Patricia Cortez (45): "Soy la reina de las barbas"

Foto: Valentina Mora
Foto: Valentina Mora

#CosasDeLaVida: “Pensaba, ¿por qué los hombres no tienen un momento para regalonearse y disfrutar?”, tener ese privilegio de ir a una parte en donde te puedas desahogar y gozar de un vino, de una cerveza, de un café. No había algo con esas características, y menos una mujer dueña de algo así. Me atrevo a decir que fui la primera”.


Mi historia con la estética comienza desde pequeña. Recuerdo que cuando niña me escondía con mis sobrinas en el baño para cortarles el pelo. Sin embargo, fui creciendo y se me olvidó. Siendo adolescente empecé a preocuparme más por teñirme el pelo y alisarlo; podría decir que ahí volví a tener una cercanía. A pesar de que no sabía cómo se hacía, los resultados no eran malos.

A los 15 mis padres decidieron que nos iríamos a Estados Unidos. Un cambio rotundo para mi vida, pero irse a otro país a esa edad era bacán. Además, no tenía opción. Viví durante mucho tiempo allá; terminé el colegio, quedé embarazada y hasta me casé. Luego fui mamá de nuevo y, cuando cumplió un año, opté por empezar a estudiar. Decidí ser lo que siempre me gustó: peluquera.

Fue una gran experiencia, tenía compañeras de todo el mundo y nunca lo pasé mal. No era como acá, que es una enseñanza más básica. Trabajé en una peluquería de Miami y un día llegó un tipo preguntándome si sabía afeitar. Yo no sabía, así que él me enseñó. Gracias a esas casualidades de la vida conocí el mundo de las barbas.

Me divorcié y regresé a Chile con mis hijos. Quise empezar de cero y altiro puse mi local. Nada fuera de lo común. Me encargué sola del negocio, mientras que al mismo tiempo trabajaba como técnico capilar en otro lado. Estuve simultáneamente en ambos lados hasta que me empecé a cansar. No fue un agotamiento físico, sino que me molestaba que las señoras a las cuales les enseñaba me preguntaran tanto. Estuve cuatro años, me salí y volví a dedicarme a mi emprendimiento solamente.

En mi opinión y, sobre todo en este rubro, las mujeres somos bastante más complicadas. Las puedes estar peinando y te dicen que no, que es para el otro lado y se mueven mucho. Por eso, luego de un tiempo, me aburrieron e inicié mi barbería "Andreopolis" en Peñalolén. Desde un principio quise que fuera especial, un lugar en donde ellos pudieran realmente desconectarse y vivir una grata experiencia, al igual que nosotras cuando vamos a un spa.

Pensaba "¿por qué los hombres no tienen un momento para regalonearse y disfrutar?", tener ese privilegio de ir a una parte en donde te puedas desahogar y gozar de un vino, de una cerveza, de un café. No había algo con esas características, y menos una mujer dueña de algo así. Eso me motivó aún más y me atrevo a decir que fui la primera.

En esos años tampoco había muchas barberías, recuerdo que mi marido me puso el grito en el cielo. Me decía "¡Te va a ir mal! ¡Las mujeres pagan más!". Sí, dan más dinero, pero se hacen cosas más caras y los productos que hay que ocupar con ellas son más costosos.

Cuando empecé noté altiro el cambio, me sentí más cómoda, más segura, porque podía manejar la situación. Quizás se debía a que me crie con hombres y ya los conozco. Yo les digo "a ver, ¿quién manda aquí'". Me dicen "no sé, yo quedo en tus manos". Me resultaba mucho más fácil todo y el corte se demora cinco o diez minutos. Además, ellos sólo se dejan.

Partí todo esto trabajando con otras niñas. Imaginé que llamaría la atención, pero no fue así y se convirtió en un caos. Actualmente solo trabajo con un hombre, Felipe, quien antes fue mi cliente. Llegó un día diciéndome que le enseñara, que siempre le llamó la atención. Le enseñé, pensando que duraría un mes o dos. Me tapó la boca porque desde ese momento, que fue hace tres o cuatro años, sigue aquí. Se convirtió en una pieza fundamental, es mi mano derecha. Si no puedo estar por equis motivo, él se queda a cargo. Hacemos un buen equipo.

Nunca he visto algún centro de spa en donde la mujer vaya con su pareja. Siempre van con su mejor amiga, su mamá. Por eso acá no se reciben mujeres, y cuando vienen con ellas, aunque se enojen y hagan escándalos, se quedan afuera. Algunos optaron por mandarlas al mall a hacer la hora. Si estuvieran acá no podrían relajarse, no podrían hablar de lo que ellos quisieran. La ley número uno es que lo que hables aquí, no sale.

Gracias a este "pacto de silencio" he escuchado muchas historias y hasta me preguntan si pueden llegar más temprano. Yo creo que, si sigo así, voy a dejar la barbería y me voy a dedicar a la psicología. Varios han llegado con el corazón roto y otras cosas. Recuerdo que una vez llegó un cliente, mandado por su hermano, que se iba a casar pronto. Sólo por preguntar le dije "¿estás seguro?". Cuento corto, luego me enteré de que el matrimonio se canceló. Me sentí mal, pero me mandó a dar las gracias y ahora está feliz con otra persona.

Por eso me dicen "Santa Patrona de las barbas", ya que esto parece parroquia de tantas confesiones que me han contado. Además, eso es lo que nos diferencia, tratamos de que cada experiencia sea única y, por algún motivo, todos los que llegan acá se sienten como en casa, aunque no nos conozcan. Vienen una vez y siempre vuelven. Hemos atendido a todo tipo de varones, desde abogados a humoristas.

En los tiempos de hoy lo que más utilizamos es internet, por lo que hice videos en YouTube dando tips. También trato de actualizar constantemente mis redes sociales. A causa de ellas, me convertí en "La reina de las barbas", apodo que nació espontáneamente en mi página de Facebook. Empezaron a hacer comentarios como "eres la reina de mi barba" y por eso quedé con ese sobrenombre.

Siempre estoy pensando en cómo mejorar, cómo hacer cosas innovadoras que llamen la atención. Antes compraba todos mis productos afuera y muchas veces se demoraban meses en llegar, por lo que opté por hacer un curso y empezar a elaborarlos yo. Ahora es cosa de que me digan qué fragancia quieren y en cinco minutos está listo. Hago los aceites, jabones, ceras para la barba, para el pelo. Todo natural y con mi marca registrada.

En un futuro no muy lejano pienso expandirme y abrir un local en Concón, porque por esos lados no hay algo así. Aparte que muchos no alcanzan a venir para acá. Pretendo viajar cada cierto tiempo y estar en ambas partes.

Por ningún motivo cambiaría mi profesión, me encanta. Si te gusta y te apasiona tu trabajo, hay que seguir adelante a pesar de los prejuicios que existan. Cuesta, pero nada es imposible si lo haces con amor y dedicación, disfrutando cada minuto.

*Envíanos tus historias a Cosasdelavida@latercera.com

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