Carbono negro: El enemigo silencioso que derrite los glaciares de los Andes

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Estudios afirman que los incendios y la actividad industrial generan un material que afecta a bancos de nieve y glaciares, en diversos sitios del mundo.


En marzo pasado, un grupo de investigadores chilenos advirtió sobre un fenómeno que poco a poco va carcomiendo las áreas congeladas de la cordillera de los Andes. Se trata del carbono negro u hollín, un contaminante que no sólo es un precursor del cambio climático, sino que también afecta la salud de personas y ecosistemas.

En su estudio, que comprendió con más de 2.500 kilómetros de mediciones tomadas a hasta 6 mil metros de altura, los expertos detectaron altas concentraciones de este material en el área comprendida entre Putre y Osorno, siendo las zonas de la cordillera cercanas a la región central -desde La Parva hasta Curicó- y el desierto de Atacama -desde Putre hasta Pampa la Ola- las más afectadas.

"Estos resultados no son sorpresivos, ya que Santiago produce una gran cantidad de contaminantes que terminan depositándose sobre la nieve. Las concentraciones de carbono negro detectadas en las muestras de nieve en La Parva, Valle Nevado y Cajón del Maipo superaron frecuentemente los 100 nanogramos de hollín por gramo de nieve, lo que es suficiente para duplicar en la nieve el efecto del alza de temperatura asociado al calentamiento global", explica Raúl Cordero, Climatólogo de la Universidad de Hannover y Academico de la Universidad de Santiago, quien además lideró el proyecto.

¿Por qué es peligroso este material? Según Cordero, "gracias a su color, la nieve pura y blanca refleja la mayor parte de la radiación solar incidente. El carbono negro o material particulado, al depositarse, oscurece la nieve disminuyendo la fracción de radiación solar reflejada e incrementa la radiación solar absorbida".

Esto, aunque reveló los peligros relacionados a la contaminación del agua recogida de los deshielos y altas concentraciones contaminantes con presencia de metales en la nieve, no implica una amenaza para la salud de la población. Pero sí podría generar un problema de disponibilidad de agua, debido a que la zona cordillearana funciona como una "torre de agua", como afirman los investigadores en su estudio.

"Mayor energía absorbida implica en general más derretimiento, lo que a su vez tiene el potencial de afectar la disponibilidad del recurso hídrico de los países andinos", señala Raúl Cordero a La Tercera.

Entre las razones del aumento de carbono negro se encuentran los motores a diésel y estufas a leña, muy comunes en la zona sur, además de otras actividades relacionadas a la industria, como la minería.

"La nieve y el hielo glaciar de todo el mundo está sujeta a la deposición de material particulado. La pluma o los humos con su carga de carbono negro pueden viajar miles de kilómetros, por lo que no hay región en la tierra que no esté en mayor o menor medida afectada por la deposición de carbono negro", cuenta el experto de la Usach.

"Y los Andes chilenos no son una excepción", enfatiza.

Cambio climático

De acuerdo al investigador, el retroceso de los glaciares y la pérdida de cobertura en la nieve no podrían ser explicadas sólo por la presencia del carbono negro, pero sí se relaciona al cambio climático de forma significativa.

"Aunque la concentración el carbono negro en la nieve o glaciares varía a lo largo del año, su presencia en la nieve o glaciares es permanente. En zonas altas de los Andes, la concentración de este material tiende a aumentar durante la temporada de incendios forestales. Es decir, durante agosto y septiembre en los Andes tropicales, y durante enero y febrero en los Andes chilenos", afirma Cordero.

Pero este fenómeno no es único en Chile. En varios sitios alrededor del mundo ocurren escenarios similares, ya sea por los mismos factores industriales o incendios en época veraniega.

"Afortunadamente, los muestreos realizados en el resto del país indican que los Andes chilenos no están tan afectados por la contaminación por carbono negro como los Himalayas y presentan concentraciones promedio al nivel de las de Alaska o el Ártico canadiense. Estas concentraciones pueden considerarse bajas, pero están lejos de ser despreciables.

Amazonas en llamas

El Zongo es un glaciar templado que en 2013 abarca un área de 1.876 km2. Su longitud es de aproximadamente 3 km, su ancho es de alrededor de 0,75 km y se ubica en la región de Huayna Potosí (Cordillera Real, Bolivia) a 30 km al norte de La Paz. Se encuentra entre la meseta seca del Altiplano en el oeste y la cuenca húmeda de la Amazonía en el este, en condiciones meteorológicas de trópicos exteriores, con una fuerte estacionalidad en precipitaciones y baja estacionalidad en altas temperaturas.

Y de acuerdo a un nuevo estudio, se trataría de la más reciente víctima del carbono negro u hollín, debido a los incendios en la selva amazónica que afectaron 169.800 hectáreas el pasado mes de agosto.

Según la investigación, los incendios en la selva amazónica aumentaron la tasa de fusión de los glaciares andinos, lo que a su vez podría interrumpir el suministro de agua para decenas de millones de personas.

Recordemos que los incendios en esta área se inician deliberadamente, a menudo por agricultores que limpian la tierra para el pastoreo o los cultivos, empeorando la deforestación, un fenómeno que actualmente se encuentra en su nivel más alto en una década.

Tal como ocurrió en Chile, científicos brasileños estudiaron el efecto que el humo de los incendios podría tener en los glaciares de los Andes, descubriendo que los vientos transportan partículas de polvo a cientos de kilómetros, quedando atrapados en la nieve y el hielo.

Así, basándose en observaciones y modelos de incendios entre 2007-2010, se descubrió que la combustión tenía el potencial de aumentar la fusión de los glaciares un hasta 14 por ciento. Esto afectaría a más de 75 millones de personas, que dependen del agua de los glaciares incluidos los agricultores de la región.

El mismo fenómeno se reportó tras los incendios en Australía, según una investigación reciente de la Nasa.

Entre sus consecuencias, esto podría acortar los períodos de cultivo y limitar el suministro de agua potable, según los científicos.

Asimismo, los investigadores señalan que podría existir una correlación entre la deforestación y las tasas de deshielo de los glaciares, a medida que aumenta la demanda mundial de alimentos.

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