Ennio Morricone, el infatigable maestro de la melodía fílmica

Morricone en el Festival de Berlín 2013. El italiano fue parte del influyente grupo Nuova Consonanza. Foto: Johannes Eisele/AFP.

El músico italiano que falleció a los 91 años creó más de 500 bandas sonoras, entre ellas las de filmes como La misión y El bueno, el malo y el feo. A Chile vino tres veces y acá los músicos cuentan su experiencia.


Se sabe que Ennio Morricone no tenía una personalidad fácil. No se llevaba bien con los periodistas ni tampoco aceptaba preguntas en otro idioma que no fuera el italiano. También era conocida su espartana disciplina laboral, que se desperdigó a través de más de 500 bandas sonoras y un horario que al menos hasta hace unos años lo llevaba a levantarse todos los días a las 5 de la mañana para componer con lápiz y papel, sólo en su mente, sin un piano de por medio.

Sabía que su sombra y su legión de admiradores eran grandes, pero al parecer no se quería dar mayor importancia a sí mismo. Ni siquiera le daba mayor crédito a su pantagruélica capacidad de trabajo, que además de las bandas sonoras, tocó al mundo de los arreglos pop para cantantes como Mina, Gino Paoli o Gianni Morandi y a la música docta. O lo que él llamaba la “música absoluta”.

El compositor italiano en uno de sus conciertos en Chile.

En una entrevista con The New York Times en el 2007, poco antes de recibir el Oscar honorario a su carrera, decía sobre su número de composiciones: “Tal vez organizo el tiempo mejor que otros, pero en comparación con Bach, Mozart, Frescobaldi o Palestrina, estaría desempleado”.

Tampoco quiso que nadie se aglomerara por su propia muerte, ocurrida este lunes en un hospital de Roma a los 91 años y por complicaciones tras una caída en su casa. Eso sí, la anunció: “Yo, Ennio Morricone, he muerto… Solo hay un motivo para despedirme así y tener un funeral privado: no quiero molestar”. Así es como decía la declaración que se preocupó de escribir antes de morir y que fue leída por los médicos que lo atendieron.

Varios aspectos de aquella personalidad que iba desde la modestia a la irritabilidad y emotividad de los genios fue la que probaron los músicos que tocaron con él en Chile en las tres oportunidades que se presentó en el país. Fueron dos recitales por cada visita al país, totalizando seis shows entre el 2008 y el 2013.

Ensayo y emoción

En su primera venida ofreció dos conciertos el 19 y 20 de marzo del 2008 en el Parque Bicentenario acompañado de músicos italianos y el Coro de la Universidad de Chile. Tres años más tarde, el 18 y 19 de junio del 2011 se presentó junto al mismo coro y la Orquesta Sinfónica de Chile en el Movistar Arena. Finalmente el 24 y 26 de noviembre del 2013 dirigió al Coro y la Orquesta Clásica Usach en una gran presentación junto al músico Mike Patton en el Estadio Bicentenario Municipal de La Florida y en el casino Monticello, respectivamente.

Ennio Morricone recibe Oscar honorífico de Clint Eastwood en 2007.

“Su carácter era difícil, estaba siempre serio y tenía una personalidad solitaria, tal como era solitario su trabajo de compositor”, comenta el violinista Raúl Orellana. “Claramente tenía un mundo interno muy fuerte. Era un gran creador”, agrega quien fue concertino invitado de la Orquesta Clásica Usach para los dos conciertos de 2013.

El compositor italiano fue autor, entre otras, de las bandas sonoras de las películas El bueno, el malo y el feo (1966), Érase una vez en el Oeste (1969), Érase una vez en América (1983), La misión (1986), Cinema Paradiso (1989) , por la que ganó uno de sus dos premios Oscar tras el honorífico que se le concedió en el 2007.

En Chile interpretó gran parte de aquellas creaciones y el concertino de la Orquesta Sinfónica de Chile, Alberto Dourthé, recuerda la experiencia. “A mí particularmente me gusta mucho la música de Cinema Paradiso. De hecho, creo que a través de esa banda sonora conocí a Ennio Morricone”, dice Dourthé.

Y añade una historia que habla de su modestia: “En esa misma época estaba en Chile el compositor italiano docto Gabriele Manca. Me dijo que fuéramos a conversar con Ennio Morricone, pues él lo conocía. Fuimos y lo primero que Morricone le dice al verlo es: ‘Este sí que es un compositor’”.

Sobre su personalidad entre gruñona y emotiva, el coordinador de elencos de la Usach, Rodrigo Díaz, recuerda: “Tenía un carácter fuerte. En una parte muy difícil de las trompetas de El bueno, el malo y el feo, la hizo repetir varias veces y se enojó tanto que tiró el atril. Era muy estricto, en el estilo de los directores antiguos. Pero hubo un momento, en el último ensayo, en que se emocionó tanto por el sonido de la orquesta, la actitud y la musicalidad, que se cayeron unas lágrimas”.

La superstición violeta

Ennio Morricone cargaba con ciertas costumbres propias de la vieja tradición italiana. Una de ellas era su superstición con respecto al color violeta, que para los artistas italianos es el sinónimo de la mala fortuna.

“Me acuerdo que nos dijo que si alguien llegaba con la más mínima prenda de color violeta lo iba a echar”, dice Patricia Herrera, exintegrante y actual coordinadora del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile. “Y esta norma fue para los ensayos y para las presentaciones en vivo”, agrega.

La soprano Claudia Pereira, quien entonces era miembro de la Camerata Vocal de la U. de Chile, hace memoria. “La primera vez, en 2008, en el Parque Bicentenario, me tocaron dos solos: el del Ave María de la música de La misión, y el de la película Sacco y Vanzetti, que es muy lindo. Pero en este último, una parte con el coro no salía. Morricone probó dos veces, se enojó y decidió sacarlo del programa”, dice Pereira.

El tercer concierto de Morricone en Chile también es recordado por Andrés Bahamondes, actual director del Coro Usach y tenor de la agrupación en la época de los conciertos del 2013. “Cercano no era, sino adusto, serio. Incluso algunos lo encontraron cascarrabias. Pero también fue cariñoso en un momento, porque agradeció haber trabajado con la Orquesta Usach y el resultado que se consiguió. Y al final, cuando todo el mundo fue a pedirle un autógrafo, accedió”.

Admirado por músicos de las más diversas raigambres, desde The Ramones o Metallica hasta Yo-Yo Ma y Hans Zimmer, Morricone estuvo a punto de colaborar con el grupo chileno Inti-Illimani en los años 80.

“Grabábamos en los mismos estudios de Roma en los años 70 y 80, en Italia”, recuerda Horacio Salinas, líder de Inti-Illimani histórico. “En una oportunidad comenzó a buscarnos para que tocáramos en la parte de música de vientos para su banda sonora de La misión. Lamentablemente coincidió con una gira nuestra, probablemente a Estados Unidos y no pudo ser. Terminó contratando a un grupo inglés”, recuerda Salinas.

Otros de sus admiradores y seguramente su difusor más avanzado en Chile es el pianista Roberto Bravo, que este sábado interpretará varias de sus composiciones a las 19 horas en el sitio www.culturallascondes.cl. “Quise hacer un pequeño tributo a este compositor, que es uno de los grandes del siglo XX. La música de Morricone tiene un romanticismo y una llegada inmediata al corazón. Me conmueve su música, por años me ha acompañado en los conciertos por todo el mundo y he podido grabarla. Su lenguaje es muy humano y sus melodías hablan de emociones que conocemos muy bien, amor, desamor, nostalgia y cariño”.

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