Por Ignacio BadalUn CEO para las relaciones exteriores
La biografía del ingeniero comercial de 67 años reúne antiguas amistades como Alfredo Moreno, Felipe Larraín y Juan Bilbao, su paso por las universidades Católica y de Chicago, su trabajo con Sebastián Piñera en los ochenta y su antigua militancia en RN, antes de llegar a CCU, primero, y hace 28 años, al mando de Quiñenco, el holding del grupo Luksic que probablemente dejará para asumir la Cancillería de José Antonio Kast.

“Emprender con entusiasmo y libertad. Invertir, innovar y crecer”. Con esas palabras, que parecen una declaración de principios, José Francisco Pérez Mackenna (67), gerente general de Quiñenco, ensaya en LinkedIn una autodefinición de lo que ha hecho toda su vida. Y que ya había declarado en una entrevista a La Tercera en 2018 al responder cuál debía ser el rol del empresario.
Pero es una sentencia que probablemente cambie a contar del próximo 11 de marzo de 2026, en caso de que se materialice la invitación que, según diversas fuentes políticas y empresariales, recibió del presidente electo José Antonio Kast para sumarse a su gobierno como ministro de Relaciones Exteriores.
Aunque hasta el cierre de esta edición aún no se ratificaba y probablemente sólo se oficialice en enero, cuando Kast presente a todo su gabinete, entre quienes lo conocen cuentan que ya algunos bromean llamándolo “canciller”. Y que él sólo sonríe y se mantiene en silencio.
Eso sí, para la labor de estar al mando de las relaciones exteriores del país cuenta con tarea adelantada. De hecho, el principal ejecutivo del grupo Luksic, quien está al mando del holding que maneja sus negocios financieros e industriales, parece un verdadero canciller del conglomerado. Vive, por ejemplo, más de 100 de los 365 días del año en aviones y viajes. Es un asistente anual a la reunión internacional más relevante entre personajes de los negocios y la política, el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Y su trabajo le ha permitido conocer de cerca a personajes de la política global como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, o el excanciller de Alemania, Olaf Scholtz.
Además, para su trabajo del día a día, cuenta con consejeros de primera mano en caso de eventualidades: un hermano que ya fue ministro, y entre sus mejores amigos se cuentan un excanciller y otro exministro.
“Para Chile sería un lujo tener a un hombre como Francisco Pérez como canciller”, afirma uno de ellos, Felipe Larraín, amigo desde los 14 años, compañero de colegio y de la universidad y exjefe de Hacienda de la administración Piñera.
Un lujo, la misma palabra reiterada por una decena de personas entrevistadas para este artículo. A la que le sigue la razón, también repetida diez veces: “Es brillante”.
“Un mateo chascón”
Francisco Pérez nació en marzo de 1958. Su infancia la pasó entre el barrio Pedro de Valdivia Norte, donde vivía, y el colegio Saint George’s. Su madre, María de la Luz Mackenna, fue su gran soporte. Y su hermano Rodrigo, dos años menor, su socio en las pichangas de la calle y las bicicletadas al cerro San Cristóbal, cuando su barrio era aún una isla en Santiago. De ese colegio guarda su inefable adhesión a la libertad y el trato deferente con las personas.
En 1970, cuando se venía la educación media y con una nueva hermana, Carolina, recién de tres años, se trasladó al Tabancura, colegio vinculado al Opus Dei, que se estaba fundando ese año, al que llegó con varios de sus compañeros. Del Saint George’s traía tres cosas: un excelente inglés, sus buenas notas y su pelo largo.
Pese a lo estricto del nuevo régimen colegial, las calificaciones y su curiosidad intelectual lo ayudaron a mantener la melena, quizás su única expresión de rebeldía adolescente. “Era un mateo chascón”, admite. Y con gustos más humanistas, con lecturas como Herman Hesse y Thomas Mann. Allí conoció a amigos de la vida como Felipe Larraín, quien venía del colegio San Ignacio, o Fernando Sánchez, hoy presidente del AGF Independencia. En el Tabancura perdió una elección de centro de alumnos contra su amigo Larraín, quien se presentó como candidato conservador, y Pérez, como liberal.
“La última etapa de la vida escolar estuvo bien marcada por el conflicto. Lo que nos tocó vivir, entre los años 70 y 73, fue una convulsión de esa magnitud; era habitual que saliéramos a la calle con los alumnos a marchar, cerca de la Plaza Italia”, recuerda el propio Pérez en el podcast No Negociable.
Inicialmente, quería estudiar medicina. Pero buena parte de sus amigos como Larraín y Sánchez se iban a Ingeniería Comercial en la Universidad Católica. En parte por esto y por curiosidad, a partir de 1975 terminó acompañándolos, dando un giro más matemático y financiero a su vida.
Allí sumó otro grupo de amigos que siguen hasta el día de hoy, como el empresario y excanciller Alfredo Moreno; el exdueño de Recalcine, Alejandro Weinstein; el socio y exdirector de Consorcio Financiero, Juan Bilbao; y el presidente del DCV Indumotora, Guillermo Tagle.
A diferencia de Larraín, quien siguió Economía, Pérez optó por Administración, donde tuvo profesores como Ernesto Fontaine, Martín Costabal, Dominique Hachette y Rolf Lüders. “Francisco Pérez era un alumno extraordinario en un curso, a la vez, extraordinario”, cuenta Ignacio Guerrero, socio de CMB, amigo de Sebastián Piñera, hoy director de Quiñenco, quien también fue su profesor en el curso final de Administración.
Se tituló en la UC en pleno boom económico de 1980. Recibió el Premio Óscar Balic al mejor egresado de la promoción, junto a una beca de la Fundación de Ingenieros Comerciales para estudiar un MBA en la Universidad de Chicago, por donde habían pasado aquellos cuatro profesores. “Me gusta cómo piensan y cómo ven el mundo”, explicó Pérez en el mismo podcast.
Fue a Chicago junto a su amigo Moreno, dos años mayor, quien había estudiado en paralelo Ingeniería Civil y Comercial, y que recibió otra beca. Ambas tenían como requisito volver a hacer clases a la facultad.
Partieron juntos desde Miami, donde Moreno estaba en su luna de miel, y Pérez llegó ya con su primera hija de su matrimonio de 1978 con María Teresa Ojeda.
“No sólo me fue bien, sino que también la pasé muy bien. Mi época universitaria es una de las mejores etapas de mi vida”, ha recordado.
En Chicago sus profesores favoritos fueron dos financieros: el Premio Nobel de Economía Eugene Fama y el exdecano Robert Hamada. Allí recibió más galardones académicos: el premio Henry Ford al mejor egresado y el del Wall Street Journal al mejor alumno de Finanzas.
Volvió a Chile a pagar la beca a la UC en 1982, cuando arreciaba la peor crisis económica del país en décadas. Fue profesor de Finanzas a los 23 años, sólo dos años más que varios de sus alumnos, por lo que se dejó la barba para parecer algo mayor.
Allí tuvo como colega a quien había sido su profesor, el exministro de Hacienda Rolf Lüders: “Siempre me ha parecido una persona brillante, interesado -además de sus labores como administrador de empresas- en la cosa pública”, dice Lüders.
Privatizándose
Como profesor duró exactos tres años. Para complementar un sueldo que se hacía corto para la extensa familia que ya formaba, Pérez se asoció con Moreno en una consultora, que asesoraba a empresas en los procesos de reorganización posteriores a la crisis de 1982.
Como académico, tuvo como alumno y ayudante a Patricio Jottar, que años después llevó a Citicorp y quien lo reemplazó en CCU como gerente general.
Aunque siguió haciendo clases part-time por 20 años, el mundo privado lo sedujo rápido. En 1985, el mismo día en que acabó las clases, cerró la consultora. Y en medio del dinamismo bursátil generado por las privatizaciones de empresas públicas y el ascenso de las AFP, se fue a trabajar a la banca de inversión en Citicorp a los 27 años, junto su amigo Juan Bilbao, donde su primer jefe fue Sebastián Piñera. “Muy exigente como jefe”, asegura y cuenta una anécdota: “Además de reestructuraciones de deuda, nos dedicábamos a las operaciones bajo los capítulos XVIII y XIX -tomar deuda de Chile en el extranjero, redenominarla a pesos y convertirla en capital para las empresas que necesitaban capitalizar deuda-. Salía el reglamento el día lunes, llegábamos el martes y Sebastián nos interrogaba sobre el reglamento”. Un estándar que Pérez dice que aprendió y que cumple consigo mismo hasta hoy, pero que no exige a los demás.
En los 80 tuvo su única experiencia como militante, pues, invitado por Jaime Guzmán, ingresó a Renovación Nacional antes de que el fallecido exsenador creara la UDI. Llegó a ser presidente de la comisión económica de RN.
A fines de esa década, Bilbao lo llevó a Bankers Trust para hacerse cargo de la gerencia de administración y finanzas de AFP Provida. Allí tuvo un breve paso por los gremios como presidente de la Asociación de AFP en 1990-91.
En 1991, con 32 años, recibió la invitación de Guillermo Luksic para tomar el mando de la Compañía Cervecerías Unidas (CCU), un emblema de la que ya en ese entonces era la familia más adinerada del país, asociada entonces con la alemana Paulaner, y a la que Pérez había asesorado en sus tiempos de consultor. Su gran desafío era la llegada de la competencia, pues ese año se lanzó la cerveza Becker en Chile, de la mano de la argentina Quilmes. “Guillermo tenía un año y medio más que yo, por eso no se dio cuenta que yo tenía 32 años”, bromea.
En siete años, marcó tres hitos consagratorios en CCU: en 1992 colocó ADR en Nueva York, en 1994 sumó a Viña San Pedro y en 1995 le devolvió la mano a Quilmes al ingresar al mercado argentino de la cerveza.
Su éxito en CCU y el respaldo de los Luksic lo catapultaron en 1998 a la gerencia general de la recién reorganizada sociedad Quiñenco, que sólo dos años antes se había estructurado como lo que es hasta hoy: el holding industrial y financiero del grupo, pues los negocios mineros quedaban bajo el paraguas de Antofagasta plc.
Desde ese momento, Francisco Pérez ha estado a la cabeza de la sociedad por 28 años. “Quiñenco ha profundizado la internacionalización de sus actividades. Hoy está presente en más de 120 países de cinco continentes a través de sus principales subsidiarias y asociadas operativas”, dice la página web de la firma.
Pero el holding ha cambiado mucho. Si hace casi tres décadas Quiñenco, presidida por Guillermo Luksic, era eminentemente chilena e incluía negocios como Lucchetti, Telefónica del Sur, Madeco y Hotel Carrera, con el tiempo los intereses fueron cambiando. Un giro hacia la internacionalización había comenzado antes de que Guillermo falleciera, en 2013. Y que con la llegada de su hermano Andrónico a la presidencia se consolidó. Hoy el holding está en lo marítimo, con la naviera alemana Hapag-Lloyd y los remolcadores Saam, los cables con la francesa Nexans y la distribución de combustibles en Chile con Enex. Los únicos negocios que han permanecido en el tiempo son CCU y Banco de Chile. En la compra de este último por el grupo Luksic en 2001, le tocó estar frente a frente con su amigo Alfredo Moreno, quien representaba a Penta y los dueños de Falabella y él, al comprador. Aunque pelearon peso a peso por las acciones, Pérez logró su encargo y, pese a la disputa, terminaron celebrando todos el deal.
Si en 1998, los activos de Quiñenco estaban valorizados en $ 1,3 billones (US$ 2.715 millones de la época), al 30 de septiembre de 2025 llegaban a $ 69,6 billones (US$ 72.324 millones).
El trabajo de Pérez como cerebro de la enorme expansión del grupo Luksic le ha prodigado no sólo conocimiento de negocios, sino en vínculos en las más diversas áreas. Ser director de Nexans lo hizo relacionarse de cerca con el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Y mediante la compra de una participación mayoritaria en la naviera germana Hapag-Lloyd, conoció como alcalde de Hamburgo a Olaf Scholtz, quien a la postre fue elegido canciller de Alemania.
Llegó la hora de lo público
Tras una vida en Quiñenco trabajando más de 12 horas diarias, “ha llegado a una edad y con un patrimonio que puede hacer lo que quiera”, dice un amigo. Sólo en directorios de sociedades anónimas abiertas recibe cerca de $ 1.200 millones al año, lo que no considera su salario en Quiñenco. Quienes lo conocen calculan que ha amasado una fortuna de al menos US$ 40 millones.
Bueno para los asados de amigos y cocinero amateur, ha aprendido también de vinos, así como de una infinidad de cosas. Porque dice que dedica todos los días al menos una hora a aprender algo nuevo: desde geoestrategia hasta neurolingüística. “No conozco otro gerente que lea papers”, dice uno de sus amigos.
Por eso quienes lo conocen creen que, pese a tantas décadas dedicado a lo mismo, no le costaría asumir una tarea como la Cancillería. “Hoy es como el canciller del grupo Luksic”, dice una amiga.
“Es superejecutor. Conoce bien todo el tema de inversiones y la importancia para Chile. Tiene muy buenas relaciones interpersonales, una gran trayectoria profesional. Además, quiere que el país crezca y que estemos bien posicionados afuera”, comenta Susana Sierra, directora de Amcham, donde Pérez también es director y chair del Comité de Inversiones y Negocios.
Una conocedora de la Cancillería y de Francisco Pérez no duda de su capacidad para asumir la tarea. El problema, cree, es la estructura del mismo ministerio: “Es complicado, muy burocrático y lento, con una asociación de funcionarios compleja, por lo que una reingeniería en Cancillería sería muy difícil”. En ese sentido, cree que incorporar a un funcionario de carrera como subsecretario podría serle de ayuda.
Lo público, en todo caso, lo mueve. Lo ha demostrado en las columnas que mensualmente publica en La Tercera. Y allí también ha dado luces respecto de lo que piensa del momento actual del mundo.
Opositor al proteccionismo, ha sido un cuidadoso crítico de los aranceles de Trump, manifestando cuál es el camino que debería adoptar Chile. “La alta dependencia de la economía chilena a la apertura comercial hace necesario mantener abiertas las puertas a través de los tratados de libre comercio. Esto requerirá de mucha prudencia y gran destreza negociadora para sortear el viento en contra que se ha levantado en diferentes latitudes”, dijo el 15 de febrero de este año.
Y al evaluar el contexto mundial, sembrado por conflictos bélicos, “en todos los cuales hay una potencia nuclear involucrada”, recuerda que “los desafíos que nuestro país enfrentará en este contexto exigen que prime una mirada de largo plazo y de políticas de Estado. Es de esperar que pueda quedar atrás la frecuente costumbre de negar la sal y el agua al vencedor desde el Congreso”.
Este es el contexto en el que, en menos de tres meses, podría tener que jugar el “canciller” del grupo Luksic.
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