Cuando un diagnóstico cambia la vida, tener un seguro puede cambiar el final
Desde que a Magdalena Urzúa le diagnosticaron cáncer de mama, el apoyo de su familia fue clave, pero también lo fue estar asegurada. Gracias a su seguro, pudo acceder a tratamientos de alto costo y recibir acompañamiento constante durante todo el proceso, demostrando que la contención también puede venir desde las organizaciones que ponen a las personas al centro.

Cuando Magdalena Urzúa, fundadora de @vivirparacontarr, recibió el diagnóstico de cáncer de mama, lo primero que sintió fue vértigo. “Sabía que iba a necesitar mucha fuerza”, recuerda. En medio de esa confusión, el doctor le hizo una pregunta que no esperaba: ¿Tienes seguro? Al responder que sí, la reacción fue inmediata: “Ok, eso nos pone en el mejor escenario”.
“Sentí tranquilidad y alegría, incluso sabiendo que tenía cáncer”, dice. “Contar con el seguro me dio la certeza de que podría acceder a los tratamientos, la mayoría de alto costo. Fue como si, dentro de todo el caos, alguien me hubiera dicho: vas a poder enfrentarlo”.
Porque hay que ser realistas: en Chile, muchos de los tratamientos oncológicos implican costos elevados que no siempre están plenamente cubiertos. Gastos que, si una mujer no cuenta con cobertura, suelen recaer directamente sobre ella o su familia, que muchas veces deben financiar tratamientos a través de bingos o rifas, sumando una carga económica y emocional a la ya difícil experiencia de la enfermedad.
En el caso de Magdalena, cuando activó los beneficios de su póliza, le asignaron a una persona que la acompañaría durante todo el proceso. “En mi caso mi seguro era con MetLife, donde quien me atendió y acompañó fue Roxana Burgos, una mujer maravillosa. Me llamaba regularmente, ordenaba las cuentas, resolvía cada duda. Los pagos fueron rápidos, y eso te da una calma enorme, porque las cuentas son altísimas”, explica.
Esa red invisible, hecha de llamadas, gestiones y contención práctica, marcó la diferencia. “Me pude recuperar en paz. Estamos hablando de millones de pesos en cada tratamiento, en cada sesión de quimioterapia, en cada hospitalización. Creo que hay dos tipos de pacientes: los que no tienen seguro y viven con una angustia constante que no ayuda a sanar, y los que podemos darnos el lujo de enfermarnos en paz. El seguro no discrimina: cubre tanto a personas del sistema público como del privado”, dice.
Hoy, mirando hacia atrás, tiene claro su consejo para otras mujeres: “Primero, tomen un seguro. Es tremendamente caro no tenerlo, y atravesar un cáncer con tranquilidad no tiene precio. Formen su círculo de hierro, no vivan esta enfermedad solas. Apóyense en sus cercanos, busquen una razón para vivir tan potente que las sostenga en los peores momentos. En mi caso fueron mis hijos. Y tengan paciencia: es un camino difícil, pero lleno de pequeños milagros”.
Su consejo es fundamental, porque cuando una mujer se enferma de cáncer de mama, la red de apoyo es clave en el resultado de sus tratamientos. Pero esa red no se limita al entorno íntimo: debe ser una red extendida, donde toda la sociedad tenga un rol activo. El Estado, a través de sus políticas públicas; las comunidades, creando espacios de contención; y el mundo corporativo, especialmente las empresas vinculadas a salud, tienen el deber de ser parte de esa red que acompaña. Porque el cáncer de mama nunca debiera vivirse sola.
Pensando en eso, en los últimos años compañías como MetLife han creado soluciones que buscan ser un respaldo real y activo, no sólo desde lo económico, sino también desde el bienestar y la contención emocional.
“En MetLife creemos que la detección temprana y un diagnóstico oportuno puede salvar vidas. Además, trabajamos activamente en entregar soluciones de salud diseñadas para acompañar a las personas cuando más lo necesitan”, explica Gabriel Maiza, gerente de Productos y Nuevos Negocios de MetLife Chile.
MetLife recientemente lanzó Cáncer360, un excelente ejemplo de esto. Más que un seguro, es una solución que marca una gran diferencia en la calidad de vida de los pacientes. Entrega montos de libre disponibilidad durante la enfermedad, para que cada persona los ocupe en lo que realmente necesita: desde la adaptación del hogar, compensar una baja de ingresos, acceder a pelucas profesionales, cirugías reconstructivas o medicamentos dermatológicos, hasta financiar traslados y otros gastos asociados al tratamiento.
Esta solución nació de un trabajo conjunto entre MetLife y expertos en salud, como la Fundación Chile Sin Cáncer, con el propósito de ofrecer una experiencia de acompañamiento completa desde el diagnóstico hasta la recuperación.
“Cáncer360 refleja nuestra convicción de que un diagnóstico no debe ser una carga financiera, sino un proceso acompañado con contención y apoyo emocional. Nuestro compromiso es estar presentes en cada etapa, entregando protección, orientación y educación para que las personas y sus familias se sientan respaldadas cuando más lo necesitan”, agrega Maiza.
Y sigue: “Nuestro propósito es hacerle bien a Chile, y eso implica promover una salud más inclusiva, oportuna y accesible para todos, acompañando a las personas no sólo con protección financiera, sino también con soluciones reales de bienestar”.
En esa lógica, MetLife busca ser un aliado silencioso, pero presente en cada etapa: desde la prevención hasta la recuperación. Porque, como demuestra esta historia, ninguna red de apoyo es menor cuando se trata de sanar.
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