Amores atómicos, mujeres XL

pedro mairal
Pedro Mairal.

Escribir sobre sexo, en estos tiempos de acusaciones por abusos —dice el autor de Breves amores eternos, el argentino Pedro Mairal—, es muy difícil. Hay cierto amordazamiento pero "los hombres tendrán que encontrar la manera de escribir sobre sexo, mientras tanto yo sigo".



En el conjunto de cuentos Breves amores eternos (Emecé, 2019), el argentino Pedro Mairal sigue jugando con los elementos de su anterior novela La uruguaya. De la infidelidad con una jovencita pasa a la variedad de muchas posibilidades. Si en la anterior aparecía en la portada una joven mirando el mar, en éste hay una cama en medio de la nada que evoca la monotonía y el vacío de las relaciones monógamas. Ahora Mairal abre una ventana hacia la posibilidad de ser feliz, sin necesariamente lograrlo, y a veces solo fugazmente en relaciones atómicas con novias con las que no se quiere embarcar, putas a las que amaría toda la vida o amantes que prometen la misma rutina; a veces son adultas, otras jovencitas ingenuas, o desinhibidas que hacen sudar. Están las místicas que necesitan marihuana, las que no hablan el idioma, las millonarias malcriadas, y en segundo plano, bien borrosas, aparecen parejas de años. Puede que sea sexo profiláctico (con condón o virtual) o incompleto como el ofrecido por una fisicoculturista tan dura como inalcanzable, o por el contrario y las más de las veces sexo feroz, correspondido, aunque sea impredeciblemente con putas, y siempre tan vibrante como para revivir con ilusión las horas muertas del almuerzo en el trabajo o de un mes vacaciones.

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En muchos de los cuentos de Breves amores eternos, muestra devoción por las mujeres muy gordas (pulposas, dice), pero turgentes y siempre con cintura. Primero parece sospechoso. ¿De dónde viene esa predilección por el tamaño, si escribe en Argentina, con la mayor probabilidad en Sudamérica de encontrar las medidas perfectas? Al menos en esto Mairal busca salir del cliché. Solo en esto, porque las mujeres en el lugar de la monogamia son típicas: mayores, amargadas y medio brujas también, que tampoco se esmeran en tener sexo porque creen que el deseo ya se ha amansado. Y creen mal. Pero ningún hombre es valiente como para hacérselos ver con todas sus letras. En cambio, se lanzan a la calle a buscar alguna "gordita hermosa" como las llama el autor.

En el primer relato, el protagonista, en razón de rango etario, no encuentra un lugar en la playa; la efervescencia juvenil, la escasa ropa, sumado al no de su mujer, lo ponen en una posición tan incómoda, que es mejor estar de guata y sin mirar. Tiene que surgir una salida. Entra la primera gordita, clandestina, una prostituta encantadora.

En una entrevista para promocionar la publicación, Mairal despejó algo del por qué la fijación. Como en el cuento "La giganta y su guardián" sobre el encantamiento que produce una colosal. Escribir sobre sexo, dijo, en estos tiempos de acusaciones por abusos es muy difícil. Hay cierto amordazamiento pero "los hombres tendrán que encontrar la manera de escribir sobre sexo, mientras tanto yo sigo". Hablar sobre la belleza de los kilos de más, algo que atormenta a casi todas las mujeres, es una manera de equilibrar las cosas.

A diferencia de La uruguaya, que aquí en Chile también tuvo mucha circulación un verano, hay un salto más comprometido con la ficción, al recurrir a los más discordantes personajes. Esto no significa oponerse al morbo, uno de los sellos de Mairal. Muchas veces su lector se convierte en un detective que busca lo que le calza al escritor. Pero es parte del juego, Mairal ha dicho que lo sabe y que lo acepta, porque al seguir el impulso morboso, lo que busca el lector y el escritor son energías que impulsan tanto la lectura como la escritura.

Un dato para los lectores detectives, en Maniobras de evasión (Ediciones UDP, 2015) Mairal expone episodios de su vida en ensayos y algunos de sus primeros trabajos periodísticos. Narra por ejemplo el accidente en bus que tuvo en la secundaria a la vuelta de un viaje de estudios. Este evento también está presente, en "Los héroes" en Breves amores… con más elementos de ficción. El cuento tiene como protagonista a un traumatólogo invitado por uno de los accidentados, muchos años más tarde para que explique como fueron las cosas. Sin embargo, aquí Mairal no logra ir muy lejos; porque en el ensayo cuenta que después del accidente intentó estudiar medicina para remediar las heridas y muertes de las que fue testigo, pero acabó cambiándose a literatura. Presa fácil.

En el mismo camino de confortar al lector-detective que busca "lo que en verdad le pasó a Mairal", "La suplencia", es uno de los mejores cuentos, y se ubica en la segunda parte del volumen que se titula Más temprano. Se trata de una historia de iniciación y de algún modo, se huele, la vivió Mairal. Un joven llega a una agencia de publicidad haciendo un reemplazo como corrector de estilo (ser corrector de estilo en una agencia de publicidad es tener casi todo el tiempo libre). Son los personajes que lo distraen del poco trabajo, ya con música o viendo pornografía, los mismos que impulsan al in crescendo del cuento. Ésta es una pieza que duele porque el sentimiento de pérdida está permanentemente presente. La juventud, una vida posible, un amigo.

En Mairal hay drama y, en la misma dosis, un humor que radica en el patetismo: la pequeñez más absurda puede acabar con un prometedor encuentro sexual. La mina pega una sola mirada que abre camino a seguirla, pero todo termina drásticamente con un evento fortuito como perder el anillo de casado en un motel. O el robo de una maleta es suficiente para sepultar una relación prohibida, porque se anuncia latera y dificultosa. Es la materialidad que manda la relación y eso es lo vergonzoso.

El drama está en que los tipos de Mairal sufren de disonancia cognitiva, que es el pensamiento paradójico: por un lado, son maridos impecables que aman a sus mujeres y cuidan de sus relaciones oficiales y de la estabilidad de sus hijos. Pero también actúan movidos por la irrigación hacia vínculos más instantáneos pero más auténticos. ¿Cómo lo logran? Reduciendo el ruido. Con explicaciones como: "nos podríamos haber reído juntos pero ya no se ríe de mis comentarios". Mairal es más machista que feminista, pero siempre tiene razón en cómo percibe a las mujeres y cómo explica a los hombres. La monogamia es un fiasco que "tiene que ver más con la necesidad de posesión o la inseguridad", escribe. Aunque lo más triste y cierto, y que se extrae de casi todas las historias, es que adulterio y el sexo tampoco terminan por cobrar la recompensa buscada. Aunque en la cama el sexo se dé en un ajuste mecánico, si se involucran sentimientos y proyecciones, no todo siempre resultará épico.

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