Pamela B. Green, directora de Be Natural: “Quise demostrar que las mujeres estuvieron en el inicio del cine”

La cineasta Pamela B. Green realizó Be Natural: The Untold Story of Alice Guy-Blaché, filme sobre la primera mujer directora que inaugurará el Femcine el 4 de agosto.

La realizadora de la película que inaugurará el 4 de agosto el 10º Festival de Cine de Mujeres (Femcine) cuenta cómo hizo el filme sobre la vida de Alice Guy-Blaché, la primera cineasta de la historia. Nacida en Francia, criada en Valparaíso y responsable de más de mil filmes entre 1896 y 1920, Guy-Blaché sólo comenzó a ser reconocida hace algunas décadas.


Fueron diez años de llamadas telefónicas, viajes intercontinentales y golpeteo a las puertas de celebridades y estudiosos interesados en rescatar del olvido a la francesa Alice Guy-Blaché (1873-1968), la primera mujer que dirigió películas en la historia. La labor le tocó, con entendible coherencia, a otra mujer: la realizadora estadounidense Pamela B. Green, quien comenzó el proyecto a través de una instancia de crowdfunding (financiamiento colectivo) y finalmente pudo estrenar la película documental Be natural: The untold story of Alice Guy-Blaché en el Festival de Cannes 2018.

Recibida con muy buenas críticas en Cannes y luego en el resto de los países donde se ha exhibido, Be natural será el filme inaugural del 10º Festival de Cine de Mujeres (Femcine), que se desarrollará del 4 al 9 de agosto en forma digital y gratuita. Básicamente se trata de un largometraje detectivesco que reconstruye paso a paso, testimonio a testimonio y película a película, la labor de la mujer que comenzó dirigiendo filmes en 1896 (La fée aux choux o, en español, El hada de los repollos), casi al mismo tiempo que el gran pionero Georges Méliès, doce años mayor que ella.

Con cerca de un millar de producciones realizadas entre 1896 y 1920 entre Francia y Estados Unidos, Guy-Blaché debió abandonar el cine a los 47 años, arruinada económicamente por el incendio de sus estudios en Fort Lee (Nueva Jersey) y emocionalmente por la infidelidad de un esposo que la dejó con dos hijos a su cuidado. Durante la segunda mitad de sus largos 94 años buscó con oscilante suerte encontrar el reconocimiento que merecía.

Uno de los datos singulares de su biografía es su infancia en Valparaíso, la ciudad donde aprendió a leer y escribir, alimentada y estimulada por el oficio de su padre, quien se trasladó en los años 70 del siglo XIX al puerto chileno para establecer la llamada Librería Universal, ubicada en calle Esmeralda.

Desde Los Angeles, Pamela B. Green conversa con Culto-La Tercera.

¿Por qué quiso hacer un filme sobre Alice Guy-Blaché?

Hace diez años atrás no sabía nada de ella. Me enteré de su existencia sólo viendo un programa de televisión que hacía referencia a sus obras y desde ese momento me propuse que tenía que hacer algo que ayudara a masificar su conocimiento. Era muy importante para mí demostrar que la mujer estuvo en el inicio del cine con el hombre, dirigiendo su propias películas.

¿Le llamó la atención que cineastas como Peter Bogdanovich (La última película), Patty Jenkins (Wonder woman) o Catherine Hardwicke (Crepúsculo), entrevistados por usted en su documental, no supieran de ella?

No. Era esperable. Lo que me interesaba, por otro lado, era ayudarlos a que la conocieran a medida que yo hacía mi película. Eso era una de las cuestiones más importantes de este proyecto: conocer su obra. No solo se trata de un nombre para recordar. Detrás hay una cineasta, alguien que contribuyó a la historia de este arte. Eso es lo que pensé cuando algunos prominentes expertos a los que consulté por Alice Guy-Blaché intentaron hacerme pasar un mal rato, preguntándome cuánto sabía yo de cine o qué conocimientos poseía sobre películas mudas.

Imagen del afiche en español de la película de Pamela B. Green, cuyo nombre es Sé Natural.

¿Por qué hasta hace sólo unas décadas atrás, no se sabía mucho de sus mil películas?

Una de las razones es porque no todo está disponible. Se han perdido muchas. Por otro lado, durante mucho tiempo los historiadores del cine no se interesaban demasiado de estas primeras obras, salvo que fueran de cineastas que luego se hicieron muy famosos. Para muchos, las películas que están en el inicio del cine eran sólo divertidas y tontas. Es lo que pasó de cierta manera con las obras de Alice Guy-Blaché. Pero además de esto, está el factor dinero: se necesita mucho para poder restaurar las películas y proyectarlas. En el caso nuestro fue sólo gracias a los aportes generosos de gente como Geralyn White Dreyfous o el propio Hugh Hefner, que pudimos hacer esa labor. En los años 90 sólo se podían ver alrededor de 40 cintas de Guy-Blaché y con ese material fue que Joan Simon, co-guionista de nuestro documental, hizo una exposición en el Museo Whitney de Nueva York. Actualmente hay alrededor de 150 recuperadas.

¿Fue difícil lograr que Robert Redford, Hugh Hefner y Jodie Foster se involucraran en la producción de la película?

Por supuesto que costó. Al primero que se lo pedí fue a Robert Redford, que se demoró dos años en ingresar a la película. Luego se lo solicité a Jodie Foster, quien inmediatamente me respondió y me dijo que contara con ella para la narración del documental. Pasaron cinco años hasta que finalmente el filme estuvo en condiciones de ser narrado. Entremedio, además, pedí la ayuda de Hugh Hefner, quien se demoró también un par de años en estar en la película. Pero, en realidad, en un filme de este tipo todo cuesta tiempo y dinero. Las investigaciones, las entrevistas, las restauraciones de las cintas de Alice Guy-Blaché. Todo.

¿Cómo es que se interesó Hugh Hefner en el proyecto?

Si. Sé que parece extraño a primera vista. Sabemos que Hugh Hefner es el creador de Playboy, con portadas con mujeres desnudas, pero él además era un gran cinéfilo y un amante de las viejas películas. Durante su vida donó mucho dinero tanto a la Universidad de California (UCLA) y a la Universidad del Sur de California (USC) para restaurar filmes antiguos. Cuando se enteró de la existencia de Alice Guy-Blaché, nos dio medio millón de dólares de su propio bolsillo. Pero sólo fue gracias a que llamaba a Playboy dos o tres veces a la semana durante dos años. Sin parar (risas). Es la única forma de salir adelante en proyectos como éste.

Alice Guy-Blaché, al centro de la imagen, en el rodaje de su película La vie du Christ (1906), una de sus obras más ambiciosas, con más de 100 extras. Crédito: Société française de photographie.

¿Qué es lo que más le atrae de Alice Guy-Blaché desde el punto de vista artístico?

Creo que son muchas cosas. Por un lado es una mujer de negocios que gustaba de tomar riesgos con sus decisiones artísticas. Era divertida, tenía humor, empatía y al mismo tiempo coraje al situar a las mujeres en situaciones que otros no se hacían en el cine: subiendo montañas o corriendo a caballo. Es una voz que durante mucho tiempo las mujeres echamos de menos y que nos representa, nos da un cuadro completo de lo que se hacía en cine en la época. Por lo demás, Alice Guy-Blaché trabajó durante un tiempo en una tienda de cámaras y manejaba muy bien los aspectos técnicos. Era una gran narradora, componía muy bien las imágenes y me hace sonreír. ¿Qué más puedo decir.

¿Qué tan mal le hizo su esposo, el inglés Herbert Blaché?

No creo que haya sido la mejor de las personas. Dejó sola a Alice cuando sus dos niños eran pequeños y cuando la propia madre de Alice estaba enferma. Quizás lo único bueno de Herbert Blaché es que gracias a su iniciativa, ambos se trasladaron de Francia a Estados Unidos, lo que significó que Alice hiciera muchas películas acá. Nada más. Era un tipo celoso y no la ayudó en los momentos cruciales.

¿Qué opinión le merece Léon Gaumont, pionero francés del cine y el primer empleador de Alice Guy-Blaché? ¿La olvidó?

No la olvidó. Hay un malentendido al respecto. En primer lugar, Gaumont escribía como un egipcio, sus cartas eran auténticos jeroglíficos y nadie entendía lo que decían. Por otro la correspondencia entre él y Alice no sobrevivió. En un momento, él envió un periodista a entrevistar a Alice, pero el reportero no hizo el trabajo que le habían asignado. Para empeorar las cosas, estalló la Segunda Guerra Mundial y Gaumont ya no tenía demasiado poder en su propia compañía. Creo que Gaumont la respetaba y le daba todos los créditos posibles. Fue su primer jefe y gracias a él, ella comenzó a hacer películas. Pero fue todo un poco como una tragedia griega: cuando estaba por publicarse un gran libro con la historia y los nombres importantes de la compañía, Léon Gaumont murió. No pudo supervisar que se respetara el nombre de Alice Guy-Blaché. Eso fue en 1946.

¿A ella le acomoda más trabajar en los estudios de Fort Lee, en Nueva Jersey, que en el naciente Hollywood de la costa oeste?

En rigor, tuvo una oferta para realizar una de las secuelas de Tarzán, pero los estudios le pedían que aportara 50 mil dólares de su propio bolsillo. Por supuesto que no estaba en condiciones de hacerlo. A esas alturas (alrededor de 1920), la industria estaba ya claramente estructurada para que cada cual hiciera su labor: guión, actuación, dirección, producción, maquillaje, etcétera. A los directores se les pagaba por proyecto asignado y no hacían obras personales. En fin, no era el estilo de trabajo de Alice Guy-Blache, que hacía de todo. Los tiempos habían cambiado.

¿Qué tan importantes eran los estudios Solax, de propiedad de Alice Guy-Blaché y su esposo?

Estaban al mismo nivel que Fox, Goldwyn, Metro u otros estudios ubicados también en Fort Lee (New Jersey) en ese tiempo. Hay registros de que el gran director Josef von Sternberg, que luego se haría conocido por sus películas con Marlene Dietrich, quería trabajar en Solax.

¿Usted pudo venir a Chile a realizar las investigaciones sobre Alice Guy-Blaché en Valparaíso?

Desafortunadamente no pude costear una visita a Chile, como tampoco lo pude hacer a Rusia, donde también debí hacer contactos. Mi presupuesto no me lo permitía. Con todos los historiadores y académicos que hablé en Chile siempre lo hice de manera virtual, por skype y llamadas telefónicas. Sin embargo y si se dan las condiciones sanitarias adecuadas en medio de esta pandemia, quiero estar de todas maneras en el estreno comercial del documental en Chile. Sería un sueño hecho realidad.

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