¿Cuál es tu color favorito? Living Colour

Living Colour, club chocolate.Foto Reinaldo Ubilla
Living Colour, club chocolate. Foto Reinaldo Ubilla

Con un repertorio basado en su album debut, Vivid, el público que llegó hasta el Club Chocolate fue testigo de la interacción de Glover, Reid, Calhoun y Wimbish, donde lo complejo se resuelve con fluidez.


El mundo no es justo. Si lo fuera, Living Colour merecería otro sitio en conteos y reseñas. Suelen ser olvidados cuando se repasa la genealogía del rock alternativo en los 90. Se habla y se repite que Pixies y Jane's Addiction fueron los responsables de abrir compuertas para el grunge, cuando Living Colour integra esa partida. No solo se trata del extraordinario virtuosismo de cada integrante sino de la capacidad para combinar estilos y dar con un sonido único y una personalidad singular, porque sigue siendo extraña una banda afroamericana lidiando con guitarras duras.

Vivid, su álbum debut de 1988, fue un bombazo. Tenía nada menos que a Mick Jagger en la producción de un par de temas incluyendo el hit "Glamour boys" mientras el single "Cult of personality", de la partida de canciones producidas por Ed Stasium (Ramones, Motörhead), era el empalme de un memorable riff y una letra inteligente que ahondaba en los liderazgos políticos. "30 años", dijo Corey Glover anoche en el Club Chocolate repleto, repasando el tiempo desde aquel disco que ejecutaron íntegro.

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Living Colour, club chocolate.

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No arremetieron de inmediato con el álbum sino con una selección de su último título Shade (2017) contando "Preachin' blues de Robert Johnson, la pegajosa "Come on" y "Who shot ya?" de The Notorius B.I.G.. Con esos cortes quedaron fijos los parámetros de la noche: la voz extraordinaria, intacta y elástica de Corey Glover y la maestría instrumental acostumbrada de Vernon Reid en guitarra, Will Calhoun en la batería y Doug Wimbish al bajo.

También quedó claro que la mezcla de sonido no sería la mejor con la guitarra un tanto sepultada. Los fenomenales solos de Reid con escalas a velocidad suicida, carecieron de brillo y volumen.

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Probablemente las canciones de Vivid nunca han sido interpretadas tal como fueron grabadas en Nueva York entre 1987 y 1988. Living Colour siempre juguetea con los arreglos en directo y cuelan incontables improvisaciones con sabor a jazz. Como suele ocurrir en las bandas que suman décadas, los músicos se intuyen entre sí, se desafían, se entienden con guiños, ríen y disfrutan de ver hacia donde pueden estirar los temas sin que pierdan forma. Es un verdadero placer ser testigo de la interacción de Glover, Reid, Calhoun y Wimbish donde lo complejo se resuelve con fluidez, como si se tratara de una versión clásica del scratch de Brasil.

El público de hombres cuarentones rejuveneció por un par de horas. El tiempo retrocedió tres décadas cuando cursaban la enseñanza media y se asombraban con un álbum que sigue siendo impresionante después de todos estos años. En Living Colour hubo certezas desde el comienzo. Tenían la libertad de tocar sin restricciones empujados por la destreza suscrita a la melodía y los buenos coros. Con esas reglas el calendario nunca hace mella.

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Living Colour, club chocolate.

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