El arquitecto de la ciudad de Providencia

Jose Tomas Raider con Dalmacia
Barrio residencial de Providencia

El "providenciano", gentilicio que le gusta usar a Germán Bannen, no necesita viajar horas arriba del transporte público, tiene una menor huella de carbono y posee una mejor calidad de vida.


"Progresar es alcanzar la justa medida y no sencillamente avanzar en cualquier dirección", reflexiona el arquitecto Germán Bannen (91), Premio Nacional de Urbanismo.

De todas las personas que se dedican a la ciudad y que he tenido la posibilidad de entrevistar en los últimos cuatro años, es este hombre uno de los que más me ha marcado por su sabiduría y, al mismo tiempo, por su nutrido listado de obras desarrolladas en una sola comuna.

Germán Bannen es el arquitecto de Providencia. Con mayúsculas. Casi no hay lugares o hitos de esta comuna que nos gusten y que no hayan sido pensados y diseñados por Bannen: el parque de las esculturas, los cafés literarios, la remodelación de la plaza Pedro de Valdivia y de la Avenida Pocuro, el Club Providencia, todo el desarrollo de Nueva Providencia (ex 11 de Septiembre), el hecho de que la comuna sea una "ciudad jardín" y que la Línea 1 del metro haya terminado ubicándose en Nueva Providencia y no en la Avenida Andrés Bello. Eso y mucho más.

"Providencia no era ciudad, iba a ser una futura extensión territorial del centro de Santiago. Sólo había notarías en la comuna de Santiago y hubo que modificar la ley...las notarías trajeron el comercio y las oficinas", recuerda Germán Bannen. ¿Se dieron cuenta de que dice ciudad y no comuna cuando habla de Providencia? He ahí la piedra angular del marco teórico, del paradigma que guio el trabajo de Bannen como asesor urbano de este trozo de Santiago por más de 50 años.

"Tenemos que preguntarnos ¿hasta dónde llega la ciudad?", explica. Y cita a Manfred Max-Neef: "El ser humano es en la medida en que su entorno corresponde a una dimensión humana".

La medida obsesiona a Bannen. Algo que entendió desde que su profesor Alberto Cruz Covarrubias, fundador de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso y cofundador de la Ciudad Abierta de Ritoque, lo mandaba a 'croquear' la ciudad para descubrir eso mismo, la medida adecuada. "Lo que aprendí en la escuela fue que los problemas de la arquitectura están en la ciudad y que era esencial resolverlos hoy. Y lo más lógico era hacerlo en mi ciudad, que es Providencia", explicaba Bannen en una entrevista en este mismo diario.

Entender la comuna como ciudad -es decir, buscar todas las maneras posibles de que ese territorio provea servicios, empleo, vivienda, educación y oficinas- y lograr esa autosuficiencia es parte del éxito indiscutido de Providencia y, en palabras contemporáneas, es pura sustentabilidad. El "providenciano", gentilicio que le gusta usar a Bannen, no necesita desplazarse horas arriba del transporte público, tiene una menor huella de carbono y posee una mejor calidad de vida.

Pero no es sólo eso. "El plan regulador de los años 70 obligó a construir plazas interiores y pasajes. A entender los árboles como patrimonio fundamental para desarrollar una ciudad jardín. A que el primer piso no pudiera ocupar más del 20% y que no hubiera reja, todo eso para que los jardines se incorporen a la calle".

Una comuna-ciudad planificada con amor, inteligencia y visión. Con mirada humanista. "La ciudad no son las calles ni los edificios. Son sus habitantes. Yo tengo que crear lugares para los habitantes", dice Bannen. Y entonces es más fácil entender tantos lugares que hacen especial a Providencia. Una "ciudad" que debiera ser un referente para nuestras políticas públicas.

  • Periodista, fundador de @santiagoadicto y conductor de "Santiago Adicto" en Radio Zero. 

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.