el siglo XXI era 30,4%.

Hoy es 22,1%. Chile, a contramano, pasó de 15% a 25% (o 27% dependiendo del régimen). Recientemente EEUU dobló la apuesta pasando de 35% a 21%. El efecto será enorme. Esto no es casualidad: las empresas compiten en un escenario global, donde los impuestos son una variable decisiva para atraer capital. Si competimos bien, creceremos y la recaudación llegará.

El Estado recauda hoy 10 veces más en dólares y 5 veces más en UF que lo que lo hizo en 1990. Por increíble que parezca, medida en dólares, la actual recaudación fiscal es más grande que todo el PGB de Chile del 90. Esto es casi todo crecimiento. Evaluar una baja que apuntale la competitividad, en la medida que la responsabilidad fiscal lo permita, tiene mucho sentido. Para desactivar a Babel se necesitan políticos responsables, que piensen en el bien del país y no en su conveniencia. Les hacemos un llamado a recordar cuando eran jóvenes y libres y seguían sus ideales. A recordar cuando escuchaban con buena fe y no necesitaban las instrucciones de Yahveh (ni de nadie) para decidir qué hacer.

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