Correspondencia: el filme compartido de Dominga Sotomayor

La cineasta chilena premiada en Locarno 2018 por Tarde para morir joven, estará en septiembre en el Festival de Cine de San Sebastián (España) con una película realizada a cuatro manos junto a la española Carla Simón.


Una de las máximas del mundo del cine, donde todo depende de la conjunción casi astral de múltiples voluntades, es que nada realmente sucede hasta que todo ocurre. Es el momento en que se activan los proyectos y los cineastas se ven involucrados en varios trabajos al mismo tiempo.

Le pasaba a un pionero local como José Bohr, que rodaba tres películas al año en su mejor momento; a un genio como Raúl Ruiz, que casi nunca estaba sin hacer nada; y ahora, a los jóvenes directores chilenos. Aunque sea en cuarentena.

La realizadora Dominga Sotomayor (1986) parece estar en esas rachas en que todo pasa. En este año de pandemia se le han acumulado tareas: colabora en un filme colectivo, sostiene junto a Catalina Marín y Rafaela Behrens el centro cultural CCC (aunque de manera online) y tiene un nueva cinta en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Festival de Cine de San Sebastián (España), que irá del 18 al 26 de septiembre.

La obra se llama Correspondencia y es un mediometraje de 20 minutos realizado junto a la cineasta española Carla Simón (1986), quien hizo Verano 1993 (2017), ganadora de tres premios Goya. Como su título lo dice, el filme es un intercambio de cartas visuales (con fotografías y registros audiovisuales), donde Sotomayor y Simón encuentran caminos paralelos e intersecciones de vida y recuerdos.

La familia, los que se fueron y los lugares de pertenencia atraviesan la primera incursión de la cineasta en la no ficción. Aún así, en sus anteriores trabajos las vivencias infantiles y juveniles ya habían alimentado la trama: lo fue en la niña enfrentada a la separación de sus padres en De jueves a domingo o en la adolescente de la comunidad de Peñalolén en Tarde para morir joven, por el que ganó Mejor Directora en el importante Festival de Locarno.

Admiraciones correspondidas

No es difícil notar las similitudes entre las obras de Dominga Sotomayor y Carla Simón, cuya Verano 1993 se estrenó en Chile en el 2018. La vida agreste y libre de la niña protagonista es un espejo algo modificado de los chicos de De jueves a domingo y Tarde para morir joven.

“La primera vez que hubo un intento de acercamiento fue en el 2017. Carla estuvo en Chile, le había gustado De jueves a domingo y quería conocerme. Lamentablemente yo no estaba acá”, cuenta Sotomayor al teléfono.

“Luego coincidimos en el Festival de Toronto y quedamos con la sensación de que debíamos seguir en contacto: a mí también me gusta mucho Verano 1993”, agrega.

-¿Cómo empezó la colaboración?

-El año pasado Carla me pidió que hiciéramos una correspondencia visual, un proyecto para la televisión de su país. Eso se transformó en esta película.

-¿Cómo se hace una correspondencia visual?

-Primero ella me envió una grabación de unos 5 minutos donde contaba que había muerto su abuela y que está sacando las cosas de su casa. A partir de esto, empieza una reflexión sobre las mujeres en las familias. Yo respondí en el mismo formato de carta visual hablándole de mi abuela (la pintora Carmen Couve) y en esa dinámica se van abriendo otras preguntas e ideas.

-¿Cuáles son las coincidencias entre ustedes?

-Al menos, viendo Verano 1993 noto el mismo interés en relatar una historia personal, que es lo que yo muestro en De jueves a domingo. Tenemos el mismo gusto por las emociones, por la renuncia al olvido, por la evocación de la infancia como algo definitivo. A ninguna de las dos nos ha interesado contar grandes acontecimientos, sino que más bien pequeños retazos de vida, momentos que se capturan, historias de familia, cosas cercanas.

La directora de Tarde para morir joven tuvo que trabajar a distancia para armar la película. No cree que haya sido particularmente difícil, aunque sí bastante más artesanal.

“Son cuatro cartas. Todo fue muy austero, con el montaje hecho en el programa iMovie de los computadores y celulares y con la voz grabada a través del audio del whatsapp”, explica.

En la película también hay, si se puede decir, picos dramáticos. “Me muestra, por ejemplo, el único registro que tiene de su propia madre, que murió de sida cuando Carla era muy pequeña (a los siete años)”, dice a propósito de la experiencia que la propia Simón retrató en la elogiada Verano 1993. “Por mi parte, me demoré en construir la última carta y fue porque coincidió con el estallido social en Chile. Esa parte está muy cruzada por lo que sucede en el país”.

Pero si el año pasado hubo demoras, hoy todo parece correr con rara fluidez. “Ahora mismo estoy bastante ocupada preparándome para hacer clases en la Universidad de Harvard, donde me contrataron en el Departamento de Arte, Cine y Estudios Visuales para hacer dos cursos y ser guía de tres tesis. Será en forma online, aunque antes de la pandemia el plan era radicarme allá por un año o dos”, cuenta.

Y sigue: “A pesar del encierro y de la preocupación, debo decir que ha sido un período muy productivo. Sin ir más lejos, hace poco estuve filmando un corto para una película colectiva donde hay realizadores de todo el mundo y que tiene producción de Estados Unidos. La idea es filmar con los mínimos recursos, respetando la cuarentena y sin salir de casa”.

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