Revista Que Pasa

Escenas de la vergüenza

A partir de mañana llega a Chile, como parte del Festival Internacional Santiago a Mil, <i>Exhibit B</i>, una instalación que ha generado polémica por su forma: en doce cuadros reconstruye el dolor y la crudeza del racismo. Acá se montará en el Palacio Cousiño y con distintos inmigrantes que seleccionó el director sudafricano Brett Bailey.

Entrar a una habitación y ver a un hombre atado a una fila de asientos de avión, amordazado con cinta adhesiva. Frente a él, una lectura que narra la historia de personas que murieron por asfixia o ataques al corazón durante retornos forzosos a sus países de origen desde Europa. Seguir avanzando y observar el grillete que rodea el cuello de una mujer encadenada a la cama de su dueño, o sentarse frente a un hombre al que sólo se le ven los ojos detrás de una máscara de hierro que le impide comer y hablar. Esas podrían ser las imágenes de una historia de terror, pero las escenas son parte de un manifiesto antirracista. Una instalación teatral en donde el intérprete y el espectador completan la trama al enfrentarse y comunicarse sólo a través de la mirada.

Todo es parte de Exhibit B, una de las performances internacionales que llegan a partir de mañana, y por primera vez a Latinoamérica, al Festival Internacional Santiago a Mil. Creada y dirigida por el sudafricano Brett Bailey, la instalación aterrizará no sólo cargada de mensajes y reflexiones en torno a la discriminación, sino que, además, trae el peso de las críticas y las protestas en contra que marcaron su paso por Europa: fue acusada, paradojalmente, de ser un acto racista que degrada a la comunidad negra.

Exhibit B funciona así: te asignan un número, te llaman, e inicias un recorrido solitario por doce representaciones protagonizadas por hombres y mujeres de raza negra. No hay diálogos. Sólo un coro que no cesa acompaña el encuentro íntimo con las escenas, que parecen  cuadros de un museo del dolor. Inmóviles, los intérpretes fijan su mirada en quien los observa. Ahí, en sus ojos, se manifiesta la injusticia de la esclavitud, el abuso y las vejaciones de las que fueron víctimas sus ancestros. La rutina se repite cada veinte minutos, convirtiendo a la instalación en una denuncia constante a medida que las personas van completando el recorrido. El objetivo es evidenciar la brutalidad de los actos cometidos en la historia colonial de África, evocando a los “zoológicos humanos” de fines del siglo XIX, esos que enjaulaban y exponían a aborígenes para que los visitantes conocieran el “mundo primitivo”. Aquí, la dinámica se repite, pero el encuentro cara a cara es parte de la trama de Exhibit B y consigue aquello que Bailey tuvo que enfrentar en un momento de su vida: sentir vergüenza, dolor y rabia de que existiera el racismo.

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Lo que para muchos no es más que parte de la naturaleza, para Brett Bailey (48) es una fuente de cuestionamientos. Su nacionalidad y color de piel determinaron sus decisiones, como su profesión, y lo obligaron a replantear una parte de su vida. Él, un sudafricano blanco, conoció durante 27 años el lado privilegiado del apartheid, y sólo unos años antes de la caída del régimen de segregación racial se enteró de la otra parte de la historia.

“Era como vivir dentro de una pecera. Mi mundo entero se estructuró mediante ese sistema: la escuela, la iglesia, los medios de comunicación.  Hasta antes de ir a la universidad, a fines de los 80, nunca había conocido a personas de raza negra que fuesen socialmente iguales a mí. Cuando estás dentro de un sistema y no has sido capaz de ver desde el exterior, es imposible darse cuenta de lo que está mal. Sólo más tarde, cuando ya interactuaba con personas negras, me di cuenta de la cantidad de trabajo que tenía que hacer dentro de mí para cambiar el patrón racista que había definido mi vida y mis creencias”.

Fue así como Bailey -guionista, diseñador, director de teatro, artista de instalaciones y director artístico de la compañía Third World Bunfight (TWB)- comenzó una reflexión constante en torno al racismo. De ahí que sus primeras obras, como Ipi Zombi? (1996), basada en una caza de brujas real tras la muerte a doce colegiales negros en un accidente de minibús, o iMumbo Jumbo (1997), sobre un jefe africano que intenta recuperar el cráneo de su antepasado que estaba en manos de un cazador escocés, le abrieran el camino a una vida artística que años más tarde incursionaría en nuevas formas de expresión, huyendo de espacios tradicionales como los teatros.

“He trabajado en muchos lugares diferentes en Europa: iglesias abandonadas, un campo de concentración nazi, una biblioteca universitaria, sótanos subterráneos y otros más. Siempre trato de encontrar un lugar que resuena con lo que se quiere decir. En el caso de Exhibit B, un lugar que les dé sentido a los temas que trata”.

La mayoría de los trabajos de Bailey tienen una temática en común: el África pre y poscolonial. Ese tema es el telón de fondo de Exhibit B. La obra investiga cómo se adoctrina a la gente a creer que la diferencia racial es real y cómo el “otro” ha sido representado, objetivado y deshumanizado a fin de legitimar las políticas coloniales y racistas de la esclavitud. Además, la instalación busca denunciar la prolongación de esas prácticas, que se manifiestan en el trato que sufren los inmigrantes en la actualidad. Pero la idea de Exhibit B no fue bien recibida en todas partes y el hecho de mantener a los intérpretes en silencio e inmóviles desencadenó, en ciudades como Berlín, Londres y París, una lectura distinta a la concebida por su director, generando protestas, duras críticas y hasta su censura.

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“I’m somebody” o “I’m not an object”, rezan los letreros que sostienen varias mujeres y hombres negros durante una protesta en París en contra de Exhibit B. La imagen es parte de uno de los más de quince videos que aparecen en YouTube al buscar referencias de la instalación. En la capital francesa, más de doscientas personas se manifestaron en las afueras del Teatro de Saint-Denis, durante las funciones, que después se trasladaron al Teatro 104, en el norte de París, en donde hubo un gran despliegue policial para resguardar la seguridad de los artistas. En Londres, el rechazo fue total, y Exhibit B fue cancelada, mientras que en Berlín causó indignación entre los izquierdistas activistas antirracistas, quienes cuestionaron la autoridad de un director blanco para hacer frente a la historia de la explotación de la comunidad negra. Aun así, alrededor de 25 mil personas han sido parte de la instalación en otras ciudades de Europa y África del Sur.

“Los que querían que el trabajo fuese censurado en Londres y París entendieron mal la pieza. Ellos estaban respondiendo a dos fotografías que vieron y que, fuera de contexto, parecen reforzar las imágenes estereotipadas de los cuerpos negros humillados por un artista blanco. En cambio, los manifestantes a los que logramos persuadir de asistir al trabajo,  cambiaron su opinión después de verlo. Yo creo que las protestas fueron mucho más que por Exhibit B, porque muchos negros se siguen sintiendo como ciudadanos de segunda clase en Europa y la instalación rascó la superficie de una situación muy tensa, y como resultado toda esa ira explotó”.

Las manifestaciones no sólo atacaron el trabajo de Bailey, sino también el de quienes participaron en la instalación: para que Exhibit B funcione, las escenas que representa son protagonizadas por ciudadanos negros, en su mayoría inmigrantes, que residen en la ciudad en la que se presenta. La idea es confrontar al público con aquellos que sufren la discriminación hoy. En Santiago no será distinto. En agosto, además de buscar la locación, Bailey realizó un casting y eligió a los inmigrantes que apelarán a las emociones del público chileno.

A la derecha, Brett Bailey, director de “Exhibit B” . La instalación se podrá ver desde el 3 al 18 de enero en el Palacio Cousiño.

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Después de recorrer Santiago y conocer el Hospital del Salvador, el Centro Cultural Montecarmelo, la plaza de las Columnatas del Cementerio General y el antiguo Hospital San José, Bailey encontró en el Palacio Cousiño el espacio que buscaba para montar la instalación.

"Es un lugar que representa el poder, el capital y la ostentación. Se hace un fuerte contraste con los horrores sufridos por las personas representadas en Exhibit B. Espero que anime a los espectadores  a reflexionar sobre las similitudes entre los escenarios que investigamos en la performance y su propia historia", dice sobre la instalación, que se podrá ver entre el sábado 3 de enero y el domingo 18.

Para conseguir que la obra conecte con la historia personal de los asistentes, el director entrevistó a unas 25 personas provenientes de Haití, República Dominicana, Colombia y Brasil, de las cuales eligió a 12. Algunos son estudiantes y otros trabajadores de la construcción. Durante la audición, realizada en la Dirección de Desarrollo Social de Quilicura, Bailey les explicó en qué consistía el trabajo, los conceptos que trata y eligió a quienes sentían apasionadamente que esos temas debían ser abordados.

"Yo no protesto contra el racismo en mi trabajo. Yo exploro el racismo. Estoy interesado en cómo sistemas como el apartheid consiguieron  funcionar, dónde están sus raíces, cómo se adoctrina a las sociedades -explica Bailey-.  Detesto el racismo, pero soy un artista que está orientado a tratar de entenderlo y mirarlo desde muchos ángulos diferentes, en lugar de simplemente condenarlo. Mucha gente asume que porque soy un sudafricano blanco soy necesariamente racista y que no tengo nada de valor que decir sobre aquello".

Durante los ensayos, Bailey suele enfatizarles a los intérpretes que necesitan encontrarle un significado propio al trabajo. Para lograrlo, las prácticas incluyen  ejercicios de resistencia -pasan muchas horas sin moverse- y de meditación. Que los intérpretes no hablen y que sólo se comuniquen con la mirada también es un ejercicio que se trabaja.

"Hay un coro de Namibia que canta durante todo el recorrido, pero elegí trabajar en silencio, sin textos hablados, porque demuestra cómo la voz del otro siempre ha sido amortiguada dentro del orden colonial. Al final, se trata de llevar a la audiencia y a los intérpretes a una profunda experiencia. A una significativa meditación", concluye.

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